Lenguaje

La Razón de... Darío Villanueva: «Los españoles somos el 9% de los que hablan español»

Darío Villanueva / Director de la Real Academia Española. «El español consta de una unidad asombrosa y debe tener una ortografía común que debe ser sencilla, y eso la española lo cumple a rajatabla». El director de la Real Academia Española recordó el vínculo lingüístico que mantiene España con Iberoamérica y el papel que jugaron esos países para sostener y defender la unidad del español. Aludió al cambio de apreciación del español en Estados Unidos, donde ya está dejando de ser un idioma de inmigrantes y ahora se reconoce la importancia política y social que tiene

De izda. a dcha., Vera, Barreno, Carlotti, Villar Mir, Silvio González, García de la Concha, Sanz Roldán, García Tejerina, Casals, Robles, Romay Beccaría, Parera y Fernández Curras
De izda. a dcha., Vera, Barreno, Carlotti, Villar Mir, Silvio González, García de la Concha, Sanz Roldán, García Tejerina, Casals, Robles, Romay Beccaría, Parera y Fernández Curraslarazon

El director de la Real Academia Española recordó el vínculo lingüístico que mantiene España con Iberoamérica y el papel que jugaron esos países para sostener y defender la unidad del español

No llegó como director de la Real Academia Española, sino como presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que es una manera de incidir en un aspecto, en ocasiones, insuficientemente valorado en nuestro país: la dimensión internacional que posee la lengua que compartimos y la importancia de la comunidad de hablantes de la que formamos parte. Darío Villanueva pudo hablar de Valle-Inclán, escritor que conoce mucho y bien; de Emilia Pardo Bazán, por cuya obra se mueve con desenvoltura, o de Camilo José Cela, del que ahora se cumple el centenario de su nacimiento y que, para él, no guarda ningún misterio. También podría haberse adentrado por los sinuosos y feraces caminos que ofrece la literatura comparada o haber improvisado una disertación sobre la relación entre el cine y las obras literarias, tema que no le es indiferente, pero, en cambio, prefirió retrotraerse a tiempos pasados, a ese momento en que el latín comenzaba a craquelarse y, entre sus fisuras, asomaba una nueva lengua romance que ahora llamamos castellano. Nadie duda de la importancia de este momento, pero Darío Villanueva quiso hacer hincapié en otro instante de la historia; en uno al que no se ha concedido tanta importancia o que muchos, por diversos motivos, no nombran o por el que se pasa a veces de puntillas: lo relevante que fue la independencia de las colonias españolas en América para la lengua que hablamos . «El español no es solo un idioma de los españoles. Es más que eso. Según los datos que tenemos, es la segunda lengua hablada por nativos en el mundo y, también, la segunda en internet y los negocios. No sólo importan los datos demográficos, esos 500 millones de hispanohablantes, sino también lo que hay detrás de esas cifras: el potencial cultural, político, económico y social», comentó al inicio de su intervención. Pero, en seguida quiso resaltar un acontecimiento esencial para el devenir de nuestra lengua que acaeció en el siglo XIX: «Cuando se independizaron los países de Iberoamérica, muchos temieron que, al romper las raíces con la matriz originaria del idioma, se produciría la fragmentación de la lengua, como había sucedido con el latín en el pasado, y que eso daría lugar a otras lenguas. Podría haber sucedido. Y eso no es positivo o negativo. Solamente sucede. Pero aquello no ocurrió porque las nuevas repúblicas nacientes, a la hora de constituir el estado, de establecer su administración o promover la educación de sus ciudadanos y el entendimiento entre ellos, pensaron que el castellano también era una lengua de entendimiento. Los españoles solemos ignorar que la españolización de las colonias era muy baja. Solo alrededor del 20 por ciento de los americanos hablaban español. Los demás mantenían las lenguas vigentes prehispánicas. Si ahora el español es una lengua ecuménica es porque esas repúblicas la escogieron».

Darío Villanueva insistió en el vínculo idiomático que une las dos orillas del Atlántico y quiso subrayar la importancia que ha jugado la RAE en esta unión. La Academia Española, fundada en 1713, enseguida se dio cuenta de la importancia que suponía dicha herencia para nuestra cultura y se esforzó por tender puentes y reemprender las relaciones para que los españoles y las comunidades de hablantes de América siguieran unidas. «La RAE fue consciente de este legado y que había que dar por finalizado el proceso político de la independencia y que había que hablar de un entendimiento lingüístico, ver la lengua como un instrumento de fraternidad». Los académicos volcaron en esa idea esfuerzo y tiempo. Promulgaron un reglamento para contruir academias en América a partir de once artículos sencillos, fáciles de secundar, que ayudaran a restañar heridas y convertir el idioma que se había empleado para insultar y zaherir al adversario en un lugar común de entendimiento, destinado a la fraternidad y la generosidad entre distintas poblaciones. A partir de ese momento, como describió Darío Villanueva, nacieron las academias colombina, ecuatoriana, salvadoreña y mexicana. El número ha crecido hasta alcanzar la cifra de 23 (incluida la de Estados Unidos y la ecuatoguineana), aunque el director de la RAE espera redondear el número «con otra más hasta alcanzar 24. Y, sin duda, esa debía ser el judeoespañol, el ladino, de Israel». Mientras esa esperanza va fraguándose poco a poco, Villanueva insistió en que, desde sus comienzos, «las academias comenzaron a trabajar en la unidad del idioma, que, a día de hoy, no se ha fragmentado. El español tiene una unidad asombrosa que no hay que confundir con uniformidad. Y eso lo podemos comprobar escuchando a diario por la televisón y la radio las declaraciones de los políticos y los deportistas de diferentes países hispanohablantes». Darío Villanueva insistió en la unidad ortográfica del español y señaló que, aunque existen variedades léxicas entre unos hablantes y otros, «el tronco común del español mantiene su unidad». A partir de ahí, expresó un deseo: «Me gustaría que los españoles tuvieran conciencia de estar incluidos en una gran comunidad lingüística de pueblos diversos». A continuación llamó la atención sobre algunas de nuestras obligaciones: «Es fundamental que España aborde una postura generosa, abierta y de respeto hacia todas las academias, tratándolas de igual a igual, trabajando codo con codo con ellas. El inglés no tiene academias ni una asociación, pero fue la lengua que ganó la Segunda Guerra Mundial. Pero nuestra historia está ahí y no la podemos ignorar. Ahora todos los académicos trabajamos con la percepción de que los españoles tan sólo somos el 9 por ciento de los hispanohablantes en el mundo. Ahora en Estados Unidos se está desarrollando un proceso apasionante con la comunidad hispana, que ya supera los 50 millones de personas. El español está dejando de ser una lengua de inmigrantes, vinculada a la pobreza, el exilio y la guerra. En este momento tiene presencia electoral, social, política, cultural, deportiva y musical. Lo que está ocurriendo es esencial para el reconocimiento de esta lengua, que tiene suficientes motivos para que sus hablantes estén orgullosos de su creatividad y relevancia social y política. A esto contribuimos los académicos. Se logró gracias a nuestros predecesores. Ahora las condiciones externas nos favorecen para mantener la unidad de nuestro idioma. Si conseguimos sostenerla en el siglo XIX, con la circulación de personas y cuando las palabras se mueven con libertad, esa unidad de la lengua no peligra hoy».