Escritores

La escuela de las malas calles

Los 70, la Movida, el rock y las drogas. Un escenario donde tres amigos no quieren perder un minuto de vida. Sabino Méndez cuaja una novela imprescindible que combina la libre fabulación y el tono autorreferencial.

La povela de Saino Méndez está salpicada de citas
La povela de Saino Méndez está salpicada de citaslarazon

Los 70, la Movida, el rock y las drogas. Un escenario donde tres amigos no quieren perder un minuto de vida. Sabino Méndez cuaja una novela imprescindible que combina la libre fabulación y el tono autorreferencial.

La trayectoria vital y literaria de un ya cuajado escritor como Sabino Méndez (Barcelona, 1961) no puede ser más original, heterodoxa y creativa: autor de legendarias canciones del rock español de los años ochenta, guitarrista del mítico grupo Loquillo y los Trogloditas, productor musical, hábil memorialista de sus atrabiliarias experiencias juveniles en «Corre, rocker» (2000), certero historiador crítico de los orígenes y desarrollo del fenómeno rockero con «Limusinas y estrellas» (2003), valiente protagonista del impresionante retrato autobiográfico que es «Hotel Tierra» (2006) y ocurrente observador irónico de las accidentadas relaciones entre Madrid y Barcelona en «Historia del hambre y la sed» (2007), aparte de su frecuente colaboración en la prensa nacional como lúcido comentarista cultural. A esta escritura desinhibida, mordaz y contestataria le faltaba quizá la decidida incursión en la narrativa pura, en un ambicioso proyecto de elaborada estructura argumental que ahondara en la minuciosa construcción psicológica de personajes o la detallada descripción de ambientes generacionales. Todo ello se logra plenamente ahora con «Literatura universal», que combina la libre fabulación con el tono autorreferencial, la iniciática formación juvenil con la adquisición de una identidad intelectual y la contundencia de un áspero anecdotario con la emotiva sensibilidad de las esperanzadas expectativas personales; sin obviar el desgarrado protagonismo de las drogas, la tenaz persecución del reconocimiento profesional, el zigzagueante vaivén entre el éxito y el fracaso, desabridas experiencias sentimentales, regocijantes equívocos y pendencias, o la radical imbricación entre vida y literatura. Tres desenfadados amigos forjados en la brega colegial, Julio Cárdenas –atlético y decidido–, Paco Valls –sensible y delicado– y Simón –pertinaz escritor vocacional–, claro trasunto autorial, se inician, durante el tardofranquismo, en una irónica, traviesa y provocativa percepción de la realidad: «La conversación y la observación eran nuestras principales herramientas para combatir el aburrimiento. Esperábamos siempre que, por lo menos, algún incidente cómico provocara nuestra complicidad o risa. Como no aparecían con mucha frecuencia ni los incidentes cómicos ni las aventuras trágicas, intentábamos provocarlos afilando al máximo la capacidad de percepción». (pág. 40).

En este recorrido de vidas paralelas encontrarán, al ritmo del generacional rock and roll, del deslumbrante cine de autor, de la magia creativa de los libros, las luces y sombras de un porvenir donde también existe la necesidad de dinero, el apoyo de los amigos, el acomodo social y, sobre todo, la constante presencia de la escritura creativa. Estos protagonistas, fieles a su originaria conciencia del desarraigo, transitan por la vida abiertos a lo imprevisto, instalados en una perpetua ilusión literaria, definitivamente letraheridos, impenitentes lectores de extravagantes ficciones. Como deseaba Kafka para sí mismo, lograrán convertirse en pura literatura. En cada una de las páginas de esta singular novela figura una nota a pie de página con la concreta mención de un escritor y una obra suya, que, en cada caso, guarda relación glosada, una suerte de «metacita» no expresa, con algún episodio o anécdota de las tramas que aquí se desarrollan. Esta referencialidad simbólica y borgeana es el figurado pretexto que defiende el valor de la existencia como un hecho literario y el vivir como una pose estética de honda trascendencia identitaria. Además, el impacto trasgresor de la música une a estos personajes en una experiencia cómplice y solidaria con el mundo que frecuentan: «Del rock, lo que nos gustaba y que rompía cualquier posibilidad de rígida respetabilidad era su capacidad de tradición oral, de préstamo y copia constante, de cosa común, compartible con todos los hombres» (pág. 219).

De Dalí a Marsé

Bajo estos criterios recorren la novela señalados nombres de la amplia modernidad: desde Willy DeVille o Baudelaire a Warhol y Dalí, pasando por Pasolini, Dreyer, Faulkner, Iggy Pop, los Rolling Stone y Marsé entre otros muchos referentes; clásicos y modernos a su modo, acompañando a nuestros héroes en Barcelona, Madrid y Menorca por un recorrido de trasnochadas madrugadas, lecturas convulsas, imprevistas sobredosis, desatados entusiasmos, inevitables desengaños y la difusa sensación de haber vivido en las líneas de un imaginario libro sin fin. Y, en el fondo, siempre esa pulsión de la palabra que crea la realidad y, a la vez, la interpreta y altera: «Empecé a leer mucho, de una manera absorta y obsesiva, para alimentar mis palabras con otras palabras y encontrarme con que gran parte de los misterios que despertaban mi curiosidad también germinaban en otros lectores al contacto con ellas». (pág. 169)

La literatura se erige así en eficaz medio de conocimiento, componente esencial de la comprensión colectiva del mundo. Curiosos personajes acompañan al trío protagonista: Hannes, malogrado promotor musical; el inefable Sebas Mendo Amorzín, alias la Histérica; el excéntrico hippie Villaentera; Herman, el loco pianista holandés, o la pelirroja, madrileña y dicharachera Marta. Entre todos forman un variopinto conjunto de destinos cruzados, un friso de resueltos seres abocados, unos más y otros menos, al inconformismo y la contestación. Sabino Méndez ha logrado, con esta ambiciosa novela, reflejar, sin nostalgia pero con entrañable memoriay atinado estilo, la conciencia de una época agitada por el rock and roll, las adicciones, el vagabundeo existencial, la transgresión política y, en su muy particular caso, la perfecta unión entre vida y literatura. Mejor, imposible.