Literatura

Literatura

Entre Proust y Thomas Mann

Entre Proust y Thomas Mann
Entre Proust y Thomas Mannlarazon

Todos los escritores en algún momento piensan que son un fraude, que el talento que creían tener es mera ilusión, probablemente porque, para la mayoría, es cierto. Pero no para este prodigio llamado Knausgård, que bajo el subversivo título global de «Mi lucha» ha abordado una hexalogía que supone una de las mayores empresas novelísticas que se puedan recordar. Tres mil seiscientas páginas generosas en reflexiones íntimas, escatológicas y psicopatológicas, donde no sólo se busca a sí mismo sino que se cita con el lector para un determinante duelo existencial. Como Proust, se sirve de la palabra en tanto terapia a través de la reinserción de los acontecimientos, ya que la auténtica lucha del verdadero Karl Ove transcurre de piel hacia adentro: la forma en que metaboliza la muerte de su alcohólico padre, la bipolaridad de su mujer, su asepsia ante la paternidad... La conversión del prosaísmo en arte; la persecución del equilibro entre la necesidad de crear o la de vivir. Ahora nos llega la quinta –y penúltima– entrega de esta epopeya autobiográfica enloquecedora y adictiva. Es curioso que en la primera frase nos anuncie que, de aquellos 14 años que vivió en Bergen, le quedan pocos recuerdos. Se refiere a 1988, cuando se convirtió en el alumno más joven de la Academia de Escritura.

Como Salieri

Si no le queda «ni rastro de aquella época», deberíamos suponer que sería imposible acometer un libro de 700 páginas, pero para los adeptos de Knausgård (secta a la que pertenezco), se agradece que no haya sido así. El siguiente –e irresoluble– enigma, si su memoria es tan andrajosa como él manifiesta, es decidir algo que a quien esto escribe poco le importa: ¿cuánto es verdad?

En este tomo asistimos a su educación sentimental, social y literaria, donde las cosas no le marcharán nada bien. Será cuestionado una y otra vez como escritor y vivirá como un auténtico Salieri los éxitos de cada compañero Mozart que triunfa. Pero, ¿por qué continuar leyéndole cuando, a todas luces, parece un perdedor sin remedio? Bebe como un adolescente imberbe –no es de extrañar que recuerde poco–, roba, traiciona a sus novias, se mete en peleas, se autolesiona. Cuando es consciente de lo que ha hecho, la vergüenza le atormenta y regresa a la botella para olvidar al paso que mina su autoestima. Como hombre, Karl Ove puede no saber a dónde va, pero como escritor lo hace y encuentra a su primer editor antes de que este volumen concluya. Sin embargo, lo misterioso es que, a veces, es como si no estuviéramos en las páginas de este libro, sino fuera de él y bajo su manto de confianza.

No me gustaría definirlo como el libro del año o de la década, porque está llamado a más altas metas: a ocupar un lugar privilegiado en la presente centuria. Un clásico de reciente cuño que se sitúa por derecho de su renglón firme, su ausencia de tabúes, prejuicios y vergüenzas, a la altura de Proust, Sebald o Mann.