Literatura

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El premio pendiente

La Razón
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Con el otoño llegaba invariable la llamada de José Pedreira, el fiel secretario, artista y gran amigo de Francisco Nieva: «Víctor, que se nos va a morir sin el Cervantes». Y a fe que lo merecía. De manera invariable, la Real Academia lo proponía como candidato año tras año. El jueves se oyó, de nuevo, la voz de Pedreira en la Academia: «Se le ha apagado el corazón...». Y rompió a llorar. Francisco Nieva no era sólo un artista total, ni mucho menos un hombre del teatro, aunque lo fue en plenitud: autor, director, escenógrafo, figurinista... Paco Nieva fue un artista total, pero logró más, que fue hacer de su vida toda una obra de arte. Con Ory y Chicharro hizo estallar en el apagado campo de la primera posguerra el último movimiento vanguardista: el Postismo. Paco me contaba, divertido, los experimentos que llegaron a hacer: descargas eléctricas para romper la parsimonia del cerebro; destripar la sintaxis y las reglas para que la palabra volara libre. Y la hizo volar por todos los subterráneos del surrealismo y las más altas esferas del realismo mágico. Cuando publicó sus memorias, «Las cosas como fueron», la editorial Espasa, cuya colección de clásicos yo mismo dirigía, organizó la presentación en Lhardy. La sala estaba abarrotada de periodistas, y Nieva iba reescribiendo lo que el libro decía rompiéndolo en pedazos, cada uno de los cuales era una escena, un tramo de vida fulgurante. No recuerdo el tiempo exacto que ocupó. Hablaba y hablaba y los peridistas le coreaban: «Sigue, sigue, sigue...». Y por allí circuló la historia viva de la vanguardia europea y de todos los esfuerzos de modernización del teatro, jalonados por las aventuras de Nieva con una princesa veneciana, deslumbrando por los salones literarios de París. Con él llegó a España, en efecto, lo más avanzado en los campos del arte y no paraba Nieva de escribir y de estrenar: siempre menos de lo que él quería. Y, junto a la escritura y la pintura, sus deslumbrantes figuraciones, de las que queda buena muestra en la colección de grabados que cuelgan en los serios muros de la Real Academia, muy cerca de los caprichos de Goya. Se nos murió sin recibir el premio que lo vincularía de manera oficial al gran soñador de su tierra manchega, pero, a medida que pase el tiempo, iremos descubriendo todo cuanto late en los manuscritos y en los apuntes de escritura y pintura con que Nieva iba obsequiando a sus amigos. Creador verdadero, todo lo hacía a impulsos de un corazón electrizado, de un corazón hecho fuego que al atardecer del jueves se apagó. Por eso lloraba en silencio su fiel amigo y le lloramos cuantos tuvimos la impagable suerte de conocerlo, de disfrutar de su ingenio, de su imaginación, de su arte... Un hombre permanentemente transfigurado que circuló por toda Europa como un maestro del arte nuevo.