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Doña Oliva, la décima musa de Lope de Vega

Doña Oliva, la décima musa de Lope de Vega
Doña Oliva, la décima musa de Lope de Vegalarazon

La narrativa de José María Merino (La Coruña, 1941), desde aquella prodigiosa novela que es «La orilla oscura» (1985), relato de un iniciático viaje fluvial por una onírica jungla, se encuadra en un original realismo marcado por el mundo de los sueños, el protagonismo de la fantasía, los mitos y la magia, que anidan en un personalísimo universo literario. Combinando elementos simbólicos con referencias antropológicas, tradiciones culturales con cotidianidades, esta novelística ahonda en los fantasmas de un subconsciente colectivo, donde una problemática sentimentalidad, la inquietante sombra del conflictivo pasado, una proverbial incomunicación humana o la ambigüedad perceptiva de los sentidos conforman una singular ficción metarrealista.

Este imaginario fabulesco, que se ha intensificado durante décadas de entregada dedicación creativa, encuentra su plenitud en «Musa Décima», una obra que aúna investigación histórica con libre invención narrativa en un curioso híbrido de impostada verosimilitud y mixtificado documentalismo. La acción fluye en dos historias paralelas protagonizadas por un par de decididas mujeres: por un lado, en el siglo XVI español encontramos a Doña Oliva Sabuco, joven humanista que el mismo Lope de Vega apelaría admirativamente con el sobrenombre que titula la novela, autora del libro «Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre», un ambicioso tratado de ética social; y por otra parte en la época actual, Berta, una profesora estudiosa de la obra y personalidad de Doña Oliva, gravemente enferma, madre de Rai, un joven ejecutivo aficionado a la novela gráfica y suegra de Marina, quien continuará y acabará la novela histórica que ha comenzado a escribir sobre su admirada ensayista. Esta fascinación proviene de la valentía de una mujer que en el Siglo de Oro desafía la arrogancia intelectual masculina, del mismo modo que la propia Berta provoca el escepticismo familiar con una investigación crítica con la que a su vez huye de su penosa salud.

Más allá de las situaciones episódicas de la trama hallamos aquí la reivindicación del protagonismo cultural femenino, una acertada reflexión sobre el pacto novelesco entre verdad histórica y ficción narrativa, el penetrante análisis de la sentimentalidad familiar –los «afectos» del libro de «Musa Décima»–, y un asedio a la gestión de las emociones en un vaivén de fidelidades y deslealtades. Destacan las páginas dedicadas a la figurada relación corresponsal entre Doña Oliva y Cervantes, porque se alude significativamente a don Quijote como un personaje que, combatiendo la ficción caballeresca, accede a una aventura que esconde un fondo de sensato humanismo moral.

En la obra de la escritora renacentista leemos: «La imaginación es un afecto muy fuerte y de grande eficacia. Es general para todo, es como un molde vacío, que lo que le echan eso imprime. Y así, también mata como si fuera verdad. Y por eso mueren algunos de sueños, soñando cosas que les quitan la vida...» (pág. 42). Merino rinde merecido y certero homenaje a esa imprescindible imaginación creadora.