Andalucía

Ibáñez: EE UU y Corea del Norte se las ven con Mortadelo

Ibáñez: EE UU y Corea del Norte se las ven con Mortadelo
Ibáñez: EE UU y Corea del Norte se las ven con Mortadelolarazon

A sus envidiables 81 años, el dibujante sigue en activo y lleva a sus alocados agentes de la T.I.A., en una edición por el 60 aniversario, a una misión especial: tratar de frenar al peligroso dirigente Pxing Pxong, quien tiene como peculiar enemigo al presidente de los Estados Juntitos.

El 20 de enero de 1958 aparecían en las páginas de la revista «Pulgarcito», una de las publicaciones de la mítica Editorial Bruguera, una pareja de detectives que parecían una parodia ibérica de Sherlock Holmes y el doctor John H. Watson. En esta primera salida al ruedo del tebeo, Mortadelo y Filemón, en aquel momento propietarios de una peculiar Agencia de Información, demostraban que lo de resolver casos no era su especialidad, pero sí sabían cómo despertar sonrisas y risas a los lectores.

Mortadelo y Filemón, ahora consolidados como los principales y peores agentes de los Técnicos de Investigación Aeroterráquea (T.I.A.), no saben lo que es la jubilación y siguen en activo. Lo mismo se puede decir del creador de los más celebrados y aplaudidos personajes del cómic español, Francisco Ibáñez, quien a sus envidiables y juveniles 81 años sigue demostrando que su trazo es perfecto para dibujar las más disparatadas aventuras de la pareja de detectives. El superintendente Vicente sigue irritándose con ellos, el profesor Bacterio aún no ha acertado con sus inventos y la secretaria Ofelia es todavía pura paciencia. Lo único que cambian son los escenarios. En «El 60 aniversario», Mortadelo y Filemón viajan hasta Kolea D’Aliba donde gobierna el lunático y peligroso Pxing Pxong quien tiene como enemigo al presidente de los Estados Juntitos, un tal Trompf. ¿Les suenan? Sí, todo está basado en la realidad, incorporando también apariciones de Mariano Rajoy o Vladimir Putin.

Sin Puigdemont

Pese a que la actualidad acompaña a Mortadelo y sus disfraces, Ibáñez explicó ayer en un encuentro con la Prensa en la sede en Barcelona de Penguin Random House –su nueva casa editorial– que no habrá una historiera basada en la situación que se vive en Cataluña. Nos quedamos sin un Mortadelo y Puigdemont porque «un álbum cuesta dos meses escribirlo y dibujarlo. Luego pasan otros tres meses en los que se entinta y se da color. Pasado este tiempo me podrían decir cómo es que he tardado tardo en sacar todo esto. No, no. Es mejor no tocarlo».

Cuando a Francisco Ibáñez –uno de los supervivientes junto a Jan, el padre de Super López, de la etapa dorada de Bruguera– se le pregunta por lo que le hace reír ahora apunta con nada disimulada mofa que «lo único que tengo que hacer es coger un periódico y ver las páginas de política». Allí es donde se topa con todo el humor de hoy y parte de eso luego se cuela en las viñetas en las que Mortadelo y Filemón intentan salvar a su manera el mundo al grito de «merluzo» o «mastuerzo». «Pero yo no hago crítica social o política. Es que ellos están allí y le dan cierto aire de actualidad a cada álbum. Lo que no quiero es sacar continuamente un mismo personaje, un político». En este sentido, la laboriosidad del maestro hace que no todo sea fácil, recordando que hace unos años dibujó una historieta titulada «El señor de los ladrillos» que tuvo que modificar una vez acabada. ¿El motivo? Cuando tuvo todo concluido había fallecido el modelo de uno de los personajes, un empresario y ex presidente de club de fútbol con turbios negocios inmobiliarios. Sí, es ese del tal y tal. «Tuve que redibujar la cabeza de ese personaje», dijo entre risas del artista.

El futuro

En estas seis décadas, Ibáñez se ha enfrentado solo ante el reto de la página en blanco. «No puedo recordar cuántos rotuladores gasto al mes. Si los contara me espantaría», le confesó divertido a este diario.

El dibujante confesó ayer que ya está pensando en la celebración del centenario de sus dos agentes y «ese álbum tiene que ser el mejor porque será una obra de arte. De eso estoy completamente seguro y tengo algunos gags en la cabeza». Por desgracia para todos nosotros aún queda mucho para ese 2058. Mientras pasa eso hay que pensar en el futuro y ayer Ibáñez abrió la puerta a que la serie pueda tener continuidad con otras manos, aunque advierte que eso no será fácil. «El guión es lo más difícil. El dibujo no me importa tanto porque hay muchos y muy buenos artistas que pueden continuar con Mortadelo y Filemón. Lo complicado es escribir la historia. No me importaría que alguien continuara, pero que tarden mucho. Yo no soy como aquel hindú que quería que enterraran a su mujer con él, me encantaría que mis personajes me sobrevivieran, y hay muchos dibujantes mejores que yo que podrán hacerlo muy bien. Otro tema es los guiones, eso lo veo más complicado», apuntó.

