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Javier Cercas: «Hoy la impunidad de la mentira es asombrosa»

El escritor regresa a la Guerra Civil con «El monarca de las sombras», la indagación novelística de Manuel Mena, su tío abuelo, que simpatizaba con los falangistas y que falleció en la batalla del Ebro con 19 años.

Javier Cercas, ayer, durante la presentación de su libro en Madrid
Javier Cercas, ayer, durante la presentación de su libro en Madridlarazon

El escritor regresa a la Guerra Civil con «El monarca de las sombras», la indagación novelística de Manuel Mena, su tío abuelo, que simpatizaba con los falangistas y que falleció en la batalla del Ebro con 19 años.

Esta es la historia de Manuel Mena que a los 17 años acudió a la guerra siguiendo la llamada de unos ideales y a los 19 murió en el frente. Su recuerdo pervivió en la memoria entre la admiración, el silencio y la aureola que se reserva a los héroes. Javier Cercas recupera ahora la figura de su tío abuelo en «El monarca de las sombras», un muchacho que por aquel entonces simpatizaba con los valores del falangismo y que acabó combatiendo con los Tiradores de Ifni. «Es una historia fundacional para mí por razones obvias, por mis orígenes personales. Tenía, de alguna manera, que abordar el pasado más desagradable y vergonzoso de mi familia», comenta el novelista.

Esta narración, que entronca con «Soldados de Salamina» y con «El impostor», era uno de los retos que Cercas albergaba desde los inicios de su carrera literaria. «Tengo la impresión de que mis obras anteriores eran una mera preparación para este libro», asegura. De hecho suponía arriesgarse a de-sempolvar un pasado que podía resultar muy duro para él y para su madre, la persona que más le había hablado de Manuel Mena. «Tenía una sombra sobre mi pasado familiar. ¿Quién era este chico? Durante esta indagación descubrí que no sabía cosas de mis antepasados, como, por ejemplo, que mi abuelo había sido el primer alcalde franquista de mi pueblo».

–¿Y cómo ha encajado su madre la redimensión de Mena?

–Para ella no ha sido redimensionar la memoria. Ha sido rellenar huecos que eran tremendos. Ese chico era un Aquiles, alguien simpático que le traía regalos y que se marchó al frente. No sabía qué había hecho en la guerra. La mayoría de la gente que acude a una asiste a un combate. Él la vivió de una manera brutal, en los peores frentes. Cuando conoció esa realidad se horrorizó. Al final, estaba desencantado y no quería volver. Fue a la guerra creyendo que iba a ser como «Las lanzas» de Velázquez y se encontró con Goya. Mi libro no ha supuesto una modificación de la memoria, sino completarla.

–¿No temía el dolor que pudiera causar corregir el pasado?

–Yo creo que siempre hay que saber la verdad. En los pueblos suceden cosas terroríficas y yo no quería vivir siempre con la sombra de ese pasado, que luego no ha sido tan duro. El pasado es una dimensión del presente. No podemos mirar hacia el futuro y olvidarnos del pasado. Es un error. Olvidarlo supone no aprender de los errores que hemos cometido. Hay que tener presente el pasado. La Transición salió bien y era muy difícil que saliera bien. Si se logró no es porque hubiera un pacto de silencio, como dicen algunos, sino porque hubo un pacto de recuerdo, desde Suárez hasta Carrillo. Todos tenían memoria de la guerra y el franquismo.

Para Cercas, Manuel Mena murió en la contienda porque había una «panda» que con su ideología había «envenenado el cerebro de los niños para mandarlos al matadero». «Y ahora estamos cayendo en errores similares. El uso de la mentira en dosis masivas, el tono de una política sentimental y épica, y no racional y pragmática. El desprestigio de la democracia. El fascismo era una de las maneras del populismo y se nos olvida que la moda era el fascismo entonces, que la democracia era una cosa de viejos. Creo que es fruto de las circunstancias: tenemos una crisis económica y la gente está descontenta».

–¿Cuáles son los venenos hoy?

–La creencia de que existen soluciones absolutas. No entender que la política es buscar soluciones a problemas colectivos, y que las soluciones suelen ser complejas, que no hay soluciones milagrosas y quien las venda, está mintiendo. La impunidad de la mentira hoy es asombrosa. Donald Trump es un aprendiz de Hitler. No hay más que leer el «Mein Kampf»: la mentiras pequeñas no se las cree nadie, pero las gordas sí, porque son tan gordas... Al día siguiente del Brexit, que se defendió diciendo que los ingleses iban recuperar miles de millones de libras, Nigel Farage dijo ya que no era así. Estamos viviendo todo esto en tantos sitios.

–¿Cómo cerrar la herida de la guerra civil para siempre?

–No se resolverá de un tajo. El golpe de estado y la dictadura no eran la solución. Habría que condenarlos como se hizo con ETA. Una cosa es la responsabilidad política y otra, la moral. Hubo franquistas que creían que el alzamiento era una solución, y se equivocaron, pero eran honestos. Y hubo republicanos que tenían la razón política, pero que actuaron como canallas.