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Muere el filósofo Tzvetan Tódorov

Su salud se había deteriorado en los últimos tiempos, aunque su lucidez permanecía intacta. Tzvetan Todorov, natural de Bulgaria (Sofía, 1939), sabía lo que eran las dictaduras y los totalitarismos, los había padecido, los había escrito.

Tzvetan Todorov
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Su salud se había deteriorado en los últimos tiempos, aunque su lucidez permanecía intacta. Tzvetan Todorov, natural de Bulgaria (Sofía, 1939), sabía lo que eran las dictaduras y los totalitarismos, los había padecido, los había escrito.

Nacido en Bulgaria en 1939, Tvetan Todorov huyó en los años 60 a Francia, donde se doctoró e hizo su carrera académica. El premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2008, reconocido como uno de los filósofos y teóricos de la cultura más importantes del siglo XX y del XXI por sus influyentes trabajos sobre semiótica, literatura fantástica, cultura de la ilustración e historia de la percepción de los otros pueblos, falleció ayer a los 77 años. Casado con la escritora canadiense Nancy Huston y padre de dos hijos Todorov fue profesor de investigación del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y director de su Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje. Ha sido docente e investigador invitado en algunos de los centros universitarios más prestigiosos del mundo, como las universidades norteamericanas de Yale, Harvard y Berkeley. Por su trayectoria vital e intelectual, ha representado como pocos otros autores el vínculo entre la Europa del este y la del oeste y, más allá, el puente entre la academia francesa y su proyección en las universidades más progresistas de los Estados Unidos. Al amparo de Roland Barthes, que fue su protector y mentor, y del desarrollo del estructuralismo y de los nuevos estudios de crítica y teoría literaria que nacieron en Francia en los años 60 y 70, Todorov desarrolló un brillante trabajo que ha dejado huella en todo el mundo, sobre todo por la gran difusión de la escuela de estudios literarios francesa en las universidades y por la aparición del campo de la teoría de la literatura. Todorov empezó sus investigaciones por la crítica literaria pura, estudiando, merced a sus conocimientos lingüísticos, a los formalistas rusos y su poética, que desveló para la universidad de la Europa occidental, y a partir de ahí trabajó sobre semiótica y filosofía del lenguaje. Pasó luego a interesarse más, siguiendo a Barthes, por la teoría del signo y, al hilo del concepto lacaniano de otredad, también estudió de forma memorable el laberinto de las identidades en la historia reciente y en la modernidad, en comparación entre Occidente y los otros pueblos. Así fue dejando de lado progresivamente los estudios puramente literarios, el estructuralismo, la semiótica y la nueva crítica, o más bien evolucionó desde ella y desde la falta de compromiso político para implicarse en diversos estudios que tocaban a la historia de la cultura, la deriva de la democracia occidental, el relativismo y el neoliberalismo, la intolerancia y la figura del otro. Así, como escritor exiliado desde el Este de Europa, tomó conciencia de la brecha entre las identidades y las formas sociales e investigó aspectos tan variados como la conquista de América o los campos de concentración, la estética y el pensamiento ilustrado. Su mirada de ensayista exiliado o desplazado ha aportado una nueva visión, desde el extrañamiento pero también desde la riqueza de la multiculturalidad y el multilingüismo, acerca de la sociedad y la cultura, la justicia y la necesidad tolerancia, con una inolvidable reivindicación de lo que la Ilustración y el espíritu del nacimiento de las modernas democracias en el siglo XVIII significó para entender a los otros e incorporarlos a nuestra cosmovisión, superando las escisiones y las fronteras. Como ejemplo, Todorov, en su libro «El espíritu de la Ilustración», da cuenta de cómo el ímpetu ilustrado, en una época de ampliación de horizontes, transformará la propia idea de lo «humano»: la ilustración define y busca explicaciones racionales a la cultura desde la tradición clásica y frente a la variedad humana, desde la mímesis de lo clásico y ante la confrontación con los mundos ajenos a la tradición occidental (América, Extremo Oriente, Oceanía, etc.), con los que se encuentran los ilustrados. Hoy es preciso seguir reivindicando esta actitud abierta y tolerante que ha marcado la mejor tradición humanista desde la antigüedad hasta los enciclopedistas y más allá, hasta llegar a nuestras modernas democracias.

w grecia y américA

En esta obra emblemática Todorov explora el reconocimiento de la diversidad a través del encuentro con la otredad. Analizar la manera en la que los occidentales nos hemos enfrentado a la diferencia de los otros mundos nos lleva de manera inevitable a la Grecia clásica y a la figura inmensa del historiador Heródoto de Halicarnaso, como estudiado el también Premio Príncipe de Asturias (2003) y no hace mucho fallecido Ryszard Kapuscinski en su obra «Viajes con Heródoto»: es curioso comparar el cosmopolitismo de ambos autores de la Europa Oriental y viajeros impenitentes. Heródoto es descrito como el primer occidental que se interesa por la diversidad de otros pueblos y otras sociedades y culturas en el contraste con su Grecia clásica. El encuentro con América en la conquista también sirve a Todorov en su obra como excusa para evaluar el impacto de la diversidad en la configuración de la historia de las mentalidades en la Edad Moderna, como después muestra también su profundo análisis de la Ilustración europea. La mirada del otro es, en esta época, un recurso clave para comprendernos: así se ve en la literatura, con Viaje a Grecia del Joven Anacarsis del Abad Barthélemy, las Cartas Persas de Montesquieu o las Cartas Marruecas de nuestro Cadalso. Quizá sea esta su más notoria aportación a la historia de la cultura: la reivindicación de un humanismo ilustrado e integrador que ha de guiar la razón, la política y la sociedad. Entre sus libros, finalmente, destacaremos «Teoría de la literatura», «Introducción a la literatura fantástica», «Nosotros y los otros», «El hombre desplazado, Benjamin Constant: la pasión democrática», «Elogio de lo cotidiano», «El jardín imperfecto: luces y sombras del pensamiento humanista», «El espíritu de la Ilustración», «Los enemigos íntimos de la democracia» o «Elogio de lo cotidiano». En los últimos tiempos se destacó por su crítica al nuevo conservadurismo y a la deriva de las democracias occidentales que las han llevado a ciertos comportamientos ajenos al humanismo ilustrado que siempre preconizó. Adiós, pues, a Tzvetan Todorov, al enorme intelectual que simbolizó como pocos otros la unión de la Europa del Este y del Oeste y el compromiso con los ideales de libertad e ilustración, la tolerancia y la unidad entre lo universal y lo particular. Como afirmaba en Nosotros y los otros, citando a Rousseau: «Lo universal es el horizonte de armonía entre dos particulares; quizás jamás se llegue a él, pero sigue existiendo la necesidad de postularlo, para hacer inteligibles los particulares existentes».