Escultura

Los Medici latinoamericanos

Apasionados por el arte empezaron sus colecciones por casualidad, quizá, sin querer queriendo, como dice uno de ellos.. Son tres de los grandes mecenas actuales: el peruano Eduardo Hochschild, el matrimonio Coppel, de México, y el argentino Eduardo Costantini.

Eduardo Hochschild, con su hija mayor en el domicilio madrileño del coleccionista
Eduardo Hochschild, con su hija mayor en el domicilio madrileño del coleccionistalarazon

Apasionados por el arte empezaron sus colecciones por casualidad. Son tres de los grandes mecenas actuales: el peruano Eduardo Hochschild, el matrimonio Coppel, de México, y el argentino Eduardo Costantini.

Desde que Eduardo Hoschshild era un crío recuerda que salió a ver galerías. El arte jamás le fue ajeno, al contrario, formó parte de su vida casi desde la cuna. Nació en 1964 en Lima y pertenece a una de las familias más destacadas de Perú, dedicada a la minería y a los cementos. Las raíces de su árbol genealógico llegan hasta quien fuera el barón del estaño en Bolivia, Mauricio Hochschild Hirsch. Estudió en Estados Unidos y siempre demostró una afición desmedida por el arte, pasión que comparte con su esposa Mariana Correa Sabogal y que trata con mejor o peor suerte de inculcar a sus cuatro hijos («La mayor ya lo asumió; el segundo está en ello; a la tercera cada vez le interesa más, y la cuarta, la más pequeña, tiene trece años.Me la llevo a los museos, pero la aburre todavía. El arte es básico en la vida», son sus primeras reflexiones). Formada por un gran conjunto de obras de arte visual peruano de finales del siglo XX y principios del XXI, la colección ha sido premiada por la Fundación ARCO por su labor en la difusión del arte y de la creación visual actual de Perú y por la constitución de una colección específica. Él recogerá el galardón junto a Eduardo Costantini, la Fundación EDP, Galila Barzilai-Hollander, Helga de Alvear e Isabel y Agustín Coppel.

Quienes la han visto dicen que la sede limeña del Grupo Hochschild, que él preside, es como una suerte de gran galería de arte abierta a las más variadas tendencias: los graffitis se alternan con las instalaciones, los cuadros conviven con las esculturas y la fotografía. Despachos, corredores y hasta en el garaje. No hay una sala de la que no cuelgue una obra. Eso sí, todas llevan el mismo marchamo: arte peruano. De hecho el matrimonio posee la mayor colección del mundo de arte de su país. Pero este hombre que ya rebasa los cincuenta no está obsesionado por la cantidad. Lo que le interesa de verdad es lo que cuente cada pieza. Lo explicamos: en su colección no hallarán obras de grandes maestros del pasado, a los que admira y respeta, sino de creadores que están en camino. «Yo he ido comprando porque las piezas me han gustado, porque creo que hay que reinventarse y en el arte es donde realmente encuentro esa capacidad. Me encanta la creatividad y creo que cada una de las piezas que tengo la posee», explica. ¿Cuántas obras tiene? No es de número el señor Hochschild cuando se habla de arte. Tiene las que quiere tener. «Digamos que yo las he ido comprando y se ha creado entre ellas y yo una conexión sin querer queriendo», explica.

Habla despacio y con moderado entusiasmo al principio que después, a medida que la conversación avanza, tiende a desbordarse tímidamente. Cuenta que cuando visitaba, por ejemplo, una galería y le atraía el trabajo de un fotógrafo lo que hacía era adquirir la colección completa, «lo consideraba algo necesario». Cuando el matrimonio empezó a comprar eran una isla solitaria en Perú, pues en eso también fueron pioneros en su tierra, «hoy ya somos más», dicen con un tono relajado. Revela que nunca se consideró como un coleccionista ni se quiso comprarar con otras grandes fortunas de Latinoamérica sencillamente «porque yo no estaba metido dentro de ese mundo». ¿Por qué compra arte? «Hay que dejar claro que primero lo que se necesita es la plata y por eso pude hacerlo, pero me ofreció un equilibrio extra en mi vida. Mi familia es lo más importante que tengo, mi esposa, mis hijos y poder compartir con ellos esos momentos y disfrutarlos es muy importrante para mí. Vamos junto a ver museos, de galerías, aunque no soy mucho de ferias porque no tengo el tiempo suficiente. Ya lo haré el día de mañana», responde dejando la puerta abierta. En ARCO estará, como también lo estuvo el año pasado. Art Basel es otra de las citas artísticas que visita.

