Crítica de libros

De color negro

De color negro
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Su temática es meridiana: desarraigo, esperanzas de la emigración africana, choque de culturas para con las viejas democracias... De género afroeuropeo se le ha llegado a tildar. Pero la literatura solo es buena o mala. Y la de Mengestu pertenece a la segunda acepción. Estas páginas resultan un feroz examen acerca de la identidad, el amor, la desilusión, la amistad y el sacrificio. Se trata de una historia que avanza en dos mundos dispares: uno, narrado por un estudiante sin nombre, libresco y atrapado en el fervor revolucionario de los setenta en pos de la liberación de Uganda, y el otro, contado por una trabajadora social asfixiada en una sofocante ciudad universitaria del Medio Oeste norteamericano que se encargará de introducir en las costumbres a un joven refugiado del que se acabará enamorando. No aborda nada mal las ausencias, equívocos y lagunas culturales, huyendo de la sensiblería y el tono complaciente hasta recalar en el tono reflexivo del que goza la narración. Pero, en otros aspectos, como el retrato de Isaac –su amigo inmigrante que siente añoranza por su país y todo lo que deja atrás– no logra el autor etíope la misma intensidad. Más interesante resulta descubrir el modo en que los diversos movimientos de origen popular que encabezaban todas estas revueltas bélicas terminan volviéndose contra sus propósitos por culpa de la ambición o la inestabilidad del Estado.