Historia

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Sofía Subirán, la chica que bailaba Charleston y se aburría con «paquito»

La Razón
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Hubo vida antes de Carmen Polo. Conocido en la Legión como el militar de las tres «emes»: sin miedo, mujeres y misa, Franco ya se sintió atraído por las damas desde su adolescencia, como demuestran sus pequeños romances. Pero ninguno como el primer gran amor que vivió con la joven con la que llegó a intercambiarse un centenar de cartas, hasta que finalmente el amor se terminó frustrando

Franco bebió los vientos por una mujer antes de contraer matrimonio finalmente con la elegida por el destino, María del Carmen Polo y Martínez-Valdés. Aludimos al enamoramiento hasta el tuétano de una atractiva joven llamada Sofía Subirán a la que el oficial conoció durante su estancia en África, cuando él frisaba los veinte años y ella apenas contaba 16.

Con razón, en la Legión se le llamó el militar de las tres «emes»: sin miedo, mujeres y misa. Tan cierto como que a «Cerillito», como apodaban sus compañeros de pupitre al futuro Caudillo de España, le atraía ya el llamado «sexo débil» desde su más tierna infancia: Sofía Mille, con doce años, fue su musa ferrolana, con quien luego, siendo ya cadete en la Academia de Infantería de Toledo, paseaba de la mano por los cantones de su ciudad natal. Pero esta relación, con toda su inocencia, pasó sin pena ni gloria. Sofía Mille contrajo matrimonio, años después, con el ingeniero naval Francisco de la Rocha que, en 1937, sería gobernador civil de La Coruña.

A Sofía Mille le siguió Paquita Maristany, hija del dueño de un establecimiento de efectos navales de Ferrol. La propia Pilar Franco la describía como una «chica muy guapa y de simpatía encantadora, a quien llamábamos ‘‘Pacorra’’». Pero, al igual que sucedió con su antecesora, Paquita Maristany mantuvo con Franco una relación superficial.

Hace ya casi cuarenta años que el escritor Vicente Gracia documentó el gran romance frustrado y muy desconocido aún hoy entre Franco y Sofía Subirán, el verdadero primer amor del militar, con más de un centenar de postales afectuosas de éste, las cuales su destinataria conservaba aún tras el paso de los años.

El tenientillo fue destinado poco después de llegar a Melilla al Regimiento África número 68. El 13 de junio de 1912 ascendió a primer teniente, la última vez que lo haría por antigüedad en su ajetreada carrera militar; y el 16 de noviembre recibió su primera recompensa de campaña: la cruz de primera clase del Mérito Militar con distintivo rojo.

Pero aquella misma Navidad, el teniente Franco iba a recibir la mayor gratificación para su virginal corazón, tras obtener el primer permiso largo de campaña en Melilla. Tal y como nos la describe Vicente Gracia: «Sofía es una joven y espigada damita española hija del entonces coronel Subirán, hermano político y ayudante de campo, a la vez, del general Luis Aizpuru, Alto Comisario de Marruecos, lo que equivalía a Capitán General de aquel territorio, y que posteriormente fue ministro de la Guerra con Primo de Rivera».

El ambicioso tenientillo apuntaba alto. Sofía amaba la música: tocaba el piano y cantaba que era un primor. Pero también disfrutaba de lo lindo bailando charlestón, chotis, pasodobles, habaneras y lo que se terciase. Contaba ella misma que un chico se ponía a su lado en las fiestas, por indicación suya, y si se acercaba alguien que no le gustase arrancaba a bailar con su amigo. No fue el caso de «Paquito», pese a que, según ella, fuese «muy patosillo el pobrecillo» y prefiriese hablar todo el rato, lo cual a la joven le aburría bastante.

Cuando el oficial estaba en la plaza de Melilla, la pareja se veía todos los días. Paquito pugnó así una y otra vez por el amor no correspondido de Sofía.

@JMZavalaOficial