Literatura

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El juego del gato y el ratón

El juego del gato y el ratón
El juego del gato y el ratónlarazon

Arrancaré esta reseña diciendo lo que este libro no es: las «Cartas» de Jane Austen, por más que algunos se empeñen en compararlas en su esencia. Por continuar pensando en voz alta, una llega a la siguiente reflexión: si la esquiva Ferrante quería que este volumen representara lo contrario a lo que lleva años reivindicando –la nula importancia del autor frente a su obra–, el resultado tiene el efecto contrario. Se trata de un libro que invalida tal afirmación, especialmente cuando la autora –sea quien sea– afirmaba que cualquier texto es un cuerpo autosuficiente que tiene, en sí mismo, todas las preguntas y todas las respuestas. Este viaje por la escritura descorre muchos visillos de su trastienda creadora para proporcionarnos parte de una información que ella misma se ha afanado en ocultar, lo que significa que toda su legión de seguidores estará encantada de zambullirse en estos textos huérfanos.

Justo es ahora decir lo que pretende ser: a través de ensayos, reflexiones y entrevistas escritos a lo largo de 20 años, encontramos textos, detallados en su descripción, que versan sobre las relaciones de mujeres y hombres, entre madres e hijas, entre amigos; sobre el feminismo, la maternidad, el psicoanálisis, las mujeres rotas, la política espectáculo, el circo-mediático, Nápoles... También cuestiones un tanto sobreactuadas acerca de su vida (o la del personaje llamado Elena Ferrante). Eso es en esencia esta «Frantumaglia» (del verbo frantumare, que en napolitano significa hacer trizas, moler, triturar). Así es cómo la madre de la autora denominaba a esas briznas de ideas persistentes que vienen de no se sabe dónde y bisbisean en nuestras entrañas hasta molestar. Nos encontramos, pues, con una Ferrante que suena como si estuviera jugando un juego del gato y el ratón con los periodistas; tan tímida como pasiva-agresiva, en otras ocasiones, y, no pocas veces llega a sonar pretenciosa y con tendencia al autobombo. En cualquier caso, se la reconoce perfectamente instalada en ese murmullo que pretende ser el principio de toda creación, el Big Bang de su prosa, el arranque de su narrativa.

Sabemos lo que ella quiere que sepamos pero seguimos ignorando quién se oculta tras su seudónimo. Se ha especulado con que Ferrante es un ejercicio de travestismo literario de un escritor talentoso y tímido. Otros piensan que se trata de un experimento a cuatro manos de los editores de Edizioni, que la publica desde 1992, pero el periodista Mario Gatti desveló, después de investigar sus cuentas, que se trataba de la traductora Anita Raja. Poco importa su identidad, de igual forma que no alteraría saber si Lope de Vega fue, en puridad, una factoría de «negros» literarios. Lo que tiene miga es que una autora que se cuestiona las convenciones de la comunicación masiva y reitera que la «ausencia» del autor es lo más sano para una obra, publique unas páginas relativamente íntimas. Esta frantumaglia no está nada mal pese a que tampoco sea una revolucionaria de las letras quien lo ha abordado.