Crítica de libros

Cela, juventud a golpe de artículo

Cela, juventud a golpe de artículo
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Con motivo del centenario del nacimiento de Camilo José Cela este año pro-liferarán diversas iniciativas conmemorativas y crecerá la ya inabarcable bibliografía sobre nuestro último premio Nobel de literatura. Es de esperar que todo ello arrumbe definitivamente ne-gativos aspectos de una figura intelectual que él mismo se construyó. Fue un agrio comentarista de su entorno cultural, gratuito descalificador de escritores noveles, contumaz practicante del exabrupto escatológico y autoparódico transgresor de lo políticamente correcto; pero también magnífico retratista de una atávica España profunda –carpetovetónica, diría él–, creador de personajes de esperpéntica melancolía, duro esteta del tremendismo argumental en sus inicios novelísticos, original viajero literario, entregado exégeta del erotismo liberador y decidido vanguardista experimental en sus últimos años. Bajo el título de «La forja de un escritor» (1943-1952) se publica una antología de sus colaboraciones en Prensa, correspondientes a una época de formación literaria coincidente con la aparición e in-fluencia de una novela de la envergadura de «La familia» de Pascual Duarte.

Pura literatura

Esta cincuentena de artículos, magistralmente seleccionados por el profesor Adolfo Sotelo Vázquez, autor de una esclarecedora introducción, muestran a un Cela imbuido de pura literatura, en posesión de sus mejores recursos estilísticos y centrado en algunos característicos temas: el tiempo y el paisaje, el realismo narrativo, la grandeza de la cotidianidad o su interés por las artes plásticas. Se articula el volumen en tres apartados: «Experiencias vitales», «El escritor y la escritura» y «La pintura y otras artes», que incluyen artículos fundamentales como el ya emblemático «La galera de la literatura», donde su autor postula su estética amasada de testimonialismo y sentimentalidad: «El escritor es el notario de la conciencia de su tiempo y de su mundo, y a la conciencia hay que tomarle el pulso donde está, a ras de tierra, esa caja de resonancia donde se escucha, isócrono y amargo, el cruento retumbar de los corazones». O «Contemplando una vieja foto», recuerdo del infantil mundo familiar; «Un escritor pasa por Madrid», genial semblanza de César González-Ruano; «Meditación ante un viejo reloj», entrañable fábula sobre la fugacidad de la vida; «Indolencia y desorientación», acerca de la disposición ánimica del escritor; «A vueltas con la novela», sutil teorización que trasluce la conocida admiración por Baroja; y «Elogio del mirón», sobre tan contemplativo modo de captación de la realidad.

Lo anecdótico adquiere el valor representativo de los ambientes de aquella España, la mirada crítica sobre la literatura, la música o pintura de esa época, sin olvidar episódicas experiencias como la de actor en una olvidada película, El sótano, de Jaime de Mayorga. Como bien señala Camilo José Cela Conde –hijo del autor de «La colmena»– en un curioso «Prólogo que no lo es», en estas páginas de claro origen «alimenticio», aunque no de menor rigor literario, nos asomamos a esos años de postguerra, cabría añadir que con un fondo de lírica distancia y sabia melancolía, la mejor huella de un escritor de raza.