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«Desconfío de las ejecutivas con tacón de aguja»

Patricia Ruffo
Patricia Ruffolarazon

Ha escrito una obra que nos enseña que todos tenemos libertad para cambiar de vida.

Ha escrito una obra que nos enseña que todos tenemos libertad para cambiar de vida. Una novela que demuestra que nadie es víctima de las circunstancias. Un libro circular cuyo título fue soñado. Un reto personal que tuvo como génesis un bolso de Prada. Su autora, Patricia Ruffo, está más que acostumbrada a dar la cara. Pero prefiere enseñar el tacón para no desviar la mirada ni la atención de unos personajes que reflejan la falta de valores que padece la sociedad actual. «1 Martini, 2 Palmeras y 3 Idiotas» (Editorial Tejuelo) es un universo pintoresco y surrealista. Lean. Las risas están aseguradas.

–Gabriela es una ejecutiva que vive en un estado permanente de estrés. Y así no hay quien viva...

–Maldito estrés. No, no se puede vivir permanentemente en la boca de un volcán. Los momentos en los que hay que tomar decisiones bajo una gran presión no deberían mantenerse en el tiempo. Tiene que haber momentos de máxima concentración y otros de máxima relajación. El estrés se supera siendo conscientes de que, como hace daño, hay que saber gestionarlo. El trabajo no puede ser tu vida, sino una parte importante de ella. Si pones todos los huevos en la misma cesta es fácil que se caiga y se rompa.

–¿Quié no qué dirige a una directiva?

–El sentido común. Las mujeres estamos acostumbradas a gestionar muchos temas a la vez. Tendemos a minimizar, a sintetizar, a aprovechar el tiempo, a ser empáticas con los sentimientos de los demás...

–¿Y a un directivo?

–(Piensa) Para los directivos el trabajo suele ser una parte más prioritaria en sus vidas que para ellas, de la que incluso depende su autoestima. De hecho, las directivas que se masculinizan suelen caer en los mismos errores que los hombres.

–Dice en el libro que el mayor y único consuelo de ser mujer consiste en poder fingir ser mucho más estúpida de lo que se es sin que nadie se sorprenda...

–Y eso, desgraciadamente, lo he comprobado en determinadas reuniones de trabajo. Bajar tu capacidad intelectual, a veces, es un instrumento para subsistir en el ecosistema corporativo, para no levantar envidias. Hay hombres a los que les molesta reconocer que una mujer puede gestionar un tema de manera más eficiente.

–Eso es machismo.

–Existen vacas que cuando están en un corral muy pequeño piensan que el mundo solo es eso.

–La protagonista decide dar un giro a su vida. ¿Es fácil?

–Es muy difícil. Para cambiar de vida hay que darse cuenta de que no se tiene vida, de que se ha desconectado de la realidad, que es lo que nos hace ser personas.

–La búsqueda del éxito y del progreso, el inconformismo, ¿pueden hacer que nos olvidemos de vivir?

–Totalmente. A mí no me interesa la búsqueda del éxito, sino la de la excelencia. El éxito es circunstancial. Ser excelente pasa por sublimar las fortalezas, por tener curiosidad y por poner esa excelencia al servicio de los demás.

–¿Se considera una mujer excelente?

–Cuando sea mayor me gustaría serlo.

–¿Por qué ese título?

–Ni idea. Lo soñé. El libro ha tenido vida propia desde el primer momento. Fue como el que piensa que pasea al perro, cuando es el perro quien le pasea.

–¿Con quién se tomaría usted un Martini?

–Con George Steiner, el intelectual vivo más brillante. Él me enseñó el concepto de la palabra excelencia. Tiene una visión del mundo contemporáneo muy precisa y un gran sentido del humor, como toda la gente inteligente.

–¿Podría darme el nombre de tres idiotas?

–Podría darte 300, pero también soy abogada y, por lo tanto, prudente. Solo hay que leer los titulares de las noticias de política a nivel nacional e internacional.

–¿Cuánto se parece su personaje a usted?

–Únicamente compartimos la capacidad de observación y esa especie de reinvención de la vida, de decir, hasta aquí hemos llegado. El libro no es ninguna biografía de una alta directiva. Hay mucha labor de creación.

–En la contraportada, y en la foto, únicamente enseña los pies. Pero estará muy acostumbrada a dar la cara...

–Y a que me la partan también (risas). No la enseño porque no quiero que el foco se ponga en la autora, sino en el libro y en los personajes. Además, en el mundo de las directivas el tema de los zapatos es importantísimo.

–Usted lleva tacón.

–Los tacones dicen mucho de una persona. Tengo colegas que poseen cajas repletas de zapatos según lo que vayan a hacer ese día. Pueden trabajar en bailarinas y subirse al tacón para recibir una visita. Yo, por ejemplo, desconfío mucho de las ejecutivas con tacón de aguja. Hay que poner el cerebro encima de la mesa, y subida en esos tacones... no es eficiente.

El lector

Asegura leer LA RAZÓN desde que salió el primer ejemplar. Sigue muy de cerca, en papel, la actualidad nacional, y de la internacional se informa mayoritariamente a través de la pantalla. Y cada vez da menos crédito. «Leo todo lo que cae en mis manos. Tengo pasión por la información», confiesa. Asimismo, lamenta que se esté afianzando la sin razón.