Málaga

El flamenco no entiende de fronteras

Esta semana se celebra en Málaga la primera edición del festival Flamenco Ñ

La bailaora Ana Morales y la cantaora Esperanza Fernéndez
La bailaora Ana Morales y la cantaora Esperanza Fernéndezlarazon

A Málaga ya ha llegado el verano. Pero a pesar del calor el pasado jueves por la mañana, frente a la puerta de la catedral de la ciudad, una bailaora vestida de sevillana taconeaba acompañada por las bulerías de su guitarrista. Los numerosos turistas no tenían ojos para el monumental edificio religiosa, todas las miradas se dirigían a los artistas. Se oyen olés con acento extranjero e incluso algunos alemanes se atreven a dar palmas al ritmo de la música, hasta que acaba la pieza y comienzan a llover los aplausos y las monedas lanzadas por los chinos, ingleses, italianos... Y es que el producto español más valorado por los extranjeros es el flamenco.

Por eso, alrededor del mundo se celebran anualmente se celebran festivales del arte más representativo de nuestra cultura. Los programadores de estos certámenes en Holanda, Italia, Francia, Polonia, Serbia, Luxemburgo, Austria, Alemania, Rusia y Portugal han acudido esta semana a Málaga con motivo de la primera edición de Flamenco Ñ, muestra organizada por la Fundación SGAE en la que 12 agrupaciones flamencas, elegidas entre más de 200 candidaturas, presentaron sus nuevos trabajos con el objetivo de que tengan una proyección internacional. De esta manera, SGAE repite la fórmula de Jazz Ñ, que entre el 29 de septiembre y el 1 de octubre de este año festejara su tercera edición en Valencia.

En el caso de la cita de Málaga, tuvo lugar en el Auditorio del Museo Picasso desde el pasado jueves 19 hasta el sábado 21 de mayo. Cada día se realizaron dos sesiones de dos horas cada una. El primero en subirse al escenario fue el cantaor Antonio Reyes, que se fue por soleá, por tiento, por seguiriya... desplegando un abanico de palos que levantaron al público de su asiento al final de la actuación. Reyes era uno de los artistas de flamenco más clásico programados para la muestra, y quizá los más innovadores fueron los cuatro componentes del grupo que le sucedió en el escenario, Ultra High Flamenco. Formada por el jerezano José Quevedo “Bolita” a la guitarra, el vitoriano Pablo Martín Caminero al contrabajo, el sanluqueño Paquito González al cajón y el violinista francés Alexis Lefevre, sumándose a ellos la bailaora Rosario Toledo. La agrupación demostró que saben fusionar dos estilos tan de raíz como el jazz y el flamenco sin perder la esencia de ninguno de ellos.

Tras estas dos primeras horas llegó un pequeño descanso en el que la programadora del Festival Flamenco de Toulouse -que celebró su 15ª edición entre el 30 de marzo y el 10 de abril de 2016- María Luisa Sotoca contaba a LA RAZÓN que en Toulouse hay unas 6 o 7 escuelas de flamenco, a las que acuden gente joven, cada vez más interesada por el género. Además, afirmó que gracias a la amplia riqueza de este arte, se puede mezclar con otros estilos y así acercarlo más al público extranjero, atraído sobre todo por el baile. Otra forma por la que seducir a los espectadores es programando conciertos a precios populares, para lo que Sotoca tiene el apoyo de distintos centros culturales. Respecto a su experiencia personal, aseguraba Sotoca que “con el flamenco se aprende mucho del ser humano”, debido a la naturalidad con la que los artistas lo desarrollan, de hecho, una buena parte es improvisación.

De vuelta al Auditorio del Museo Picasso, era el turno de La Tía Juana “la del Pipa” y La Macanita. Las dos cantaoras sacaron todo el potencial de sus voces agitanadas y sorprendieron a público con una imponente presencia en el escenario. El día lo cerraron Dorantes y El Pele, quienes presentaron su trabajo “Dos cabezas... Pa un sombrero”. Dorantes no deja a nadie indiferente con su virtuosismo con el piano, que controla a su placer, incluso agarrando las cuerdas de su interior levantándose de la butaca. Al sonido del piano se sumaba el de la percusión de Javier Ruibal, creando un ambiente instrumental al que El Pele incorporaba su voz para dejarnos piezas que los oídos recordarán, y es que los tres no perdieron en ningún momento el compás. Perfecta la combinación. A la salida una espectadora decía que no se pensaba ir sin un beso de Dorantes, y lo logró, y los programadores también esperaron para felicitar a los artistas por la obra maestra que acababan de exponer.

