Conciertos

Franco Battiato, un alzamiento poético

Franco Battiato
Franco Battiatolarazon

Música electrónica y experimental, canción ligera y romántica, temas operísticos y cultos o el «technopop». Franco Battiato es capaz de todo.

Franco Battiato, voz. Carlo Guaitoli, piano. Angelo Privitera, teclados y sintetizadores. Junto al Nuovo Quartetto Italiano: Alessandro Simoncini y Luigi Mazza, violín. Demetrio Comuzzi, viola. Luca Simoncini, chelo. Real Jardín Botánico Alfonso XIII. Madrid. 18-VII-2017

Música electrónica y experimental, canción ligera y romántica, temas operísticos y cultos o el «technopop». Franco Battiato es capaz de todo, de encandilar a varias generaciones con la renovación permanente de su cancionero, pero sobre todo con su escritura poética, la fuerza en torno a la que gira la verdad de sus canciones. Anoche, el siciliano mantuvo su idilio con el público madrileño, que agotó todas las localidades, casi 2.000, del veraniego festival La Noches del Botánico. Era importante: por fin un 18 de julio en el que celebrar a un Franco bueno. Y se lo recordaron cuando aún no había empezado: «¡Viva Franco!». Y él contestó, a la segunda: «¡Arriba!» ante la risotada general.

Y es que Battiato, Franco, cada vez que sale a escena tiene que ocuparse de ejecutar una antología propia que complicaría la vida a cualquiera, porque no se trata sólo de medio siglo de carrera, sino de múltiples reencarnaciones. Sin embargo, el italiano yergue su nariz generosamente mediterránea y olfatea su propio estado de ánimo para decidir qué canciones tocará en cada momento. Y así salta de charco en charco, con 72 años, rejuveneciendo en cada noche. Battiato a estas alturas puede escuchar solo a su voluntad, digamos su capricho, como ha demostrado en sus últimas visitas, y anoche optó por enfatizar el peso lírico de canciones que son poemas. Ese fue el centro de gravedad en torno al que gira y cobra sentido su obra, la escritura. Temas, por cierto, bien diferentes al repertorio que interpretó hace apenas dos años en Madrid.

Abrió con «Stati di gioia», sentado en un banco cubierto con una alfombra, hierático, cantando letanías como «Le sacre sinfonie del tempo», «Secondo Imbrunire» y «Fornicazione» junto a «No time no space». Fue un Battiato espiritual, «ángeles caducos en una tierra eterna», cantó sobre el sonido de las cuerdas y una base electrónica. Coordenadas excepcionales que él se puede permitir para hablar de la geometría existencial y la mecánica celestial. No se atrevió a cantar en español «L’ombra della luce», pero continuó con «L’Oda all’inviolato» y «Povera patria», más temas de sabiduría sobre una primavera que tarda en llegar.

Battiato mantiene su poder seductor, pues nunca estuvo apoyado en otra cosa que no fuera la nostalgia, mejor que las películas de Sorrentino. De esa elegancia le sobra en «Tra stesso e castitá», «Segnali di vita» y «Te lo lego negli occhi», y otras poesías como «La canzone dei vecchi amanti». El italiano se despidió de Madrid con «Voglio vederti danzare». Hasta que Battiato vuelva a reencarnarse.