Centro de Arte Reina Sofía

El Reina Sofía no cierra el círculo

Con obras que van desde los años 90 hasta nuestros días, el Museo Reina Sofía expone un centenar de piezas relacionadas con el momento actual en las que la política está omnipresente.

Una de las salas de «Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo»
Una de las salas de «Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo»larazon

Con obras que van desde los años 90 hasta nuestros días, el Museo Reina Sofía expone un centenar de piezas relacionadas con el momento actual en las que la política está omnipresente.

El artista frente a la realidad que le ha tocado vivir desde finales de los noventa hasta la actualidad, un periodo que ayer definía Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, de manera clara, dando así las claves de lo que abarcaba la exposición «Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo», un enunciado que no es moco de pavo y que reúne una selección de los fondos contemporáneos de la colección del Museo Reina Sofía, en su mayoría adquiridos recientemente. Vaya por delante que contemporáneo no significa actual, es la época en la que estamos, vivimos, trabajamos y nos movemos. «Desde comienzos de los años 90 se vive una hegemonía del neoliberalismo, es la condición en que vivimos. Las desigualdades existen y están ahí, hay una financialización de la economía y una desaparición de la idea de nación-estado y un papel protagónico de las industrias culturales y de la comunidad cultural. La cultura es un elemento central en estos momentos como no lo ha sido en otras épocas», comentó para añadir tres claves que ayudan a entender la elección de las obras: la transversalidad en el arte; la presencia de lo teatral y performativo y la globalización, que es donde nos encontramos».

Es el lenguaje de medio centenar de artistas, de los que una veintena son españoles, a través de un centenar de obras. La de ayer fue una presentación multitudinaria, con pinganillo en la oreja para no perder el hilo del discurso de los comisarios (junto al director, Rosario Peiró, responsable de colecciones, y Cristina Cámara, Beatriz Herráez y Lola Hinojosa), un recorrido de hora y media y bastante bastante calor. Si alguien pensaba que con esta exposición el centro de arte cerraba el círculo en cuanto a los tramos de presentación de su colección se equivoca: el círculo, me da la sensación por lo explicado ayer, no se va a completar mientras haya arte que siga engrosando la colección museística pues, en palabras de los comisarios «la colección no tiene voluntad de totalidad, sino de apuntar. Ésta es la última entrega por el momento ya que del arte contemporáneo lo que estamos haciendo son diferentes lecturas». A esto se añade que el siguiente tramo ya está a la vista: se inaugurará en septiembre de 2017 con la colección de la querida galerista Soledad Lorenzo, una nutrida representación que bien vale sala con placa. En un escenario como el actual, los creadores han planteado diferentes modos de cuestionamiento, resistencia y antagonismo que se organiza de sus respuestas ante este nuevo escenario. Para ello se han creado líneas argumentales que van desde la utilización del cuerpo como territorio, a la documentación de la ciudad como lugar de habitación. La muestra arranca con el epígrafe de globalización y territorio, en una sala en la que se puede ver una filmación de Allan Sekula, «Lottery of the sea», sobre la regulación de la circulación en los mares o la de Zoe Leonard, «Analogue» , 1998-2009, un interesante estudio sobre el cambio experimentado en el tejido comercial e industrial textil en Nueva York a lo largo de diez años, realizado con imágenes analógicas. Frente a ellas la rueda dentada de Asier Mendizábal (2009), una videoinstalación de Harun Farocki o el colectivo Mapa Teatro con su obra «Testigo de las ruinas» (2005) en la que investiga sobre la desaparición de un barrio en Bogota, el de El Cartucho.

La imagen del poder

En el siguiente bloque es la decadencia del Estado-nación la que se pone en cuestión. ¿Cómo se construye la imagen del poder? Jorge Ribalta lo hace a través de una serie dedicada al emperador Carlos V, y Jon Mikel Euba repinta los retratos ecuestres de Felipe IV. Peter Friendl en «Bilbao Song» recurre al «tableau vivant» para recrear el cuadro de Ingres «Felipe IV recibiendo al embajador español». La imagen que cierra el espacio es bastante potente, una instalación de Ibon Aramberri sobre la política hidráulica a través de fotografías de pantanos tomadas en la Península Ibérica y sobre las que trabajó siete años. «Son enclaves estratégicos a los que no se puede acceder a pie», explicaba ayer Beatriz Herráez.

El siguiente paso es entrar en los territorios no gobernados, los que están al margen de la norma, donde encontraríamos áreas como los campos de refugiados. Es el espacio, también del no adaptado, al que el sistema acepta pero crea los suficientes resortes para expulsarlo del mismo. Muntadas y Eric Baudelaire ofrecen su testimonio. «The Secession Sessions», de 2014 es un experimento interesante sobre la correspondencia epistolar entre el artista y el ministro de Exteriores de Abjasia, antigua república soviética del Cáucaso, secesionada de Georgia. La propuesta fílmica de Gitai en «La casa», de 1980 ejemplifica el conflicto palestino-israelí a través de la historia de una vivienda en Jerusalén.

La ciudad «otra» nos introduce de lleno en lo que Vázquez Montalbán denominaba «la aznaridad», los años de políticas neoliberales que aumentan el crecimiento del PIB y es tiempo de grandes transformaciones sociales que se basan en l consumo y la especulación inmobiliaria en las grandes ciudades. Juan Ugalde desde los suburbios de las grandes urbes, Laguillo en Lavapiés, Pedro G. Romero, la película de María Ruido grabada en el cinturón industrial de Barcelona o la serie «Folckore» de Patricia Esquivias son sus intérpretes. La voz de Latinoamérica se escuchará en las paredes del Reina Sofía. Retumbará, literalmente, tomando como punto de partida la crisis del corralito argentino de 2001, un laboratorio de ensayo para la actual crisis financiera internacional. El artista toma la calle y alza su voz. De otro lado, la presencia de lo que está en el margen, se hace evidente. Es la capacidad del arte para desclasificar.