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Juan Manuel Llorca: «Si escribir no me diera placer me dedicaría a la papiroflexia»

«Los malos pensamientos» (Almuzara), con la que ha debutado, es una novela policíaca que está salpicada de grandes dosis de humor

Juan Manuel Llorca
Juan Manuel Llorcalarazon

«Los malos pensamientos» (Almuzara), con la que ha debutado, es una novela policíaca que está salpicada de grandes dosis de humor.

El ex director general de un banco aparece asesinado, cosido a puñaladas, en un suburbio de mala muerte. A partir de ahí, un inspector llamado Palacios, que tiene ataques de ansiedad y que depende de los ansiolíticos, comienza a investigar el caso. «Los malos pensamientos» (Almuzara) es la primera novela de Juan Manuel Llorca, un escritor que mezcla la intriga con el sentido del humor para hablar del paso del tiempo y de la condición humana. Ha escrito a color una novela negra, un libro que hace pensar al lector y le quita horas de sueño.

–Es la suya una narración policíaca con episodios de humor...

–En realidad, la novela pretende abordar la condición humana. La investigación del asesinato es la excusa para hablar del paso del tiempo y de la necesidad de compañía. Eso sí, con mucho sentido del humor y con una narración ágil que facilita la lectura.

–Vamos, una novela negra con mucho color.

–Me parece una definición magnifica. Y te informo de que te lo plagiaré. Efectivamente, es una novela negra a color.

–¿Tener malos pensamientos es de ser un buen pensador?

–Yo prefiero un malo con códigos que un bueno que se crea en posesión de la verdad. Cuando alguien es tan bueno, tan bueno, que no tiene malos pensamientos es bastante peligroso. Quien piensa tendrá buenos y malos pensamientos. De lo contrario sería tonto.

–¿Cuál es la diferencia entre los buenos pensamientos y los malos?

–Posiblemente no haya. La venganza, la envidia y el rencor pensamos que son malos, pero a veces son el combustible que nos permite avanzar en la vida. Por el contrario, en nombre de buenos pensamientos se queman iglesias, mezquitas y se ponen coches bomba.

–¿Cuándo piensa usted mal?

–Cuando era más joven pensaba bien de todo el mundo y luego me iba decepcionando. Ahora hago lo contrario. Pienso mal de las personas para después sorprenderme al comprobar que son buenas.

–¿Y bien?

–Cuando estoy dormido.

–Dicen que es un escritor prometedor, pero ¿usted qué promete?

–Buenos y entretenidos ratos al lector. Y con un poco de suerte, hacerlos pensar.

–¿Cómo?

–Utilizando el sentido del humor y haciendo trampas.

–¿Trampas?

–Sí, cerrando cada capítulo con una incógnita a resolver y empezando el siguiente por un camino distinto, aunque de nuevo acabará con otro enigma. Consiste, al fin y al cabo, en conseguir que la gente vaya a trabajar con sueño.

–¿En qué pensó usted para titular así su primera novela?

–En que los malos pensamientos son como una gasolina que nos permite seguir adelante.

–¿Cuál hubiera sido el título si hubiese pensado en otra cosa?

–(Piensa) El paso del tiempo.

–¿Pesa?

–Muchísimo. Pero no pesan los años, pesan los kilos.

–¿Está preparando ya la segunda?

–Sí. Me han dicho que es mejor que tenga los mismos personajes. Es decir, que intentemos construir una saga. Va a parecer como «La guerra de las galaxias», que empezaron por la cuarta. Y es que la que creía que era la segunda parte será la tercera. Y la tercera, la segunda.

–¿Es fácil hacerse un hueco en el mundo literario?

–No tengo ni idea, pero creo que es muy difícil. Son malos tiempos para la lírica. En cualquier caso, no se puede escribir con el deseo de triunfar. La aspiración máxima debe ser publicar.

–¿En qué piensa usted cuando escribe?

–En nada, eso es lo mejor. Me siento y escribo.

–¿Lo hace por placer o por obligación?

–Por placer. No entiendo a los escritores que dicen que escribir es un dolor de parto. Si escribir no me produjera placer me dedicaría a la papiroflexia.

–¿Si pienso mal acertaré?

–Te quedarás corto.

–¿Y si pienso bien?

–Te quedarás corto también.

–(Risas) ¿Y qué tengo que hacer, entonces, para acertar?

–Pensar bien y mal al mismo tiempo. Así somos. La bondad y la maldad absoluta no existen. Hasta los malos tienen códigos.

–¿Qué hace un filólogo hispánico como usted en un país como Estados Unidos?

–Vivir, salir adelante y aprender.

–¿No se plantea volver a España?

–Realmente no me he ido. Continúo levantándome por las mañanas y escuchando la radio española, leyendo las noticias españolas... Vivo a 10.000 kilómetros, pero sigo en Madrid.

–¿Chocan ambos lenguajes?

–La contaminación empobrece las dos lenguas. El español está contaminado del inglés, y viceversa. Trump habla de los «bad hombres». Qué cosas... La lengua universal es el inglés, y lo seguirá siendo. Pero el castellano tiene una importancia enorme que los propios hispanohablantes a veces no reconocemos. No le damos la dignidad que merece.