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Fistro de la «A» a la «Z»

El humorista Chiquito de la Calzada, fallecidoen su Málaga natal, se hizo famoso por invenciones léxicas, muletillas y célebres frases que intercalaba en sus chistes entonadas en un peculiar dialecto que lo llevó a ser una de las figuras públicas más imitadas durante años.

Fotografía de archivo (Málaga, 24/11/2016) del popular humorista malagueño Chiquito de la Calzada.
Fotografía de archivo (Málaga, 24/11/2016) del popular humorista malagueño Chiquito de la Calzada.larazon

El humorista Chiquito de la Calzada, fallecido en su Málaga natal, se hizo famoso por invenciones léxicas, muletillas y célebres frases que intercalaba en sus chistes entonadas en un peculiar dialecto que lo llevó a ser una de las figuras públicas más imitadas durante años.

Con Gregorio Esteban Sánchez Fernández (Málaga, 1932-2017) se marchó ayer el último genio multidisciplinar de la Cultura, con mayúscula, española del siglo XX, un intelectual total que continuó la línea de Unamuno, de Ortega, de Marañón... Chiquito de la Calzada holló las cumbres filosóficas con tautologías luminosas como ésta: «Iba una enanaaaaaa», y explicaba que «una enana es una mujé mu shiquitita». O: «Socorro, no sé nadar. Me estoy ahogando, estoy húmedo». Reputado primero como cantaor flamenco y luego como humorista, también cultivó las Ciencias Sociales con enunciados politológicos hoy imprescindibles: «Un concejal de Cuenca, aquí en Madrid, es un mojón». «Pues igual que en Cuenca». Las tres películas que protagonizó («Aquí llega Condemor», «Brácula» y «Papa –sin tilde– Piquillo») también le abren de par en par las puertas del olimpo cinematográfico.

Sin embargo, la disciplina que más pierde con su fallecimiento es la Filología, pues con Chiquito de la Calzada se marcha el creador de lenguaje más importante que ha tenido el español desde, al menos, el primer Cela. Y puede que haya que remontarse a Valle-Inclán para encontrar a un inventor de palabras más preciso. Al palmarés del Premio Cervantes, cierto que suntuoso, la faltará siempre esta figura imprescindible para comprender la evolución de nuestro idioma desde los años noventa y su incineración hoy, tras un responso córpore insepulto a los pies del Cristo Cautivo, impedirá que yazca junto a otras glorias nacionales, pues sin duda hubiese gozado de un solemne funeral de Estado en el Panteón de haber nacido francés.

Gracias al efecto multiplicador de la televisión, los chispazos lingüísticos brotados del ingenio de Chiquito de la Calzada prendieron como un voraz incendio. Literalmente, España ardía cada vez que el genio malagueño se colaba en los salones a mediados de la década de los noventa y una legión de imitadores inundó los escenarios a su rebufo. Igual que los manuales de Literatura mencionan el teatro shakesperiano o la novela dickensiana, los estudios académicos no podrán sustraerse en un futuro próximo del término «chiquitesco» para englobar todo cuanto se hizo en el ámbito del espectáculo en la hégira de este creador colosal.

Un repaso nada exhaustivo de este español chiquitesco depara sustantivos comunes («fistro», una voz multiusos como solo el verbo inglés «get» lo es en el universo de las lenguas indoeuropeas) y propios (Meletérica para renombrar a la Guardia Civil), pero también expresiones más complejas como la locución verbal apocopada «te da cuén» o el sintagma preposicional «caidita de Roma», e incluso novedades fonéticas como la última unidad de esa interjección que podríamos transcribir como «jarl», a falta de un símbolo convencional que designe con exactitud ese sonido hasta él inédito, mezcla entre pospalatal y alveolar con su toque final agudo. Un significante, además, que la obra de Chiquito llenó de significado, en cuanto que «jarl» lo mismo transmite espanto que pasmo e igual evoca un placer que anticipa un problema. El que pueda, ahí quiero ver a los académicos de la RAE, que empate.

El universal «hasta luego Lucas, una despedida que ha trascendido el paso generacional, expresiones como «al ataquerr» o «por la gloria mi mare»... un sucinto glosario chiquitesco superaría con creces la extensión de este diario. Y tampoco conviene dejar de mencionar su maestría en la construcción de metáforas («trabajas menos que el sastre de Tarzán») o la inclusión en el español de elementos tonales propios de las lenguas asiáticas, con las que se familiarizó en sus giras por Japón como miembro de un cuadro flamenco. Porque incluso Mariano Rajoy se pronunció ayer sobre Chiquito de la Calzada humorista, un personaje muy popular, pero queda pendiente un estudio sobre su calado intelectual. En serio. No es un chiste.