Crítica

Aproximación poética a De Nebra

Crítica de clásica / Temporada de la Zarzuela. «Ifigenia en Tracia», de José de Nebra. Voces: M. Bayo, A. Toledano, R. González, E. Escribá-Astaburuaga, L. Vinyes-Curtis, M.Pintó. Dir. musical: Francesc Prat. Dir. escénica: Pablo Viar. Escenografía: Frederic Amat. Orquesta de la Comunidad de Madrid. T. de la Zarzuela, Madrid. 15-XI-2016.

La Razón
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Aplausos al Teatro de la Zarzuela por recuperar esta magnífica partitura de Nebra, una pieza que, como mandaba el género, alterna lo cantado y lo hablado, en inteligente combinación de elementos musicales españoles y foráneos. Recordemos que la obra se estrenó en 1747 a raíz de la entrada del compositor al servicio del recién coronado Fernando VI. El libreto se debía al dramaturgo Nicolás González Martínez, que se había basado en el drama mitológico clásico de Ifigenia en Táuride, de Eurípides. En este caso se han eliminado los parlamentos juiciosamente, lo que elimina la presencia de personajes y hace bastante ininteligible la acción. También se han cortado algunos «da capo». La edición crítica es la realizada para el ICCMU por José Máximo Leza, distinta a la que hace unos años preparara Emilio Moreno. La labor en el foso del joven Prat ha sido meritoria, espirituosa, enérgica, contrastada de acentos y dinámicas, con ataques secos, muy barrocos, y una tensión constante, con aplicación de la necesaria ligereza a las partes cómicas. Y ha logrado en muchos momentos, con una orquesta moderna no acostumbrada a este tipo de aventuras filológicas, instantes de equilibrio polifónico reconocible y fraseos de altura, aunque no pudo evitar desigualdades, faltas de empaste y de afinación y palpables rudezas. En todo caso, bien las trompas en sus muy difíciles cometidos.

No pareció especialmente acertada la elección de las voces, todas ellas femeninas, para las respectivas partes. María Bayo mostró afinidad con el estilo y se defendió con profesionalidad, aunque no pudo evitar casi nunca los ataques desabridos y un vibrato incómodo. Auxiliadora Toledano, cantante fina y musical, es una lírico-ligera aún muy tierna para la parte de Orestes, que requiere una voz de corte más lírico, con graves más llenos y una coloratura más precisa. La grácil Ruth González es demasiado aérea y liviana para Dircea. Cumplieron Erika Escribá-Astaburuaga y Mireia Pintó en su más secundaria función. Brilló en mayor medida Lidia Vinyes-Curtis, de satinada y fresca emisión y un colorido agradable de mezzo muy ligera. Cantó con soltura su aria costumbrista «Descolorida, desamadejada».

El espectáculo visual fue muy atractivo. Manejo de colores planos, alusivos, estilizadas y sugerentes líneas, formas geométricas cambiantes, bosques imaginados, sugerente iluminación y maravillosos figurines de Gabriela Salaverri. Pablo Viar movió con gusto e intención a los seis personajes, con el acierto de situar en primer plano, con telón corrido, a Vinyes-Curtis, abriendo un espacio distinto a la narración. La lectura en off de fragmentos de Eurípides y Goethe situó la incomprensible narración, aunque dio un toque de excesiva y rígida solemnidad.