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«Juego de tronos» tampoco respeta a «Norma»

El Teatro Real sube a escena la ópera de Bellini 102 años después de su última puesta en escena en Madrid. Vuelve con un montaje inspirado en la famosa serie de televisión y con su aura mágica intacta.

El montaje del Real, coproducido con el Palau de Les Arts, recuerda a «Juego de tronos»
El montaje del Real, coproducido con el Palau de Les Arts, recuerda a «Juego de tronos»larazon

El Teatro Real sube a escena la ópera de Bellini 102 años después de su última puesta en escena en Madrid. Vuelve con un montaje inspirado en la famosa serie de televisión y con su aura mágica intacta.

«Casta diosa/ que con tu esplendor de plata/ iluminas estos antiguos y sagrados bosques,/ vuelve hacia nosotros /tu hermoso semblante sin nube y sin velo...» Así arranca la que está considerada como una de las arias de ópera más famosas y fascinantes de la historia, «Casta diva», interpretada por la sacerdotisa Norma. La obra, octava ópera de Vicenzo Bellini, es una tragedia en dos actos que cuenta y canta la historia de amor, traición, celos y corrupción moral que transcurre en la Galia alrededor del año 50 a.C., durante la ocupación romana. Paradójicamente cuando se estrenó en el Teatro de la Scala de Milán en 1831 (él compositor falleció en 1835) cosechó un rotundo y sonado fracaso, sin embargo, la obra entusiasmó a Wagner, que se mostró incondicional de la partitura belliniana, lo que en el compositor era toda una sorpresa habida cuenta de la animadversión que profesaba por el belcantismo. Pero éste era una caso excepcional, debió pensar el padre de «Parsifal». De hecho, en el siglo XIX resultaba habitual que los compositores interpolaran arias propias en óperas de otros autores y Wagner escribió una para bajo y coro de hombres para una producción de este título de 1837. En La Scala no la recibieron precisamente con ovaciones, a pesar de estrenarse el día después de Navidad, un 26 de diciembre. Parece que varios factores influyeron en que su llegada a escena se torciera: la indisposición de la prima donna, Giuditta Pasta (la soprano favorita de Bellini), además de la propia dificultad de la ejecución de la partitura y un grupo más o menos números de reventadores dispuestos a pedir la cabeza tanto del autor de la música como del libreto (que era Felice Romani). Ésa no fue una noche memorable operísticamente hablando; sin embargo, «Norma» ha quedado como el gran trabajo operístico de Bellini y cavatina «Casta Diva» como una de las más representativas de la historia de la lírica.

Este jueves se verá en el escenario del Teatro Real 102 años después de haberse representado en Madrid, un 28 de diciembre de 1914, lo que la convierte en un estreno en toda regla. Habrá 12 representaciones y serán tres los repartos que se alternarán en los papeles de Norma (Maria Agresta, Angela Meade y Mariella Devia), Pollione (Gregory Kunde, Roberto Aronica y Stefano Pop), Oroveso (Michele Pertusi, Simon Orfila y Fernando Radó) y Adalgisa (Karine Deshayes, Veronica Simeoni y Ketevan Kemoklidze). En el foso estará el maestro Roberto Abbado y en la regia de esta coproducción entre el Teatro Real, el Palau de les Arts y la Asociación Bilbaina de Amigos de la Ópera (ABAO) de Bilbao, Davide Livermore, con una escenografía «muy fuerte realizada con medios modernos» y cuya estética recuerda a la puesta en escena de la televisiva «Juego de tronos».

Pero, ¿por qué el aria «Casta diva» se ha convertido en un emblema? Para Joan Matabosch, director artístico del coliseo madrileño, «de los tres componentes de la música tradicional (ritmo, armonía y melodía), en Bellini el elemento esencial es el melódico. Y esta aria es uno de los ejemplos más significativos de esas melodías larguísimas características del estilo belliniano. De hecho, el compositor utiliza los elementos rítmicos y armónicos para lograr prolongar la línea melódica tanto como le sea posible». Un aria con una dificultad intrínseca: «‘‘Norma’’ es uno de los mejores ejemplos del llamado belcantismo romántico –explica Joan Matabosch–. El belcanto es un estilo de canto propio de la ópera italiana de finales del siglo XVII e inicios del siglo XIX. Se caracterizaba, entre otras cosas, por un virtuosismo en el uso de la voz humana que llegaba a convertirla en un instrumento musical. El virtuosismo era valorado en sí mismo, al margen de todo lo demás. Con frecuencia, el argumento no era más que una excusa para introducir momentos de gran lucimiento en las arias, que eran el auténtico objetivo del espectáculo. Con Donizetti y con Bellini, sin embargo, el ‘‘bel canto’’ evoluciona en una dirección radicalmente diferente: se pone al servicio de la expresión de los sentimientos dramáticos del texto. Y, en ‘‘Norma’’, estos sentimientos son tanto los propios de la cólera vengativa de la protagonista, como los de ternura y sacrifico. Para cada sentimiento, Bellini crea melodías que los expresa con una intensidad y una belleza excepcionales. ‘‘Casta diva’’ es un ejemplo de los muchos que contiene la obra. Se trata de un fragmento que exige a la cantante un dominio del canto ‘‘legato” excepcional y de una gran capacidad para la ornamentación».

Para el crítico musical Arturo Reverter, la voz de «Norma» ha de ser dramática, oscura, muy extensa y fácil para la agilidad, «y esas voces no existe hoy, de ahí que se cante por una soprano lírica ancha y no dramática o una lírica a secas. El personaje de Adalgisa se escribió para una soprano lírica y no para una mezzo, aunque suela ser cantado por este tipo de voz», comenta, y añade que la intérprete «ha de tener facilidad para apianar y hacer fortamentos. Se ha de cantar con mesura, suavidad y legato». Reverter tiene claro que a lo largo de la historia tres han sido las sopranos que han hecho bandera de este papel: «La primera, Giuditta Pasta, quien lo estrenó y que hay quien dice que era mezzo. En segundo lugar, Rosa Ponselle, una soprano dramática norteamericana de origen italiano que hizo su carrera en el Met de Nueva York. Y en tercer lugar Maria Callas, cuyo tono de voz llegó a comprararse precisamente con el Pasta». Sobre la terna que cantará en Madrid, el crítico subraya el acierto de la elección, «pues se trata de voces muy interesantes, sobre todo las de Angela Meade y Maria Agresta, sin olvidar la de Mariella Devia, digamos que un poco más liviana, que puede adolecer de cierto fuste y caudal, pero que es una gran voz belcantista». Matabosch añade a la lista varios nombres más: «Es inolvidable, para cualquiera, la tensión trágica de Maria Callas, la gloriosa introspección de Montserrat Caballé y la perfección técnica de Joan Sutherland, por citar tres nombres indiscutibles, pero sería un error asistir a una representación de «Norma» con la intención de comparar a las cantantes actuales con los referentes míticos del pasado. La realidad no será nunca comparable a un referente histórico mitificado, que recordemos que también tuvo sus detractores en su día, cuando los referentes eran otros» e insiste en que «precisamente una de las grandes dificultades de interpretar un papel como Norma, además de las intrínsecas de una parte de una complejidad enorme, se encuentra en la cantidad de referencias mitificadas del pasado que se han convertido en una leyenda».