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John Elliott: «Una manera de solucionar los nacionalismos es enseñar catalán»

Reedita la obra que publicó en los años 80, junto a Brown, sobre la construcción del Palacio del Buen Retiro.

John Elliott
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Reedita la obra que publicó en los años 80, junto a Brown, sobre la construcción del Palacio del Buen Retiro.

Sir John Huxtable Elliott, Reading, 1930. Sin embargo, cuando habla de España emplea el «nosotros». Cualquiera le lleva la contraria con semejante trayectoria sobre nuestro pasado. Hispanistas de relumbrón, desmenuza de carrerilla cualquier anécdota que se ponga sobre la mesa: Austrias, nacionalismos, guerras... Ahora, la reedición de «Un palacio para el rey» (Taurus) y una reunión del Patronato de El Prado le traen de nuevo por Madrid. Una dupla de acontecimientos que hacen inevitable mirar hacia el Salón de Reinos, en proceso de definición y de debate. Sir John Elliott lo tiene claro: «Espero que salga algo bueno y con sensibilidad histórica», dice de un palacio del que lamenta su «abandono».

–¿Qué hay que hacer con él?

–Devolver los cuadros al espacio para el que fueron concebidos. Aunque hay un poco de confusión, porque se llama Salón de Reinos a todo el edificio y sólo es la sala central.

–Es grande...

–Enorme. No es posible una reconstrucción historicista porque se ha cambiado mucho, pero se puede evocar la gloria que tuvo en el siglo XVII. Hay gente que piensa que hacer ahora algo así es absurdo, pero las modas cambian.

–¿Sigue manteniendo la misma opinión que en los 80 (primera edición del libro)?

–Me parece más importante ahora por la falta del sentido histórico y por lo que puede revelar a los españoles de su pasado.

–Mas allá de la parte estética, ¿qué nos aportaría?

–Una visión de cómo se entendía España, Europa y el mundo. Los últimos trazos de la hegemonía hispánica.

–Con Felipe IV comienza la decadencia de España...

–También es la época del Siglo de Oro en las artes.

–Correcto. Cogiendo esta caída hasta el día de hoy, dígame un hecho histórico que nos ayude a comprender la situación actual.

–La importancia del XVII y la colonización de América. Luego están el siglo XIX y parte del XX como ejemplos catastróficos. Eso sí, la cultura ha resistido a gobiernos pésimos durante años.

–Eso parece una norma...

–Exacto. Cada ejecutivo tiene sus propios intereses históricos y siempre hay deformaciones.

–Una pena...

–Sí, pero pasa. El tener interés en la cultura es valioso. En julio di una conferencia en Berlín por una exposición de arte español en el Siglo de Oro y comprobé que fue una revelación para los alemanes. No conocían nada de las dimensiones de la España de entonces.

–Pues tienen el cartel de eruditos...

–Fue el primer imperio global y no se habían dado cuenta.

–Aprovechando la globalización, ¿tienen sentido los nacionalismos hoy?

–No, y me dejan muy preocupado por su resurgimiento. Lo que hemos visto con el «brexit» es un desastre. Más que para nosotros, es el impulso que da a los nacionalismos xenófobos en Europa.

–Crece sin parar... En Reino Unido tienen a Escocia, pero es muy diferente a lo de España. ¿De dónde surgen los de aquí?

–De hace años ya.

–Usted ha escrito mucho.

–Escocia fue un reino independiente y con peso europeo durante mucho tiempo, Cataluña, sin embargo, formó parte de la Corona de Aragón, y, hasta cierto punto, quedó arrinconada por la presión fiscal. En 1714, aquí se creó una monarquía compuesta autoritaria controlada por Madrid, con la que se perdía el diálogo. También hubo buenos momentos en la segunda mitad del XVIII, cuando se sintieron uno más durante las Guerras Napoleónicas, pero el XIX fue un desastre en este punto de vista.

–¿Entiende entonces la desafección?

–Sí. Perfectamente porque la viví en los años 50 con la presión del Gobierno de Franco.

–Eso debería estar enterrado a estas alturas.

–La gente no olvida.

–Un tema complicado todavía hoy. ¿Hasta qué punto ha mitificado o inventado Cataluña su historia?

–Bastante. Se olvidan muchas cosas y enfatizan otras, como el desastre del 1714. Y luego no quieren hablar mucho de, por ejemplo, el carlismo en la Cataluña del XIX.

–No les interesa...

–Porque no es progresista.

–Saltemos los Pirineos. En Francia, por ley, sólo es posible una lengua, aquí tenemos el ejemplo contrario. ¿Cuál es el erróneo?

–Yo soy partidario de más de un idioma.

–Enriquece.

–Sí. Me gusta el catalán. Una manera de solucionar esto es enseñar catalán y gallego, no hablo del vasco que es más complicado, en las escuelas de todo el país. Que los jóvenes tengan una idea de esas lenguas. No es tan difícil. Pero la gente se resiste.

–¿Por qué tenemos la costumbre a entender como otra cultura a aquellos que tienen diferente bandera e idioma?

–Es por la arrogancia.

–Egos...

–Es difícil salir de estas costumbres; por eso, es importante conectar y no separar. Y no veo en este momento un afán de hacerlo desde el centro.

–¿El contrapunto de esto sería el mundo Erasmus?

–Claro, la República de las Letras y el Humanismo.

–¿Debe ser el camino a seguir?

–Sí, aunque con tanto turismo hemos pasado a que lo peor sea lo de tomar «selfies» y no mirar los edificios.

–La historia siempre ha sido eurocentrista, con mucho peso del Imperio romano, pero ahora tenemos culturas emergentes, como la china y la india, que son muy diferentes. ¿Hay que cambiar la mirada?

–Creo que Europa todavía tiene un importante futuro por su diversidad. Aquí siempre ha existido una autocrítica que ha salvado al continente en los momentos de máxima arrogancia, como la descolonización, que es parte de ese sentido de culpa. China nunca se ha criticado a sí misma.

–Entre éstos y la globalización, hace semanas aparecieron unos esqueletos orientales en el Londres del Imperio romano...

–Sí, fascinante. ¡Había más globalización que hoy!

–Ahí quería llegar...

–Pero ahí el Nuevo Mundo de las Américas no estaba incorporado y por eso sufrieron esas catástrofes demográficas.