Literatura

Literatura

La venganza de Harper Lee

La correspondencia de la escritora con un historiador de Alabama, con quien ha hablado LA RAZÓN, desvela qué pensaba de su viejo amigo Truman Capote: «Era un mentiroso compulsivo», le escribe en 2006.

Harper Lee y Truman Capote se conocían desde niños; él la admiraba tanto como la envidiaba
Harper Lee y Truman Capote se conocían desde niños; él la admiraba tanto como la envidiabalarazon

La correspondencia de la escritora con un historiador de Alabama, con quien ha hablado LA RAZÓN, desvela qué pensaba de su viejo amigo Truman Capote: «Era un mentiroso compulsivo», le escribe en 2006.

Se asentó en Nueva York porque deseaba ser escritora. Harper Lee (Monroeville, Alabama, 1926-2016) encontró la fama en esta ciudad tras publicar «Matar a un ruiseñor», en 1960, novela que tuvo un éxito prácticamente inmediato. Sin embargo, en poco tiempo, Nelle, como la llamaban sus familiares y amigos más cercanos, quiso recuperar el anonimato del que disfrutaba antes de convertirse en escritora. Esta necesidad, incluso, le arrastró a varias batallas legales con los vecinos de su pueblo, que intentaron sacar el máximo provecho a su trabajo literario. Parecía imposible: la fama estuvo siempre cerca de alguna manera. Su padre, Amasa Coleman Lee, fue un reconocido congresista y abogado de Alabama. Más tarde propietario de un periódico. Disfrutó desde al infancia de la amistad del celebrado «enfant terrible» de Hollywood, Truman Capote, a quien ayudó a recabar información para su gran éxito «A sangre fría» (1959), novela basada en un cuádruple asesinato en Kansas, del que el escritor supo por un artículo que leyó en el periódico «The New York Times». Después, la obra de Nelle ganó el Premio Pulitzer antes de convertirse en un clásico de la Literatura estadounidense. Fue, a la vez, lectura prohibida en unos colegios de Estados Unidos y obligatoria en otros. En cierta forma como Capote en su trabajo en Holcomb (Kansas), Lee se inspiró en sus observaciones sobre sus vecinos de Monroeville (Alabama) para abordar las polémicas cuestiones de violación y desigualdad racial en este libro.

Realidades paralelas

Ahora su amigo, el historiador de Alabama y escritor Wayne Flynt, publica un volumen sobre la escritora «Mockingbird Songs: My Frienddship with Harper Lee», que se podría traducirse como «Canto de un ruiseñor: Mi amistad con Harper Lee», un guiño a su gran éxito y que lleva aparejada una cuestión: ¿qué pensaría ella de que su amigo revelase sus secretos? De entre todos uno de los más llamativos es la historia de tiranteces que vivió con Capote. Flynt aborda su relación con Capote, del que Harper Lee afirma en sus misivas que es un mentiroso. «Truman Capote tenía los problemas de mucha gente. Fue extremadamente inseguro durante su infancia. Creaba realidades paralelas para entretener a la gente y a sí mismo. Y creo que en parte lo único que deseaba era llamar la atención. El alcohol y las drogas no hicieron sino incrementar sus problemas», explica Flynt, en referencia a una de las misivas de Lee le mandó, que recoge en su libro. Ella le escribe que fue su amiga más antigua «aunque hay algo que jamás me pudo perdonar: que yo escribí una novela que vendió y fue capaz de guardar esa envidia durante más de veinte años».

De esta forma, se puede interpretar la queja de la escritora sobre Capote en marzo de 2006, al que critica por haber afirmado (y difundido) que él era el autor de su libro. Dolida, le confía a su amigo: «Truman, me han dicho, decía que había escrito TKAM (siglas por las que la escritora se refiere a su obra en inglés «To Kill a Mockingbird», que en español se tradujo como «Matar a un ruiseñor»). (...). No sé si te das cuenta de que sus mentiras compulsivas eran así: si decías: “¿Sabes que han disparado a JFK?”, él te respondía: “Sí, yo conducía el coche en el que viajaba en aquel momento”. Creo que en los últimos años de su vida sus miserias eran tan incontrolables que odiaba todo lo que se cruzaba en su camino», afirma Lee del excéntrico y genial autor, de ahí que le costara digerir el éxito de su amiga de la infancia con una única novela publicada.