Pese a la edad y a los achaques, como el mismo Ibáñez subraya con humor, el lápiz sigue en forma en el tablero. «El 60 aniversario» se abre con dos mosquitos en la calva del maestro recordando que antes «esto era un bosque frondosísimo, tupido, impenetrable... Y ahora, ya ves... ¡El desierto del Kalahari! Ni un brote, ni un matojo». Y el Ibáñez autorretratado busca su dentadura postiza, confunde la mesa de su estudio con la hoja en blanco y cree que los rayos de una tormenta son los aullidos del gato del vecino. Pero la realidad es diferente y en la casa del artista no se sabe nada de vacaciones o jubilaciones inmediatas. «Me levanto por la mañana, me veo lleno de achaques, me río y le paso mis cosas a los personajes», confesó.

Y todo esto, ¿por qué? ¿Qué es lo que anima a Ibáñez a seguir dando tinta a los dos pelos de Filemón y a la levita negra de Mortadelo? ¿Qué hace que siga pensando en los más estrafalarios inventos para Bacterio o en las broncas más rebuscadas para el pobre Súper? «Yo solo quiero que la gente se ría un poco, olvide sus problemas y pueda dormir bien. Estoy pensando en venderlo en las farmacias como somnífero», ironizó.

En los últimos años, especialmente en el mundo franco-belga, ha comenzado a plasmarse el reconocimiento del cómic como el arte que es, una creación artística que merece estar en el museo. Al Pompidou no se le han caído los anillos cuando Hergé y su Tintin se han colado en sus salas, las mismas que anteriormente han sido ocupadas por Dalí, Duchamp o Picasso. El reconocimiento a Uderzo y Gosciny, los padres del galo Astérix y su poderosa fuerza gracias a la poción mágica de Panorámix, se ha traducido en una espectacular exposición en la Biblioteca Nacional de París. En nuestro país, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ha dado la oportunidad a George Herriman, uno de los indiscutibles referentes del cómic estadounidense.

¿Y Mortadelo y Filemón? Preguntado si una de sus viñetas podría entrar por la puerta grande de una de nuestras pinacotecas, Ibáñez lo piensa como si se imaginara todo eso como una historieta con los agentes de la T.I.A. como protagonistas. «Por mi que entren en el museo, pero eso no es lo que persigo. Yo no creo que esto sea una obra de arte, pero a lo mejor estoy equivocado y si lo es. Es que no lo sé si se merecen estar en un museo. En todo caso, los autores, como algunos cuadros, ya estamos algo apolillados. A mi lo que me gustaría es saber dibujar viñetas porque si estas no tienen interés, no vale la pena. El que quiera ver obras de arte que se vaya al Museo del Prado».

El fútbol, lo próximo

En lo que sí piensa es en el siguiente álbum y ya está trabajando en el que dedicará al Mundial de Fútbol que se celebrará el próximo año en Rusia. «Cuando acabo un álbum ya estoy pensando en el siguiente. Ahora estamos presentando éste del 60 aniversario, pero ya no me acuerdo de los chistes que puse, porque después he hecho dos más sobre los mundiales de fútbol y eso que no entiendo ni papa de eso del fútbol. Pero es que cuando hago un álbum con Mortadelo en las Olimpiadas me ocurre igual porque no tengo ni idea de deportes», aclaró sin ocultar la risa.

Las ruedas de Prensa de Francisco Ibáñez se convierten en una firma de libros. Es un hecho insólito porque los periodistas se limitan (bueno, nos limitamos) a ir al evento y luego escribir sobre él en estas páginas. Con Ibáñez es impensable porque luego todos quieren (vale, queremos) tener un Mortadelo. «Me lo paso muy bien en las firmas de libros y lo que pasa ahora es que me encuentro a tres generaciones que se acercan a pedirme un dibujo. Ahora vienen padres con sus niños que me dicen que el abuelo ya me leía». Su editor, Manuel de Cos –quien lleva trabajando con Ibáñez más de 25 años– ayer rememoraba como una vez en Andalucía, «Ibáñez empezó a firmar a las seis de la tarde y no pudimos concluir hasta las doce de la noche».

Cuando hoy llegue a los kioscos este ejemplar de LA RAZÓN, Francisco Ibáñez ya llevará unlargo rato dándole vueltas a la nueva entrega de Mortadelo y Filemón. Es lo que tiene ser un genio del tebeo. Felicidades, maestro.