Literatura

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Escuchen esto: Jazz para leer

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Dicen que escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura, un sinsentido. Al menos es una famosa cita que le atribuyen a Frank Zappa. Intentar aprender a escuchar leyendo debería serlo también. Bueno, Ted Gioia piensa lo opuesto. El crítico e historiador de música americana, quizá la voz más autorizada sobre el jazz de su país por libros como «La historia del jazz» y «El canon del jazz. Los 250 temas imprescindibles» (ambos en Turner), se ofrece a realizar una labor inconmensurable: una guía que sirva de introducción al estilo opaco por antonomasia, al género que nació como pura expresión popular pero ha adquirido un estatus casi de culto esotérico. Él nos va a guiar por una aventura extraordinaria en la que cabe casi todo, desde el baloncesto a Pitágoras y la lucha por los derechos civiles. Porque el jazz celebra la autonomía del ser humano y el juego en equipo. El jazz se atiene a la matemática y al espíritu a partes iguales. De todo eso se sirve Gioia para «hacernos oír», sin descuidar categorías teóricas como el ritmo, el pulso, el fraseo, el tono y el timbre y la estructura de un estilo que a muchos se nos antoja inasible. «Como beber de una manguera a toda presión», dice el autor.

Es necesario matizar que Gioia ha sido crítico de jazz, pero basa su potestad para estirar el pulgar hacia arriba o hacia abajo en una trayectoria de pianista y profesor (menos fructífera que la de escritor, como él reconoce). Así que cumple el requisito número uno del crítico: ser un músico más o menos frustrado.

Los conceptos

Prometimos baloncesto y aquí está: «Una vez, alguien me señaló que los mejores entrenadores de la NBA, como Phil Jackson o Pat Riley, no habían sido los jugadores más brillantes. Les vi jugar, y se pasaban la mayor parte del tiempo en el banquillo. El hecho de que tuvieran que luchar para conseguir tiempo de juego les otorgó una perspectiva trabajada por la que nunca se tuvieron que preocupar los genios de nacimiento. Mi desarrollo como músico me dio la misma sensación. Aprendí lenta y escrupulosamente. Cuando hago una crítica a un intérprete novato, la hago con simpatía e identificación personal», señala en los primeros compases del libro, antes de abordar los conceptos primarios. Seguimos tirando a canasta para explicar qué es el «swing», el «duende» del jazz. Gioia trata de desacralizar el estilo. Una banda suena bien cuando lo hace conjuntadamente, igual que en baloncesto cuando se juega en equipo. Cuando tiene un sentido colectivo, hay «swing». Pero, ¿cómo apreciarlo? Gioia tiene una solución de sentido común: escuchen en YouTube una banda de aficionados. Descubrirán la ausencia de conexión entre el bajo y la batería, la locomotora de todo esto. El autor, que por convencimiento usa tecnicismos, también trata de desmitificar el género por el camino inevitable: invitando a escucharlo, eso sí, con algunos trucos, ralentizando el audio o acudiendo a transcripciones. Gioia sugiere cerrar el libro y dedicarse a algunos clips de internet, porque él no puede hacer todo el trabajo. Temas antiguos de King Oliver, de Sidney Bechet... ejemplos para entender conceptos como el fraseo y la improvisación, los compases y el resto del armazón teórico.

Más arriba apareció Pitágoras. «En la época de los griegos, los músicos occidentales tenían que elegir entre crear sonidos y tocar notas y optaron por lo segundo, pero los músicos africanos nunca se vieron iluminados (¿o debería decir corrompidos?) por el pensamiento pitagórico. Siguieron otro camino y crearon una música basada en gradaciones infinitas de sonidos y no solo de la escala de doce notas», escribe el autor. En otras palabras, no es que rompieran el pentagrama, es que lo volvieron flexible. Los pioneros del jazz hacían gruñir, toser, gemir a las notas, las sacaron de la categoría cerrada y, sin embargo, con la evolución del género, a través de intérpretes que sí sabían leer sobre las cinco líneas, lo llevaron a otro nivel. Pero nunca tocaban las notas de una manera platónica ideal, sino «torturándolas para que digan la verdad», según Gioia. En la narración histórica, el autor es más elocuente y apasionado. Narra el misterioso nacimiento del género, que se produce en la ciudad más insalubre de América, Nueva Orleáns, donde se propagan a partes iguales la fiebre amarilla y las tradiciones culturales de un sinfín de procedencias. De ese «gumbo» cultural, del blues de río arriba (Mississippi) y la cadencia del final de éste (el Caribe, África), nacerá ese primitivo sonido que desafió todas las reglas conocidas y que, sin palabras, luchará a favor de la emancipación de los negros.

Sin embargo, Gioia fracasará en su intento de «hacernos oír» si nosotros no escuchamos. «Si el lector quiere aprender algo de esta guía de audición, que sea el respeto por las exigencias de la música», es decir, la comprensión humilde. «La obra de arte nos obliga a adaptarnos a ella, y, de esa manera, se puede distinguir de la evasión superficial que se adapta al público, que le da lo que quiere». Para eso está la tercera parte, quizá la más útil del volumen. Una sucesión de capítulos sobre las figuras centrales del jazz (Coltrane, Davis, Coleman, Monk...) que nos indican por dónde empezar, qué buscar. El resto lo hacen ustedes.