Crítica de cine

«Los informes de Sarah y Saleem»: Romance clandestino

«Los informes de Sarah y Saleem»: Romance clandestino
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Dirección y guión: Mulyad Alayan. Intérpretes: Rami Musa Alayan. Intérpretes: Adeeb Safadi, Sivane Kretchner, Ishai Golan. Palestina, 2018. Duración: 131 minutos. Drama

El único error que cometen Sarah y Saleem es creer que pueden vivir su adulterio al margen de la política, en una ciudad en la que cruzarla punta a punta es, ya de por sí, un acto político. Ella es judía, él es palestino. Su romance clandestino, consumido con urgencia en la parte trasera de una furgoneta, con nocturnidad y alevosía, es la promesa de un conflicto a punto de estallar. La política no permite que el deseo le gane el pulso a nada. La política no permite que un asunto cotidiano, íntimo, lo resuelvan los implicados, que caen en una tela de araña que han tejido sin darse cuenta. El deseo, pues, es una cuestión de Estado, y Sarah y Saleem se convierten en personajes simbólicos una vez se haya descubierto su relación extramatrimonial, que es una traición a la identidad nacional y religiosa de sus respectivos pueblos. Muayad Alayan utiliza una estrategia narrativa muy parecida a la de las películas más célebres del iraní Asghar Farhadi («Nader y Simin, una separación», «El viajante»), con la diferencia de que la escena pregnante, la que desencadena el drama, no está en fuera de campo. No hay espacio para la ambigüedad moral porque la ley está escrita, nadie puede quebrantarla. En los alrededores de la clandestinidad, en el campo de lo visible, no es posible esconder lo inevitable, una pelea inoportuna que, en un fatal efecto dominó de causas y efectos, destapa el deseo prohibido entre dos pueblos condenados a detestarse. El viaje de lo micro a lo macro está plagado de secretos revelados y constantes giros de guión que amenazan la verosimilitud de los personajes y, con ella, su consistencia dramática, sobre todo la de las parejas ultrajadas, pero el filme sabe cómo deslizarse sobre la obviedad de su mecánica sin perder al público por el camino.

Lo mejor

La facilidad con que Alayan explica a través de la historia las relaciones entre lo íntimo y lo político

Lo peor

El exceso de metraje complica de manera fundamental e innecesaria la resolución final de la trama