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El imperio de los cinco sentidos

El imperio de los cinco sentidos
El imperio de los cinco sentidoslarazon

Después de leer este libro no queda la menor duda de que Didier Decoin tiene una gran erudición sobre Japón en general y el período Heian (siglos IX al XII) en particular. Y todo ese conocimiento impregna el libro, irrigando cada oración, insuflando cada imagen como si de un álbum de impresiones y sinestesias se tratara. Pero la sabiduría del autor no obstaculiza el relato, no la utiliza como pretexto para aplastar la historia, sino que resulta ser el soporte para toda la belleza, extrañeza y sensualidad de una novela preñada de colores puros, aromas delicados, pájaros blancos y mil motivos simbólicos que el autor crea para este viaje iniciático de una bella viuda en un Japón eterno, entregado al refinamiento y la exaltación de los sentidos, plagado de criaturas sobrenaturales y gobernado por las leyes de la naturaleza.

Las más bellas carpas

La novela nos habla de la obstinación de una joven al querer rendir homenaje a su difunto esposo en un mundo tan delicado como inhóspito. Su nombre es Miyuki y mantenía una idílica relación con Katsuro, el pescador con más talento de Shimae, en la isla de Honshu, que se encargaba de surtir los estanques de la ciudad imperial de las carpas más hermosas. Pero acaba de fallecer y solo ella puede reemplazarle para llevar su última captura a la corte a través de un camino habitado por 800.000 kamis (deidades sintoístas), peregrinos budistas, trampas, fuertes lluvias, bandidos sanguinarios, aves zancudas hambrientas, madames exigentes, prostitutas que se venden a cambio de libertad... Pero nada puede detenerla en su viaje sagrado. Quiere ser digna de su marido. Una vez en la corte imperial, con la misma inocencia con la que ha conocido el sexo y el engaño, y vestida con doce kimonos de seda, le entrega las carpas al director de la Oficina de Estanques y Jardines, no sin pasar la última prueba: será la insospechada protagonista del concurso anual de perfumes convocado por el 78 emperador de Japón con el tema de «Una doncella cruzando un puente de luna entre dos neblinas»... Un nuevo desafío digno de una segunda novela.

Pero, más allá de las imágenes desbordantes de una civilización tan alejada de nuestros códigos y referencias culturales, Decoin (Premio Goncourt en 1977 por «John L’Enfer») nos plantea un desafío del que sale con éxito por su destreza para describir un mundo embriagador. Un auténtico texto iniciático, sensual y espiritual que captura la verdadera esencia del amor romántico. Aunque Katsuro no esté en este mundo desde el inicio de la narración, acompaña a su esposa en todo momento durante el viaje al tiempo que ella recuerda las descripciones que él le hacía, transita por los lugares por los que él caminaba y evoca sus noches de intimidad. Se hallan tan fuertemente conectados que ni la muerte ha podido separarlos.

Todo nos es relatado con un estilo sugestivo capaz de traducir la evanescencia, lo fugaz, lo ingrávido, asociado a destellos deslumbrantes. No es exagerado decir que Decoin lleva al más alto nivel el arte de novelar y que concluida la historia ya nos somos lectores, sino que habitamos aquel tiempo y espacio junto a la valerosa Miyuki.