Nueva York

Flamenco: la vanguardia es mujer

Artistas como Olga Pericet, Rocío Márquez y Rosalía, que luchan por la igualdad en el mundo «demasiado masculino» del flamenco, lideran la renovación de esta música atávica con gran proyección de futuro

Pericet actuando en Flamenco Festival de Nueva York
Pericet actuando en Flamenco Festival de Nueva Yorklarazon

Artistas como Olga Pericet, Rocío Márquez y Rosalía, que luchan por la igualdad en el mundo «demasiado masculino» del flamenco, lideran la renovación de esta música atávica con gran proyección de futuro

«De que quieras, de que no, tú entrarás en el caminito porque te lo mando yo», reza una vieja soleá que ejemplifica hasta qué punto el flamenco y el patriarcado (o el machismo directamente) han nacido y crecido en estrechísimo vínculo. La mujer es una figura totémica, tan adulada como denostada, para este mundo «hermético» (según Rocío Márquez) y «muy masculino», al decir de Olga Pericet. Ellas, cantaora y bailaora respectivamente, son herederas de aquellas pioneras que lograron romper el techo de cristal que las relegaba al arte dentro de las cuatro paredes de casa. Mujeres como la Niña de los Peines o Carmen Linares pudieron equiparar su actividad artística a la de los hombres. «Las embajadoras y las vanguardistas del flamenco casi siempre han sido mujeres –cuenta Pericet a LA RAZÓN tras su paso por el Flamenco Festival de Nueva York–. Han tenido una voz propia enorme. En el cante son grandes creadoras. Es verdad que antiguamente tuvieron que dejar atrás sus carreras por lo que socialmente se consideraba su lugar; han sido esposas, madres o señoras de casa, y por las costumbres no han podido desarrollar su carrera. Otras como Fernanda, la Niña de los Peines o la de Jerez, han sido importantísimas. Y actualmente hay muchas también. En el baile Carmen Amaya, podríamos decir que fue una figura que realmente cambió el baile. Y no solamente el de la mujer, sino también el de los hombres. La mujer está en un momento de auge».

- Sello propio

Ellas son ahora las grandes renovadoras de un arte ancestral que considera la tradición un activo imprescindible para su desarrollo. De hecho, la misma reverencia hacia el pasado ha lastrado a veces su camino. Hoy, en cambio, el miedo a innovar es menor y la búsqueda de un sello propio es un modo también de reivindicar su autonomía como mujeres en el arte, de poder a poder con ellos. «Los prejuicios no sólo existen en el flamenco cuando una tiene 23 años, es mujer y no es una cantaora al uso –explica Rosalía, la joven barcelonesa, paya para más señas, que se enamoró del flamenco por un coche que radiaba Camarón en plena calle–. Ser mujer condiciona siempre, desde que sales de casa... Sin embargo, hoy en día tenemos la suerte de poder desarrollar quién queremos ser. Yo he elegido ser músico y en todo lo que hago reivindico mi libertad creativa más allá de estilos musicales». Lo suyo, dice, es la «honestidad», ya sea mediante Chocolate o Bukowski, Valderrama o John Cage... Ella, de la mano de Refree (productor de Silvia Pérez Cruz), es el rostro femenino de la renovación flamenca como el Niño de Elche lo es de la heterodoxia masculina. Afirma Pericet, bailaora que fusiona la bata de cola con lo contemporáneo, que el mestizaje «es algo bueno porque, como todos los artes grandes, el flamenco va corriendo según los tiempos que pasan», todo ello sin traicionar ese «algo ancestral que conecta con la tierra, que al ser tan directo cuando se ve y se escucha hace que enganche tanto».

Al final, la tensión entre el ayer y el mañana está generando un presente prometedor. «No hay que temer al cambio. Las nuevas generaciones tenemos mucho respeto a la fuente, que es donde venimos todos. Se reconoce, y cada vez se reconoce más. Lo contemporáneo reconoce más la fuente. Pero no hemos de tener miedo a evolucionar porque entonces hay un bloqueo y ese arte no crece», añade Pericet. «Estamos en un momento en el que se están superando muchos prejuicios –apunta Rocío Márquez–. Desde ese punto de vista, me parece que está muy vivo el flamenco porque se le está permitiendo adaptarse a los nuevos tiempos e ir caminando con cualquier otro estilo. Todo acorde con lo que se va viviendo en la sociedad. Para mí, es muy importante la libertad y la convivencia de estilos porque al final todo está comunicado.

Además, el cante, el baile, han salido del viejo gueto. Hoy no sólo giran por tablaos o teatros, sino también por salas en las que el día anterior puede haberse celebrado una «rave» o una «performance». Rosalía presentará su disco «Los Ángeles» en festivales «indies» como el Primavera Sound. Ella ya sabe lo que es llenar salas como la But junto a un dj o «petarlo» en la red con ídolos irreverentes de la juventud como C.Tangana. Contra lo que se cree, el flamenco, asegura, tiene un público cada vez más joven y más desprejuiciado. En el mundo tampoco le falta buenas dosis de prestigio. «Ya no necesita como en otros momentos ser revalidado por estar en un espacio concreto. Una vez superado esos complejos, se va al teatro donde se expresa lo que el artista quiera expresar», dice Márquez. «Con la riqueza artística que posee el flamenco, creo que puede llegar a públicos en salas alternativas que lo consideran ‘‘mainstream’’. Existe una parte de las instituciones que piensan que el flamenco ya tiene su mercado. Pero es una manifestación muy distinta y variada», opina Miguel Marín, director del Flamenco Festival de Nueva York.

En efecto, la mujer es «la punta de lanza» del cambio generacional, según Olga Pericet: «Es verdad que los tiempos ahora la están apoyando más social y laboralmente, lo cual llega a cualquier arte. De hecho, creo que dentro de poco veremos un flamenco de género. Hay elementos que han sido básicamente femeninos como puede ser una bata de cola o un mantón, y ya los hombres lo están utilizando, por ejemplo». «Ójala podamos vivir en algún momento el flamenco desde la igualdad –añade Márquez-. Creo que vamos en esa dirección pero todavía no estamos ahí. Hace falta seguir caminando. Pero sí es cierto que de un tiempo a esta parte, y gracias al esfuerzo y la constancia de muchas artistas, nos encontramos un panorama más cómodo que antes. Que no quiere decir que estemos en igualdad de condiciones. Hay que poner más pasión en llegar a esa igualdad», concluye.

«Tocaoras», la última frontera

Si hay un ámbito que aún está vedado para las mujeres en este mundo es el instrumental. Desde que el flamenco es flamenco, el hombre toca la guitarra y la caja; la mujer, exclusivamente las palmas. Pero incluso eso está cambiando, lentamente eso sí, gracias al empeño de un pequeño grupo de mujeres. Antonia Jiménez, nacida en El Puerto de Santa María en 1972, es una de ellas. Ha estudiado, entre otros, con Manolo Sanlúcar y girado con Carmen Linares y Olga Pericet. Junto a ella, guitarristas como Carolina Planté, Noa Drezner y Laura González bregan a diario contra el machismo imperante en las seis cuerdas. Cada vez son más tenidas en cuenta en festivales y eventos, pero su promoción está mucho más lastrada que la de las mujeres en el cante y el baile.