Historia

Arqueología

De hombres y bestias

CaixaForum inaugura «Animales y faraones», una muestra con 460 obras, la mayor parte procedentes del Louvre, que repasa la influencia de la naturaleza en la civilización egipcia

Es la base del obelisco de Luxor. Francia exhibía esta obra en la plaza de la Concordia, pero en 1836 la tuvieron que retirar y recluir a las salas del Louvre debido a la polémica que desató. La pudibunda sociedad de esa época no estaba preparada para ver unos babuinos tan bien dotados
Es la base del obelisco de Luxor. Francia exhibía esta obra en la plaza de la Concordia, pero en 1836 la tuvieron que retirar y recluir a las salas del Louvre debido a la polémica que desató. La pudibunda sociedad de esa época no estaba preparada para ver unos babuinos tan bien dotadoslarazon

CaixaForum inaugura «Animales y faraones», una muestra con 460 obras, la mayor parte procedentes del Louvre, que repasa la influencia de la naturaleza en la civilización egipcia

El hombre comenzó a domesticar la naturaleza cuando la convirtió en una prolongación simbólica de sus propias inquietudes y abstracciones, y no cuando encerró la gallina o la oca en el corral, que no es más que un gesto de supervivencia, alimentación. Los dioses griegos no eran más que los mismos griegos, con todos sus defectos, vicios y contradicciones, pero divinizados. Los egipcios más imperiales, pero con menos conciencia filosófica de sí mismos, hicieron su propio panteón con las aves y las bestias que encontraban en el Nilo, que entonces era el Paraíso a mano que tenían, aunque estuviera asediado por un desierto implacable, omnívoro. Llenaron sus templos, los atrios y los propileos, y las inmediaciones que conducían a los recintos sagrados, con largas avenidas de esfinges, con representaciones de aquella fauna diversa con la que convivían, pero que, en el fondo, aludían a algo más, a aspectos que nada tenían que ver con lo que en realidad eran. Más que una santificación de ellos, lo que hicieron fue una fagotización de sus formas para manifestar esencias muy humanas pero vitales para la comprensión del mundo que los rodeaba. Alrededor de esas aves y bestias se desarrolló toda una mitología destinada a explicar las abstracciones aún imposibles de comprender por la mayoría de la población y apuntalar el poder ubicuo del faraón, representado precisamente desde las primeras dinastías (3100-2700 a. C.), por el halcón. Su dibujo aparece en la doble corona del Alto y el Bajo Egipto –conocida como «pschent»–. Él simbolizaba a Horus, hijo de Osiris, y encarna la metáfora del cazador implacable que se lanza sin piedad sobre sus enemigos para someterlos y destruirlos. CaixaForum de Madrid dedica una amplia exposición que ha reunido 430 objetos –entre ellos 14 momias– que explican a través de estelas, jarras, esfinges, estatuas, cofres, amuletos y sarcófagos la intensa relación que mantuvo la civilización egipcia con su entorno.

Pensamiento religioso y político

La mayoría de las piezas provienen de los fondos del Museo del Louvre, que tiene un amplio departamento de antigüedades y una de las colecciones más completas dedicada a la cultura egipcia. Hélène Guichard, comisaria de la muestra, explicó que los egipcios usaron «las figuras de los animes para explicar el mundo. Con ellos reforzaban el pensamiento religioso y ayudaban a los artistas y a los sacerdotes a explicar a los fieles el mundo que los rodeaba y que les resultaba extraño. Sobre todo, lo que resultaba difícil de plasmar, los invisibles». A través de ellos intentaban aclarar por qué se desencadenaba una epidemia, un mal relacionado siempre con la leona Sejmet, temida por los egipcios, adorada siempre con cuidado para no irritarla y que se mostrara clemente con sus vidas. Pero los animales les servían para dar una explicación a un eclipse de sol o a un terremoto. Los gatos, ibis, hipopótamos, cocodrilos y toros acabaron convirtiéndose en el reflejo de virtudes o en encarnaciones de dioses. Y, en su imbricación, los artistas llegaron a concebir hombres con cabeza de monos, figuras zoomorfas que aludían a las potencias que cada hombre albergaba en su carácter.

Un imperio con cuatro reinos

Hélène Guichard, comisaria de la muestra, cuenta que «para los egipcios no había jerarquías entre los diferentes reinos que existían: el humano, el animal, el vegetal y el mineral. Todo había sido concebido por el mismo creador y todos se complementaban entre sí. Ellos formaban el equilibrio cósmico. Tenían que estar estos cuatro componentes. Así que puede decirse que no es una domesticación violenta de la naturaleza. Más bien es una asociación, no una dominación del hombre sobre el reino animal». Estas relaciones impregnaban la vida cotidiana, pero también la de ultratumba, como demuestra la decoración de los vasos canopos que se pueden ver a la derecha.

- Dónde: CaixaForum de Madrid.

- Cuándo: hasta el 23 de agosto

- Cuánto: 3 euros.