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Las novelas que le gustan a Cercas

Las novelas que le gustan a Cercas
Las novelas que le gustan a Cercaslarazon

El pasado año, Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) impartió una serie de conferencias en la Universidad de Oxford acerca de su propia obra narrativa, el concepto genérico de la novela y la función actual del escritor. Fruto de estas exposiciones es «El punto ciego», libro que justifica su título en relación con una zona de invisibilidad en el ojo humano y, metafóricamente, también en la percepción que el lector tiene del entramado de la ficción literaria, en el que subyace una secreta intencionalidad del autor, una secuencia oscura que enturbia la trama o un indescifrable aspecto subliminar de sorprendente resolución.

Se parte, como ejemplo de ese «punto ciego», de la inexplicable y contradictoria ambivalencia de Don Quijote, un extravagante loco de lúcida cordura. Es en esta zona de sombra donde radica la secular vitalidad de un género literario que admite todo tipo de propuestas y materiales y que, citando muy bien aquí a E.M. Forster, se trata de «una ficción en prosa de una cierta extensión» y, en palabras de Robbe-Grillet, «el estudio de una pasión, o de un conflicto de pasiones, o de una ausencia de pasión, en un determinado medio».

Ficción documental

Tomando como referencia su libro «Anatomía de un instante», sobre el intento de golpe de Estado del 23-F, Cercas especula sobre el carácter abierto de una obra que combina la crónica periodística con el relato testimonial, la reconstrucción histórica, la ficción documental y el artificio narrativo. Y avala su exitosa opción con el impacto de aquel Nuevo Periodismo de Tom Wolfe o los escalofriantes sucesos de «A sangre fría», de Truman Capote. Sus argumentos se remontan fundamentadamente al Lazarillo de Tormes, y su estructura epistolar de lograda apariencia real; una mixtificación –un punto ciego, sería– con la que nace la novela moderna.

Continúa con los sombríos universos de Kafka, «El proceso», sobre todo, donde el realismo muta en una enajenada deformación de la clásica norma aristotélica por la que el arte imita a la realidad; ahora el reflejo del mundo será un inexplicable caos burocrático y administrativo. La relación entre cine y literatura queda iluminada a través de «El gatopardo», la novela de Lampedusa y película de Visconti que, confluyendo en diversos aspectos fundamentales, conserva un carácter de matizada melancolía en su expresión literaria mientras que cobra en la pantalla una inolvidable solemnidad visual.

Más discutible resulta una rápida valoración comparativa que se establece entre Flaubert y «Clarín» o entre Balzac y Galdós, claramente favorable a los geniales novelistas franceses, obviando tradiciones narrativas y medios culturales tan diferentes, y la conveniencia de encarar unas obras con otras, más que a los autores en su totalidad. Las páginas dedicadas a «La ciudad y los perros» de Vargas Llosa son un magnífico análisis del proceso de gestación de esta singular novela. Cercas ofrece la penetrante mirada crítica de un creador de ficciones que se interroga sobre el propio oficio, con rigor y amenidad.