Gonzalo Alonso

El muerto al hoyo y el vivo al bollo

David Afkham realizó un acompañamiento modélico, no apagando en momento alguno al intérprete, que, por otro lado, reúne un volumen notorio, exhibiendo orquesta en los momentos más dramáticos y recogiéndola primorosamente en los pianos

Imagen de archivo de David Afkham
Imagen de archivo de David Afkhamlarazon

David Afkham realizó un acompañamiento modélico, no apagando en momento alguno al intérprete, que, por otro lado, reúne un volumen notorio, exhibiendo orquesta en los momentos más dramáticos y recogiéndola primorosamente en los pianos.

Obras de Beethoven y Fauré. Frank Peter Zimmermann, violín. Christiane Karg y Andrei Bondarenko. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director: David Afkham. Auditorio Nacional. Madrid, 24-IX- 2017.

Era de esperar que, al menos, en el segundo concierto de la temporada de la OCNE figurase el coro. Lo que no era de esperar fue el fallecimiento de Victor Martín, concertino de la agrupación desde 1977 hasta 2001. Me dicen que el solista Frank Peter Zimmermann dedicó el sábado su propina al fallecido y que la propia orquesta hizo otro tanto con el «Requiem» de Fauré –no podía haber mejor obra– a quien fuera su compañero durante tantos años. Sin embargo, no hubo el domingo la menor mención a él y sí, en cambio, ramos de flores para una corista que presumiblemente se jubilaba. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. Los aficionados de años lo comentaban en el entreacto. ¿Qué sucedió el domingo? ¿Se despistó alguien?

No fue la única «anécdota» del día, ya que Zimmermann hubo de interrumpir el «Concierto para violín» de Beethoven a los cinco minutos de su inicio, descentrado al parecer por un espectador de la segunda fila que le estaba grabando o jugaba con el móvil. Paró y se lo recriminó, a lo que una parte del público reaccionó con inusitada violencia exigiendo a gritos al infractor –«¡fuera, fuera!»– que abandonase la sala, cosa que no hizo.

Se entiende al solista, pero, lamentablemente, esta ya es una batalla perdida en los tiempos que vivimos. Se ovacionó al violinista en desagravio. El caso es que hubo que volver a iniciar la interpretación y, quizá, con más vigor tras el incidente. Hay solistas cuyo genio hace perdonar fallos y hay solistas a los que no hay que perdonar nada pero en los que se echa de menos algo más de genialidad. Es el caso de Frank Peter Zimmermann. La música es algo más que notas. Este las posee todas, como demostró en las cadencias y en la apabullante propina. David Afkham realizó un acompañamiento modélico, no apagando en momento alguno al intérprete, que, por otro lado, reúne un volumen notorio, exhibiendo orquesta en los momentos más dramáticos y recogiéndola primorosamente en los pianos.

Recogimiento es justo lo que exige el «Requiem» con el que se cerró la serie romántica a finales del XIX. Una misa que realmente no es tal porque Fauré no era religioso e incluso prescindió del «Dies Irae», que destila resignación, paz e incluso liberación. Es una música que, en principio, no parecía ser de la que mejor encajaba con Afkham, pero logró plasmar una lectura sutil, sin que por ello dejásemos de recordar a Celibidache en esta obra. También recordamos a Victoria de los Ángeles, inolvidable en el «Pie Jesu», aunque Christiane Karg la cantó con gusto y medios, bastante más que su compañero Andrei Bondarenko. Un concierto que mantiene el gran nivel del inicio de temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España.