Crítica de libros

El «reality» más detestable

El «reality» más detestable
El «reality» más detestablelarazon

El autor italiano más vendido de su país ya demostró en su anterior novela , «El cazador de la oscuridad», su capacidad para el delirio teológico y su desbordante imaginación para la intriga metafísica. Ésta consiste en que el mal es una anomalía invisible, por lo que el cazador de sombras debe centrarse en las extrañezas que marcan las huellas del mal para poder detener al monstruoso asesino. En «La chica en la niebla» se centra exclusivamente en la ambigüedad del mal y el relativismo moral. Un absurdo. Pero él es un novelista, un fabulador interesado en darle un vuelco a la intriga psicológica y centrarse en la creación mediática del monstruo a costa de olvidar a la víctima. En este sentido, es una novela singular.

Un ser monstruoso

Los elementos que componen el relato criminal son tres: la víctima, el asesino y los media que crean el fenómeno de la bestia. Lo esencial es que el detective investigue, encuentre a un criminal, lo lleve ante la justicia y suture la herida social abierta con la muerte de un inocente. Aquí la víctima es el motivo que abre la búsqueda del asesino, pero el policía mediático Vogel convierte la investigación en un circo mediático, con el concurso de prensa y televisión, que hacen mártir a la víctima y del asesino un protagonista de un «reality» para masas estultas.

La crónica negra televisiva es como el porno, que amplifica de forma hiperrealista el más obsceno rincón del cuerpo, como si los poros condujeran a lo que se oculta. Es así como el más repugnante gusano se convierte en un monstruoso ser que alimenta a la cadena de zombis que componen la industria del morbo: la víctima obliterada a favor del monstruo; el policía y los periodistas sensacionalistas que montan el gran guiñol de la telerrealidad macabra y las cámaras apostadas en la casa de la víctima, repleta de ositos de peluche y candelas trémulas.

De esta forma, Carrisi ha hilvanado, pues no llega a coser el traje, un libro que se mueve entre fogonazos certeros y su incapacidad para estructurar un relato que pueda resultarnos novedoso con un punto de partida apasionante: cómo se construye un fenómeno mediático y quiénes manipulan con éxito el relato sensacionalista en el que el asesino opaca a la víctima. ¿Quien recuerda a los niños de Granada asesinados por su padre José Bretón? ¿No es el de Anglés un rostro más popular que las olvidadas niñas de Alcácer. Escribe Carrisi: «La gente no busca justicia, solo quiere un culpable». Es una de las formas de sentirse segura al saber que los asesinos van a ser castigados.

En este libro el cinismo más descarnado encuentra en el policía que amaña pruebas y la periodista sensacionalista a una pareja realmente monstruosa que crea una historia mediática a la medida de su venal existencia. Cínica, cerebral, certera, a veces repleta de hallazgos literarios y en otras ocasiones plana, discursiva y sin suspense, «La chica en la niebla» es un intento elogiable de cómo la mentira mediática y la creación del monstruo como fenómeno de masas se ha convertido en un género del «reality» detestable.