Ya en la mañana del viernes se llevó a cabo el encuentro entre los programadores y los agentes de los artistas flamencos. El sistema, que se repitió el sábado, era el de “speedmeet” (similar al “speeddate”). Cada programador estaba situado en una mesa correspondiente y por ellas iban pasando los agentes con la intención de ofrecer los espectáculos de sus artistas. Aunque es difícil que se cierre un acuerdo para celebrar un concierto en tan poco tiempo (entre 10 y 15 minutos), sí que el contacto directo, más allá del móvil y los mails, supone un gran avance para que los flamencos terminen saliendo al extranjero. En medio del reparto de tarjetas y discos, el programador del Festival Flamenco Louxembourg, Miguel Betegón, comentó que el certamen se celebra en la ciudad de Esch gracias a la colaboración del Centro Cultural de España Antonio Machado (que ya tiene 70 años de historia) y KulturFabrik, un antiguo matadero transformado en lugar de recreo, al estilo de Maradero Madrid, donde, además, se celebra anualmente el festival. Betegón añadíó que “ a los extranjeros lo que más les atrae del flamenco es el baile porque el cante y la guitarra es más duro”, ya que hay que acostumbrar el oído.

Para estar seguros de que no bajaría el nivel de las muestras del día anterior, el viernes por la tarde el primero en salir de detrás de las bambalinas fue un icono de la guitarra flamenca actual, José Antonio Rodríguez, quien en 2015 formó parte de la gira “World of the guitar trio” (algo así como los tres tenores de las seis cuerdas), junto al ruso Roman Miroshnochenko y el danés Henrik Andersen. Rodríguez deslumbró con su espectáculo “Manhattan de la Frontera”, que tuvo su origen en 1999. Las seis cuerdas mantuvieron el protagonismo en la siguiente actuación, la del joven Manuel Valencia, que se desgarró tocando su guitarra, firmada por Paco de Lucía. Hablando del maestro, María Luisa Sotoca recordaba que el día de su muerte su hijo la llamó para comunicárselo y como no se lo creía, puso la radio francesa y estaban dando la noticia: “La pérdida de Paco fue un duro golpe no sólo en España, sino en todo el mundo”.

Después de Valencia, el Museo Picasso recibió a Pedro Granaíno, cuya voz, para algunos, evoca a la de Camarón. Acompañó el cante con el baile de Pastora Galván, que casi cae al suelo al tropezar con un altavoz. Y es que entre el piano, la percusión, el guitarrista, el cantaor y demás, casi no le quedaba espacio para desenvolverse. Sin embargo, los asistentes continuaron con sus “olés”, que no se escuchan durante los espectáculos flamencos que se celebran en Rusia porque “los espectadores no quieren interrumpir”, admitió Yulia Tseplinskaya, programadora del Festival de Moscú. La jornada del viernes finalizó con la muestra del guitarrista Josemi Carmona (hijo de Pepe Habichuela), el contrabajista Javier Colina y el percusionista Bandolero. El trío agitó tanto al público que, a pesar de que el concierto acabase pasada la media noche, era difícil irse a la cama e ignorar la noche malagueña.

Había toda una mañana para descansar hasta que el sábado por la tarde tuvieran lugar las cuatro demostraciones que clausuraran Flamenco Eñe. La primera de ellas fue la del guitarrista Santiago Lara y la bailaora Mercedes Ruíz, hipnotizando a los espectadores con su pañoleta. Lara presentó un tributo al artista de jazz Pat Metheny, versionando sus temas al flamenco. El telón se bajó y cuando volvió a subir entró al escenario Alfonso Aroca para sentarse en la butaca del piano y dar las primeras teclas para que sus compañeros le siguieran. La instrumentalización fue perfecta, y estuvo adornada por el taconeo de uno de los componentes de su agrupación, Abel Harana, y por el cante de Matías López. Cada vez quedaba menos para el final y ya las caras se llenaban de pena, pero la banda catalana “Babel”, que casi no había salido de Barcelona, llenó de alegría el auditorio del Museo Picasso con un sonido bastante marino compuesto por voz, bajo, flauta travesera, guitarra y percusión. Los organizadores pensaron en Esperanza Fernández para ser la última con el objetivo de que fuera la guinda del pastel flamenco, y lejos de defraudar, superó las expectativas. Sació el gusto del público por el arte jondo con su voz agitanada e interactuó sobre el escenario con la bailaora Ana Morales, que salió con un vestido blanco de cola larga digno de la mejor boda. De hecho, entre el público se escuchaba algún comentario de envidia. Ambas ofrecieron un número maravilloso, lleno de fuerza y actitud, que junto al talentoso guitarrista levantaron a los asistentes que se animaron a acompañar los últimos compases con palmas, aunque Esperanza Fernández y los suyos se resistían a salir del escenario e improvisaron durante unos minutos. El broche de oro estaba servido, la promoción de los artistas para la programadores extranjeros, también, pero lo que demostró Flamenco Eñe fue que nuestro arte patrio no solo rebosa calidad, sino que está lleno de alegría a pesar de todo.