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Novela

Ónega encuentra aquel tiempo perdido

Ónega encuentra aquel tiempo perdido
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El lector acompaña a Carmen Trilla, la esposa de un reconocido médico barcelonés, cuando de repente coge a sus hijos y regresa a su tradicional casa de verano, donde había estado hacía poco. Una a una va revisando las ventanas...y aquí el lector recuerda esa memorable escena, en las últimas páginas de «A la sombra de las muchachas en flor», cuando Proust narra cómo una criada descorre las cortinas y el día de verano parecía muerto. Porque la periodista y novelista Sonsoles Ónega, hija del prestigioso periodista, construye con pulso cierto y soltura en su nueva novela también un tiempo perdido, un territorio desolado donde el amor, el desamor, los hijos y dos guerras nos hacen ver que todos los futuros se levantan sobre la fragilidad de un puente al borde de un abismo llamado destino.

En ese viaje en tren para volver a su casa de verano conocerá al capitán Federico Escofet y algo en su reloj sentimental se pondrá nuevamente en marcha. Es 1933 y primero España y luego Europa van a caminar hacia sus propios abismos. La obra tiene dos núcleos dialécticos sumergidos en ese proceso histórico. Por un lado, el descubrimiento de Carmen de que había confundido felicidad con limitarse a hacer la vida que vivían las mujeres de su alta clase social, desde las compras al Liceo. El descubrimiento de que su marido se entiende con su hermana será el toque a rebato que la despertará de sus sueños, pero eso sí, siempre obediente a los toques de trompeta del esposo. Y, por otro lado, la pasión por sus hijos que la acompañará toda su existencia.

La independencia

Junto a ese par de pilares de la novela está también y con un mayor protagonismo según España se acerca a su Guerra Civil el personaje histórico de Federico Escofet, que ha abandonado el Ejército y convertido en uno de los hombres fieles a Maciá y luego a Companys, y precisamente en el momento en que se declara la independencia de Cataluña. Un periodo que narra Ónega con la precisión y sutileza que solo los grandes corresponsales de guerra saben hacer. Cuando el lector ve la posición del Tribunal de Garantías contra las leyes de Companys y cómo la respuesta de la Generalidad es, el 6 de octubre de 1934, la declaración unilateral del Estat Catalá de la República Federal Española, quizá piense que ahora mismo hay paralelismos no únicamente novelísticos.

Es el momento de los personajes históricos: Companys, Escofet al frente de los Mossos y el general Batet que en unas horas y a cañonazos entran en la Generalidad. Curioso ver ahora que Escofet, que estuvo a punto de ser fusilado tras la insurrección, acabará siendo ministro del Gobierno republicano en el exilio y volverá a España tras la muerte de Franco, mientras que Batet fue mandado fusilar por Franco. Trilla seguirá en los primeros tiempos del exilio a Escofet, en esos terribles momentos de campos de concentración franceses y luego en la Europa bajo los nazis. El tiempo que acompaña a los humanos, y que cada día dobla por nosotros las campanas, seguirá las huellas de Carmen hasta alcanzarla.