Literatura

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Estamos sin control

Estamos sin control
Estamos sin controllarazon

En una de las entradas de su diario, John Cheever apunta que hay que escribir sobre las cosas más cercanas a nuestro dolor, a nuestra felicidad, una premisa que nada tiene que ver con el sentimentalismo que parece estar ausente en los seis relatos que conforman «Estabulario», el nuevo libro de Sergi Puertas y en el que, según se anuncia en la contracubierta, «se escuchan ecos de Ballard, Lem, Chirbes y Cronenberg o del universo distópico de Black Mirror». Mezcla rara de realismo y ciencia ficción, en ellos se asiste a un mundo que se asemeja al nuestro, aunque las cosas que allí ocurren parecen ser de otro mundo. Hay hombres que usan trajes biológicos, mujeres que son secuestradas por fanáticos religiosos y obligadas a cocinar, estados independientes en el sur de España, mutantes que amenazan con destruirlo todo, operaciones inmobiliarias sospechosas y, colmándolo todo, una visión pesimista del ser humano, condenado a vivir en una sociedad de control que funciona, como indica el título del libro, a la manera de un estabulario. Lejos de los cánones del relato tradicional, que busca el final sorpresivo y la tensión narrativa, en estos, Sergi Puertas propone una estructura diferente que es capaz de unir lo mejor del realismo sucio norteamericano de autores como Tobias Wolff con las innovaciones de los maestros de la narrativa posmoderna como Donald Barthelme o, más cercanos en el tiempo, David Foster Wallace.

Desde el primer relato, «Obesidad Mórbida Modular», que persigue las vicisitudes de un hombre encorsetado por un traje biológico, hasta el último, «Estabulario», donde se combina con destreza la ciencia ficción con el suspense y el terror cotidiano con el realismo, Puertas logra plasmar, con una escritura exenta de florituras y vuelo poético y en la que predomina el tiempo presente y un estilo descriptivo, un mundo personal tan paranoico como asfixiante. En ellos, demuestra que se puede concebir un universo de pesadilla y delirio, donde las cosas más cercanas a nuestro dolor y a nuestra felicidad se encuentran en la tecnología, en el control, y en un futuro que, según parece, puede vislumbrarse en un presente constante.