Flamenco

José Mercé: «El Rey Felipe me dijo que empezó a escuchar flamenco conmigo»

José Mercé / Cantante. Tras cuatro años de conciertos y trabajando sin parar, seguirá haciéndolo, pero ahora de la mano de un nuevo disco, «Doy la cara», repleto de duetos

José Mercé
José Mercélarazon

Tras cuatro años de conciertos y trabajando sin parar, seguirá haciéndolo, pero ahora de la mano de un nuevo disco, «Doy la cara», repleto de duetos

Cuando José Mercé se ríe, ilumina el espacio. Se ríe de veras, con pasión por vivir. La misma que perdió un día con la muerte de un hijo y que recuperó, aunque repleta de cicatrices inevitables, gracias al apoyo de su mujer. Fuerte ella y con la voz de mando impecable, dijo que había dos hijas más y que debían mirar hacia delante. Y entonces, José Mercé, mirada azul en ristre, recuperó su portentosa voz y esa manera de decir y de cantar que enamora almas y cuerpos y le volvió a dar al flamenco como tan pocos saben hacerlo. Tras cuatro años haciendo conciertos y trabajando sin parar, vuelvo a encontrármelo con un nuevo disco en la mano, titulado «Doy la cara», repleto de duetos. Achina sus ojos azules por la sonrisa y me cuenta: «Es que parece ser que es la moda de ahora. Cuando me propusieron hacer este disco de duetos dije que sí, pero que a estas alturas no lo haría con cualquiera. Hay grandes compañeros, grandes artistas y los temas que hemos hecho son clásicos, los de toda la vida, que me parecen muy lindos».

Y lo son. No podía ser de otra manera con esos compañeros de viaje: Sabina, Alejandro Sanz, Calamaro, Pablo Alborán, Ainhoa Arteta... Repasando todos esos nombres míticos y los demás me pregunto si es que Mercé es capaz de aflamencar cualquier tipo de música. «Es que el flamenco es un soniquete, como yo digo. Es una cultura grandiosa además, ¿no? El que ha nacido para cantar flamenco normalmente puede hacer otra música, pero creo que el flamenco es más difícil y si no naces para cantarlo, por muchas academias que haya puedes ser un gran aficionado pero cantarlo, no. Y bueno, yo me adapto mejor a hacer estas cosas que estos compañeros a hacer flamenco. Está muy claro», explica.

Lo que no está tan claro es cómo se consigue eso de gustarle a todo el mundo. Será por su manera de adaptarlo a su propio carácter porque nadie le pone un pero, ni clásicos, ni modernos. Debe tener una fórmula mágica: «Pues mire, la fórmula fue que, a partir del 98 que hago “Del amanecer” con Vicente Amigo, luego “Aire” con Moraito Chico y después “Lío, “Confí de Fua”, “Lo que no se da”..., empezamos a hacer unas letras muy cotidianas para la gente más joven que no había escuchado en su vida el flamenco y que creía que era de horteras o para gente de más de 60 años. A partir de ahí, metí a mucha gente joven en el cesto del flamenco. Y también a gente menos joven que hacía ese tipo de comentarios de “gracias a usted he empezado a escuchar flamenco”. Incluso puedo decir que el Rey, nuestro Felipe, cuando era príncipe y me entregó uno de los premios Amigo, me dijo: “José, yo empecé a escuchar flamenco contigo”».

Le digo que lo suyo es para todos los públicos y enseguida añade: «Y pa’ todas las clases». También para los tristes y para los alegres... «Yo siempre digo que el flamenco es una tragi-rabia: depende del momento, del palo que vayas a hacer o de cómo te sientas en el escenario. Es mucho de sentimientos y de inspiración, no es de Pitágoras. El flamenco no es un pentagrama y dos y dos pueden ser en vez de cuatro, dos y tres y medio o cuatro y medio... Por eso está vivo. La misma letra la haces ahora y a los cinco minutos suena diferente».

José Mercé se subió por primera vez a un tablao de Cádiz cuando aún no había cumplido 13 años. Desde entonces hasta ahora ha pasado casi medio siglo, pero él está mejor que nunca. Glorioso, apuesto y con una extraña calma que irradia en la conversación: «Quizá sea que ahora tengo menos presión de la crítica. Cuando salgo a un escenario, aunque lo paso muy mal antes, eso es cierto, luego, en cuanto hago el primer cante y veo al público cómo reacciona, disfruto muchísimo porque canto para mí. Mi público es mi público y es lo que más quiero en el mundo, pero yo canto para mí. Yo me entiendo...Antes me preocupaba más del aplauso, ahora es como cuando estás a gusto delante de un toro, que ya no te importa que te coja, te da igual».

- Rodeado de mujeres

No es raro porque cante lo que cante es aclamado. Críticas, poquitas y sólo de casa: «Mi mujer es la más crítica, pero mis hijas también. Me ponen como un trapo. Me llegan a enfadar». Si es que mucho decir que los gitanos Esto y lo otro y luego las que mandan en casa son las mujeres. «No le quepa la menor duda. Mire, viene mi tocayo, el padre de Sergio Ramos, a casa y mientras le enseño todo llegan las niñas y dicen esto es pa mí y esto pa mí y me mira y me dice: “Te veo durmiendo en el garaje; tus hijas y tu mujer te lo van a quitar todo...” Dese cuenta de que estoy rodeado de mujeres. Quitando mi hijo Curro, todo niñas, mi suegra... Cinco mujeres en casa. ¡Que no me dejan ni cocinar porque dicen que formo unos escándalos y lo mancho todo!».

Hablamos de otras cosas, del flamenco de hace un siglo, del jazz de los años 40, de los trajes de los gitanos de Jerez y acabamos con sus hijas. «Mi hija O’Hara, que es guapísima y profesora de universidad, llega una tarde cuando estoy grabando y le dice a Javier Limón que le gustaría cantar un bolero conmigo. Y a mí me extraña, porque ella es muy tímida y además nunca ha cantado..., pero va, se mete, le ponen el estribillo y se lo raspa divinamente, sin desafinar, con la voz divina. Me quedé pasmado. ¡Que cuando me felicitó el rector, porque fue la primera de su promoción, le dije que esa niña tan estudiosa no podía ser mía! Pero vaya si lo es», cuenta orgulloso. Tanto como de Desiré, que le ha dado dos nietos, que se crían con los abuelos, porque ella se separó, y a José Mercé le llaman papá. Abuelo, padre, cantante y divino, por buena gente, José Mercé da la cara. Y que bueno es volvérsela a ver.

Personal e intransferible

José Mercé nació en Jerez de la Frontera en el año 55. Está casado desde el 74 («con la misma, eh»), es padre de tres hijos (Desiré, O’Hara y Curro, que murió) y se siente orgulloso «de mi mujer y de mi familia, que son los que me han apoyado». No se arrepiente «conscientemente» de nada. No es rencoroso, aunque lo de olvidar... «depende». Es de risa y lágrima ligera. A una isla desierta, no se iría: «¡Qué hago yo solo allí!». Le gustan «las papas fritas con huevo, tomatito frito y unos pimientos con una cervecita fresca (en botella) o un vinito». Su manía es que no es «capaz de cantar con el reloj puesto en un concierto: «Me pille donde me pille se lo doy a cualquiera». Sus vicios son «muchos». De mayor le gustaría ser «cantaor flamenco» y si volviera a nacer sería «cantaor otra vez».