Literatura

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No soy Stefan Zweig

No soy Stefan Zweig
No soy Stefan Zweiglarazon

A su ya reconocida faceta como novelista une Joaquín Pérez Azaústre (Córdoba, 1976) una consolidada dedicación lírica que le acredita como un poeta vinculado a la estética de la experiencia, el tono autorreferencial, las vivencias de la cotidianidad y el estilo coloquial. «Poemas para ser leídos en un centro comercial», que acaba de editar la Fundación José Manuel Lara, es un libro de demorada gestación creativa; otros poemarios –«El jersey rojo» (2006), «Las Ollerías» (2011) y «Vida y leyenda del jinete eléctrico» (2013)– se fueron cruzando en la elaborada sedimentación de unas emotivas palabras, plagadas de evocación cinematográfica, crepusculares soledades e íntimas nostalgias. En esta última entrega, y bajo el pretexto simbólico del desangelado centro comercial, refugio de minicines y masificado espacio del absurdo consumismo, asistimos al recorrido personal por una iconografía fílmica que es a la vez un balance sentimental, una mirada al pasado y un recuento vital. Habitan estas páginas emblemáticas figuras: un fatigado doctor Zhivago, Sinuhé el egipcio, un jubilado James Bond, el melancólico Michael Corleone, el último pistolero John Wayne, Anita Ekberg en la Fontana de Trevi, la contoneante Gilda, el bisoño graduado Dustin Hoffman o Billy Wilder viendo incesantemente «La lista de Schindler» en un contumaz ejercicio de memoria familiar y tragedia histórica.

Abre el volumen una recreación de los últimos momentos de Stefan Zweig, sus desoladas meditaciones sobre aquel civilizado «mundo de ayer» que intuye definitivamente desaparecido. Este poema, «Petrópolis», da la clave de una lírica que combina la reflexión estética con el compromiso civil, la conciencia culturalista con el pasado rememorado y el imaginario mitográfico con la identidad personal. Luminosos versos finales: «No tengo identidad. No tengo rostro / ni nadie que me diga que soy Stefan Zweig / y que una vez amé la ceniza de Europa».

En un tono decadente, liquidacionista y terminal, aunque también esperanzado, un punto irónico y algo divertido, este poemario alcanza la excelencia de una lírica intimista, evocativa y autorreferencial. «Lucía un hieratismo de rito y confusión», se dice de un atribulado Sinuhé; sutil metáfora del sentido de la vida.