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El insecto enamorado

Nahum N. Glatzer dibuja un Kafka atormentado en sus pasiones

El insecto enamorado
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¿Sabía Franz Kafka lo que era el amor? El autor de este trabajo, originalmente publicado en Nueva York en 1986, se lo pregunta y cree encontrar, tras estudiar su biografía y su epistolario, «el triste reconocimiento de que nunca había conocido las palabras “Te amo”». Es una afirmación arriesgada, pues en ese territorio íntimo todo es ambigüedad, y más frente a la figura atormentada, enfermiza y obsesiva del creador de «La metamorfosis».

Es el enésimo libro sobre Kafka, pero dichosamente nunca es suficiente, sobre todo cuando la novedad la firma una autoridad en la materia como Nahum N. Glatzer, que fue quien editó el primer manuscrito en inglés del checo, junto con Hannah Arendt, en 1945, e inició las negociaciones con Felice Bauer para que donara las cartas de Kafka, diez años más tarde, a propuesta de una editorial. Franz conocería a Felice en la casa de ésta en Berlín, y ella, dice el ensayista «se convertiría en la fuente de mucha alegría y desesperación durante los siguientes cinco años de la vida de Kafka», que empezó, cómo no, con una abundante correspondencia.

Desapego sexual

El propio Kafka se dijo que no era «espiritualmente apto para el matrimonio», y a lo largo de «Los amores de Kafka» (traducción de Roberto Vivero y Pilar Moure) se conocerá su desapego al sexo o incluso su temor a ser impotente, en paralelo a otro tipo de amor, quizá el más profundo que sintió, por su hermana Ottla. «Kafka consideraba su vida amorosa un fracaso desalentador. Sabemos lo solo que estaba», asevera Glatzer, y encuentra una frase en la que Kafka llega a escribir que «las mujeres son trampas»; tantas dudas le asolarían, que haría en una ocasión una lista de pros y contra para decidirse si mantenerse soltero o casarse. Y sin embargo, el libro nos da la imagen de un hombre con varios compromisos maritales y un marcado perfil enamoradizo.

De joven, se sentirá fuertemente atraído por dos actrices del teatro yiddish, de forma muy platónica, a lo que le seguirían ciertas relaciones que póstumamente derivaron en misterios a los que no todos dan crédito. Es al caso de Grete Bloch, amada de Kakfa cuando éste estaba comprometido con Felice, que aseguró en una carta haber tenido un niño con él (sobre el cual el escritor no sabría nada) y que daría en adopción. Asimismo, se sabe con certeza que también se interesó por Fanny Reiss, una alumna de Max Brod de la escuela para refugiados judíos, y que con Julie Wohryzek, a la que conoció en una pensión del Tirol italiano, llegaría a acordar planes de boda. El Kafka deseoso de soledad solapaba sus amoríos: estando comprometido se enamoraría de la traductora Milena Jesenská, pero tampoco se abriría un futuro claro con ella. Hasta que llegó Dora Dymant, a la que conoció en 1923, ya enfermo de tuberculosis, cuya vida en común acaba de convertir en novela el alemán Michael Kumpfmüller.