Sin embargo, la elucubración, no parecía tan disparatada. Durante cierto tiempo la autoría de la novela se convirtió en uno de los temas favoritos en los círculos literarios en Nueva York y cineastas en Los Ángeles. ¿Le ha escrito Capote el libro a su querida Nelle? ¿Y al revés? ¿Le hizo Harper Lee a Capote su gran novela? Flynt se muestra tajante: «No creo que ella escribiese “A sangre fría”. Siempre reconoció de Truman Capote que era un escritor brillante, aunque en lo que más le ayudó fue en el proceso de investigación de la obra. Su colaboración resultó capital, pues se trataba de ayudar a un gay extravagante en un pueblo del sur de Estados Unidos. Nadie mejor que ella para hablar con la gente de allí y recabar información», reconoce Wayne Flynt del gran proceso de investigación que llevaron a cabo los dos amigos. A pesar del enfado de Lee, que muestra en su carta, se convirtieron en inseparables durante años y años. Compañeros de escuela, amigos y vecinos, en otra misiva le defiende cuando en los círculos literarios le critican por haber mantenido un «affair» con uno de los asesinos de la familia de Kansas. «No es verdad», le indicó Harper Lee a Flynt.

¿Cómo entablaron ambos amistad ? «Conocimos a Haper Lee hace bastantes años en una conferencia. Éramos más cercanos a su hermana Louis. Nelle era una persona extremadamente reservada. Así, en un principio trabamos amistad con su hermana y cuando ésta empezó a no poder hablar, (Harper Lee) nos llamaba y escribía», recuerda de cómo se fraguó su relación. En principio se dirigía a él como «Dear Mr. Flynt». Sus primeras misivas estaban escritas a máquina. Posteriormente las redactaría de su puño y letra. Se conocieron en 1983 en el pueblo de Eufaula (Alabama) y aquel encuentro no fue del todo como esperaba el profesor, quien al verla le pidió que le firmase un ejemplar de «Matar a un ruiseñor», a lo que ella se negó. «No, solamente firmo a los niños», le contestó Harper Lee, al que después se convertiría en su amigo. Pensó entonces en la descortesía de la autora, hecho que le dejó perplejo en aquel momento: «Se la ha descrito con diferentes calificativos como tímida e introvertida. Se decía que no se sentía a gusto con gente alrededor. Pero, no creo que fuera así. Simplemente era tímida y celosa de su intimidad. Le encantaba la conversación y era una gran contadora de historias, aunque por encima de todo fuera reservada. No le gustaba compartir su mundo privado con nadie. Y es algo que respetamos, de ahí que nos lleváramos tan bien, pues lo tuvimos siempre muy presente. Al principio de nuestra relación, nunca me dijo que no quería que hablase o escribiese de ella. Pero supe que era reservada», repite el historiador de la relación de amistad que mantuvieron él y esposa con la narradora.

Llena de miedos

Alejada de la vida pública durante años y famosa por los altercados con sus vecinos por querer hacer negocio con su libro sin su permiso volvió de nuevo a acaparar los titulares en la última etapa de su vida, cuando en 2015 se anunció la publicación de «Ve y pon un centinela», la secuela de «Matar a un ruiseñor», que después se supo que era el manuscrito original del libro que presentó a su editor antes de hacer cambios. Una vez modificado pasó a ser el clásico de la literatura que todos conocemos y del que se han vendido más de 40 millones de copias en todo el mundo. Todavía así explica las razones de la escritora para alejarse del mundo después de su éxito: «Recordemos que John Lennon murió asesinado no muy lejos del lugar donde vivía. Ella estaba preocupada. Había gente que la perseguía y todo lo que la rodeaba creó una atmósfera que le hizo actuar así. En una ocasión, recuerdo que hubo un hombre que la siguió hasta el coche, le intimidaba tanto. Sus miedos estaban ahí, eran genuinos», justifica el historiador. Incluso en una misiva le reconoce que se ponía tan tremendamente nerviosa en determinadas ocasiones que solía vomitar. Le pasaba antes hablar en público o de ofrecer entrevistas, las cuales dejó de conceder a mediados de los años sesenta.