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La comisaria entre tinieblas

La comisaria entre tinieblas
La comisaria entre tinieblaslarazon

Debido al carácter rebelde, impertinente y asocial de los detectives desde Sherlock Holmes, el primer investigador genialoide con síndrome de Asperger de la literatura policíaca, tan de moda hoy, no es raro que algunos acaben desterrados en Aosta, como Rocco Schiavone, y otras, como la comisaría María Ruiz, en Soria, lo que tampoco es pecata minuta. Estos desarraigados viven tan aferrados a sus estrictas convenciones y desbordados por su carácter volcánico, siempre al borde de un ataque de nervios, que su tabla de salvación suele ser un nuevo caso en el que volcarse y realizarse en el proceso de investigación. No solo la vida, incluso su equilibrio emocional les va en ello. Su insociabilidad va unida a un masoquismo primario que les confiere el halo doliente de los héroes clásicos.

Seres miríficos

En cuanto a sus lectores, inmersos en unas vidas sedentarias y nada comprometidos con el heroísmo de liberar al mundo de esos criminales que ponen en jaque los más elementales valores de la vida, les gusta saber que existen seres miríficos que se preocupan de salvarnos de nosotros mismos y de nuestros desafueros criminales, aunque solo sea en la ficción.

Hay tres tipos de detectives: los dandis, los románticos y los problemáticos. María Ruiz pertenece a estos últimos: su mundo no es de este mundo; la herida vital que muestra es inconmensurable y, ay de quien le impedida resolver el caso que le ocupa. ¿El precio? Alto, si no desmesurado. Porque nos encontramos en una aventura policiaca que además de resolver un caso de asesinato, sea cual sea éste, busca la salvación de la protagonista, la comisaria María Ruiz, inmersa en un mundo oscuro, mediante la ayuda de la amistad: sus compañeros de siempre. En un plano más profundo, la autora se muestra, en el peritexto de las entrevistas, como aquélla que ha de narrar una ficción policiaca que, además, debe cumplir la función de lenitivo de su dolor existencial, que dote de sentido a la escritura, a su vida y al personaje ficticio que las une.

«Las lágrimas de Claire Jones» es un texto catártico en especial para su autora, Berna González Harbour, simbolizado en el personaje de la comisaria, ambas desgarradas por un mundo que también lo está y que es el que habitan, un lugar donde el sexo, el dolor y la muerte adquieren al fin, mediante la literatura como autoexploración, pleno y total sentido.