Crítica de libros

De paseo con Monjardín

De paseo con Monjardín
De paseo con Monjardínlarazon

Pese a su militar fama posterior, la palabra arsenal tiene una atractiva etimología del árabe «dar-al-sina» «casa de la industria» o «taller», italianizado arcaicamente como «arzanale» y con el significado, en principio, de muelle para la reparación de navíos. ¿Cómo olvidar los arsenales del magnífico imperio veneciano? Pues bien, el «Arsenal de la quimera» que nos ofrece Monjardín es una suerte de almacén industrioso que depara sorpresas narrativas en una de las más especiadas prosas de los últimos años.

Este libro desvela a un escritor originalísimo, a camino entre la narrativa fragmentaria, el ensayo y la crónica de viajes, que ha querido ofrecernos un mundo propio, el de los Territorios, habitados por una borgeana taxonomía de seres envarados o bienhumorados que se enfrentan a dilemas vitales en una épica personal y cotidiana que enfrenta a la razón y la sinrazón.

Tras una primera incursión en el mundo del relato en «Lecturas para desconfiados» (2008), ahora nos muestra otro mundo simbólico que presenta una descripción en absoluto política de la sociedad, pero sí a cuenta de los grupos y generaciones que la conforman. Con un lenguaje depurado y un estilo preciso, este mosaico narrativo juega con cierta improvisación jazzística con el vocabulario. Monjardín es una rara avis en el a veces demasiado previsible panorama editorial español, dotado de un sexto sentido infalible para la anécdota y para transformar la realidad a través del espejo deformante de esos territorios insospechadamente cercanos. A veces «voyeur» filosófico del idealismo alemán, otras «flâneur» por las ciudades (muy reconocibles) de esos territorios, o también cronista de la sal ática y la Grecia inmortal, se diría que bebe directamente de la tradición literaria del paseante, desde Baudelaire a la obra inconclusa de los Pasajes de Walter Benjamin, a la que nos recuerda en versión galaica y con su correspondiente (alta) dosis de humor y morriña a partes iguales. Pero lo mejor que se puede decir de «Arsenal de la quimera» es que no se parece a nada y de su autor que ha escrito el libro que ha querido escribir.