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Felipe VI: «Cataluña es y será una parte esencial de España»

Don Felipe afirma que el «inaceptable intento de secesión» se resolverá por medio de las legítimas instituciones democráticas. Destaca el papel de la UE como ejemplo de firmeza ante el fanatismo

Los Reyes junto al jefe del Ejecutivo asturiano, Javier Fernández, al inicio de la ceremonia/Efe
Los Reyes junto al jefe del Ejecutivo asturiano, Javier Fernández, al inicio de la ceremonia/Efelarazon

Don Felipe afirma que el «inaceptable intento de secesión» se resolverá por medio de las legítimas instituciones democráticas. Destaca el papel de la UE como ejemplo de firmeza ante el fanatismo.

Si ya por sí mismas las palabras de Su Majestad suscitan uno de los momentos clave de los Premios, este año el desafío soberanista hacía del discurso real una cita de especial importancia de la que el Campoamor, Oviedo, España y Cataluña, por supuesto, estaban pendientes. Y su protagonista no dudó en entrar de frente, como ya hiciera el 3 de octubre con su excepcional comparecencia en televisión, en un asunto que definió como «un inaceptable intento de secesión» . Tiempos «duros y difíciles», continuaba, en los que es necesario, «más que nunca, reivindicar los principios democráticos en los que creemos y en los que se sustenta nuestra vida en común. Son tiempos para la responsabilidad. Nuestros ciudadanos lo merecen. Unos ciudadanos que desean convivir y progresar en paz y que diariamente ofrecen un ejemplo de sacrificio, entrega y compromiso con su país».

Aunque antes de meterse en el tema que ocupa las televisiones, los debates a pie de calle y en los parlamentos, el Monarca se detuvo, al principio de su intervención, para reconocer a las víctimas y afectados de los incendios de los últimos días: «Todo nuestro afecto y solidaridad a las miles de personas que en Galicia, en Asturias, en Castilla y León y en la nación hermana de Portugal, han sufrido los terribles incendios de los últimos días», comenzaba Don Felipe. Para continuar compartiendo «el profundo dolor de las familias de las víctimas. Y transmitimos nuestro reconocimiento a los que de manera ejemplar han luchado en ambas naciones contra esta tragedia que solo produce destrucción, pobreza y muerte. Vaya desde aquí nuestro homenaje a los profesionales, voluntarios y vecinos que se han entregado con tanta tenacidad a esa lucha», cerraba.

Pero el tema es Cataluña. Y el Monarca no dudó en encarar la situación sin medias tintas con una región que «es y será parte esencial». Fue de lleno: «España tiene que hacer frente a un inaceptable intento de secesión en una parte de su territorio nacional, y lo resolverá por medio de sus legítimas instituciones democráticas», apoyado en el «respeto a nuestra Constitución y ateniéndose a los valores y principios de la democracia parlamentaria en la que vivimos desde hace ya 39 años», abordaba Don Felipe en la tarde de ayer.

También hizo referencia a la decisión soberana de convivir juntos en democracia que ha unido al país durante las últimas décadas. Un periodo de éxitos y fracasos, triunfos y sacrificios, «que nos han unido en alegrías y sufrimientos. No lo podemos olvidar. Como no queremos ni podemos renunciar a lo que juntos hemos construido, sumando las aportaciones de todos, que constituye un valiosísimo legado que a todos y cada uno nos pertenece por igual». Una situación que justificó «gracias a una España cimentada en el deseo sincero de convivencia y de entendimiento; en el respeto de las normas y de las reglas de la democracia; en reconocer con grandeza y generosidad los errores del pasado para no caer de nuevo en ellos». Un país «abierto y solidario» en el que todos los ciudadanos, independientemente de ideas y orígenes, han tenido la «oportunidad de encontrar su lugar en paz y libertad, sin temores ni miedos a la imposición ni a la arbitrariedad, alejados del rencor y las fracturas». Una idea, la del Rey, en la que los pueblos no deben renunciar a sus lenguas, sus culturas, sus tradiciones y sus instituciones, entendido por él como «un verdadero patrimonio común que nos enriquece».

Describió así una nación que comparte ideales con los que estuvieron en la razón de ser de la UE, que «representa la firmeza democrática frente al fanatismo; la libertad frente a la tiranía; la convivencia frente a la discordia; la cultura frente a la ignorancia» y que «debemos tener siempre presentes. Porque ningún proyecto de futuro se puede construir basándose en romper la convivencia democrática». Ya sea de progreso o libertad, ninguna empresa de este calado se sustenta «en la desafección, ni en la división de la sociedad, de las familias y de los amigos», proseguía así Don Felipe con una mentalidad lejos de cualquier «aislamiento o empobrecimiento». Su Majestad habló de la España que formamos y de la que viene, la del siglo XXI, basada en la «suma leal y solidaria de esfuerzos, de sentimientos, de afectos y de proyectos. Una suma que siga alimentando nuestra vocación universal, nuestro legítimo orgullo de pertenecer a la gran realidad democrática que es Europa».

No despegó su mirada, y con ella su discurso de la Unión que trasciende a los Estados con respeto a todas nuestras identidades y sensibilidades. Una Unión Europea que «dé respuesta a la modernidad, que indudablemente avanza hacia una mayor integración y convergencia. Ése es el signo de nuestros tiempos, del mundo en el que vivimos». Así, aseguró que no olvidaremos los españoles dicha Unión, «un referente para España en el origen y en la consolidación de nuestra democracia; y que ha impulsado decisivamente nuestra prosperidad y bienestar. Pueden estar seguros de que la Unión encontrará en nuestro país un pilar esencial de apoyo y lealtad ante los nuevos desafíos que juntos debemos afrontar. Un camino que debemos recorrer acompañados de la razón, la palabra y el respeto a las reglas de convivencia, inspirándonos en tres principios europeos que también son indisociables: la democracia, los derechos fundamentales y el Estado de Derecho», zanjaba.

Abordaba así Don Felipe el «asunto catalán», pero no por ello se olvidó ayer de los verdaderos protagonistas de los Princesa de Asturias, sus premiados, a quienes dirigió individualmente unas palabras desde el atril. También resaltó el peso de unos premios que, en esta ocasión, contaron con la presencia de Mariano Rajoy, el segundo presidente del Gobierno español que lo hace desde que Leopoldo Calvo Sotelo acudiera en el 81 a su primera edición. Habló Don Felipe de unos galardones que «nos inspiran esperanza; nos muestran el profundo significado tanto de la libertad creadora, del amor al conocimiento, al arte y a la cultura, como de la solidaridad y la justicia; y dan testimonio de la importancia del esfuerzo, de perseverar en el buen camino para culminar las obras valiosas, las que más duran y merecen la pena. Nos recuerdan que hay personas cuya tarea siempre busca los mejores frutos, los de las virtudes más elevadas y los mayores talentos de los seres humanos».

Pasadas las 20:00 horas, el Rey daba por finalizados unos premios que este año se han visto envueltos por factores externos y convocó la XXXVIII edición de los mismos, donde se espera que vuelvan a ser protagonistas exclusivos los valores cívicos y principios morales que los han mantenidos vivos, y con buena salud, hasta la actualidad.