Crítica

Los veteranos muestran el camino

“Roberto Devereaux” de Donizetti. M.Devia, M.Kwiecien, S.Tro, G.Kunde, J.A.Sanabria, A.Mastroni, S.Covarrubias, K.Sardalashvill. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. A.Talevi. Dirección escénica. B. Campanella. Dirección musical. Teatro Real. Madrid, 22 septiembre 2015

La Razón
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Es esta ya auténticamente la primera temporada de Matabosch, que ha querido abrirla con una ópera que de su predilección, no en vano presentó en su larga etapa liceísta la trilogía Tudor con regias diferentes y el título que hoy nos ocupa también en versión de concierto. Años antes, en 1968, supuso uno de los grandes triunfos de Montserrat Caballé en Barcelona, junto a Martí, Cappuccilli y Berini. La soprano también abordó este título en el Teatro de la Zarzuela en 1970. ¡Qué recuerdos! Sorprendentemente, aún no siendo una ópera de repertorio, se escuchó en el Real en concierto con Gruberova, Bros, Ganassi y Stoyanov hace apenas dos años. Volverla a ofrecer no tendría más justificación que responder a un gran reto escénico o contar con un reparto envidiable.

No puede hablarse de reto cuando, una temporada más, se recurre a una producción alquilada para su apertura. Detalles como éste revelan en qué división juega realmente un teatro. La producción de la Welsh National Opera de Cardiff (2013) resulta extremadamente oscura, casi tanto como la serie de la BBC “Wolf Hall”, a causa de los decorados y el vestuario, negros excepto en uno de los trajes de la reina, de color rojo. Hay poco que contar, ya que la trama es simple, y la regia no lo hace con excesiva imaginación pero tampoco embarulla como otras muchas veces. Naturalmente había que poner los «detalles» de firma, así una insinuada violación o el trono de Isabel simulando una araña. La cosa no da para más comentarios.

Si la justificación no radicaba en la escena, habría de hallarse en las voces y voces las hay. Otra cosa es que sean adecuadas a los papeles. Afortunadamente estamos ante un ópera que, no siendo el mejor Donizetti, cuanta con momentos magníficos, como el concertante final del acto II o la escena conclusiva, un verdadero «tour de force» para la soprano que enlaza con su dificilísima aparición inicial. Caballé y Leyla Gencer han sido las únicas sopranos que capaces de hacer total justicia a un dificilísimo papel que ha de conjugar el más puro belcantismo con la expresión dramática. Se requiere una dramática de agilidad con importante volumen y voces así ha habido bien pocas. Beverly Sills matizó y aportó carácter, pero el instrumento era pequeño. Las tres cantaron las tres reinas Tudor. En nuestros días son Sondra Radvanovsky y Joyce DiDonato quienes quieren emularlas. La primera con los tres roles en la próxima temporada del Met, un hito único junto a Sills. Mariela Devia (67 años) es Isabel I tras serlo en Marsella (2011) y Nueva York (2014). También ha interpretado las tres reinas, pero de una forma puntual, ya que la voz no responde plenamente a las exigencias de las partituras. Ella, como Sills, superan los escollos a base de ser artistas. Portadora actual de las esencias belcantistas posee una técnica envidiable, pero no los graves y arrestos para escenas como el mencionado concertante. Arrestos y voz con volumen sí los tiene Silvia Tro, en carrera claramente ascendente.

Roberto Devereaux requiere calidad de fraseo, impecable dicción y expresividad sin salirse de la linea belcantista donizettiana. Gregory Kunde (61 años) no pasa apuros al final del «Bagnato il sen di lagrime», pero no alcanza toda la elegancia en «Come un spirto angelico». Un Nottingham solvente de acentos excesivamente veristas. El barítono Marco Caria también luce voz y parecidas características interpretativas.

Bruno Campanella concierta con precisión, sin llegar a ofrecer la tensa versión personal de un Mackerras en su grabación con la citada Sills.

Con los Reyes en el palco, la presencia de un sin fin de caras conocidas –Preysler, Vargas Llosa, el marqués de Griñón, el duque de Alba, Muñoz Molina, Ron, Gabilondo, Anson, etc. e innumerables políticos–, la notable partitura donizettiana y uno reparto de lo mejor que puede darse hoy día es lógico el triunfo alcanzado. Afortunadamente, las voces recuperan terreno en el teatro.