Hablar con las obras

Con cada obra de arte recibe «una lección abrumadora». Y así es su colección, formada, como la de cada quien, por los creadores que le han aportado algo. Quien pretenda ver en la colección de ingeniero con aspecto de alemán nombres-marca está totalmente equivocado. Lo que busca es que las obras le hablen a través de sus artistas: «Disfruto pudiendo compartir diálogo con ellos porque es una lección la que recibo. No me interesa lo que pensaban, por ejemplo, Velázquez, Goya o El Greco a la hora de concebir tal o cual de sus pinturas,. Eso no, sino que quiero escuchar de la mano de quien lo ha hecho la génesis de la obra. Los artistas vivos tiene tanto que contar. Sus historias son las que realmente interesan, qué hay detrás de lo que están haciendo. Yo les invito muchas veces a tomar un café en mi oficina y hablamos», comenta.

El grueso de su colección, su colección, vaya, es arte peruano y de artistas vivos «sobre todo que hablen mi idioma y los que yo hablo. No compraría, por ejemplo, una obra de un artista chino porque me sería bastante difícil de entenderlo». Una de las primeras que adquirió fue un dibujo de Matta, aunque de eso hace muchísimo tiempo. Hoy sus paredes las llena otras obras, piezas que transmiten, que cuentan y que tiene una historia. No quiere dar nombres pero a fuerza de insistir educadamente se decanta por José Sabogal, «el primer artista peruano que rompió con la tradición española». ¿Cuántas obras tiene? No le importa la cantidad, pero se va incrementando. Las obras se exhiben y salen fuera de Lima: «Se van de paseo a diversos lugares, en la Bienal de Sao Paulo había varias obras de aquí», asegura y añde que «es para mostrarlo. Yo no lo escondo, no lo he hecho nunca. Están presentes en mi vida, en cada pared de mi oficina, en mi casa. No lo guardo en un almacén, ¿para qué?». Fernando Bryce es otro de los artistas que están en su colección.Con él y con el resto que forman su particular mundo del arte sigue una curiosa tradición: «Los invito a todos el 26 de diciembre a tomar un cóctel conmigo. la primera vez éramos 20 y fue en mi casa; la última vez ya llegábamos a los 200. Lo pasamos muy bien. Hay comida y mucho trago», cuenta con una sonrisa. ¿Por qué el arte peruano? «Porque está olvidado por todas las vicisitudes políticas que han sido duras y porque está muy vivo». Suficiente. Su colección está formada por 63 obras de las últimas tres décadas realizadas por 43 artistas. Todas se podrán ver en «Próxima parada. Artistas peruanos en la Colección Hochschild», abierta al público hasta el 16 de abril. Junto a ellos viajarán los artistas vivos de su colección.

Fuerza joven

¿Qué busca Hochschild cuando compra arte? «No compro por marca. No busco ni a Koons ni a Hirst sino a los que vienen después, los que están con ganas de crear, los que tienen realmente algo que decir. Es interesantísimo sentarse a escucharlos. Yo cuando lo hago en el día, me cambia la mañana, de verdad. Y la semana», explica. Considera que no tiene olfato para el arte, «simplemente disfruto de lo que veo».

Huanchaco y Mariana Román son dos de sus artistas más queridos. Ambos son muy jóvenes y están en el camino. Cuando Hochschild habló con el primero se quedó fascinado por la historia que le contó, con sus hazañas en la selva de por medio, su trabajo entre la maleza. «El arte es convivencia, es un compartir diferente». Román es estudiante de Bellas Artes, una creadora nata capaz de hacerse pasar por una enferma e ingresarse en un psiquiátrico (haciendo creer a todo el mundo que padecía un problema mental) para después narrar su experiencia. «El suyo es un caso único, increíble. Sólo hay que abrir lo oídos y escuchar», comenta. Al lado de estos jóvenes cuelgan veteranos, cada obra con una historia detrás, como ese cuadro de Fernando de Szyszlo del que el ingeniero se quedó prendado un día en su casa. Lo miraba sin parar mientras tomaban un café. Pertenecía a la colección particular del artista y consiguió que se lo vendiera. O esa obra que la pintoraTilsa Tsuchiya eligió tener enfrente de su cama antes de morir, un cuadro cargado de significado para Hoschshild, presente en su colección y que viajará también a Madrid.