Crítica

Kaufmann, triunfar musitando el lied

Kaufmann, delirio en el Palau
Kaufmann, delirio en el Palaularazon

Obras de Mahler, Britten y Strauss. Tenor: Jonas Kaufmann. Piano: Helmut Deutsch, piano. Palau de la Música Catalana. Barcelona, 9-VI-2016.

Schubert, posiblemente el mayor liederista de la historia, escribió muchas de sus canciones en tabernas, cantándolas con los amigos y bebiendo cerveza. Ese ambiente íntimo, de confianza y camaradería es el que respiran y requieren muchas de esas pequeñas joyas. Los tiempos de confusión que corren han hecho que hoy los escuchemos en salas de seis mil personas y a plena luz. Las cosas se complican aún más si el solista quiere ser fiel a ese espíritu inicial, creando recogimiento con medias voces e incluso pianos empleando medios falsetes. Así es como Jonas Kaufmann concibe el lied, género que lleva cultivando mucho antes de alcanzar la fama.

El Palau de la Música Catalana no tiene seis mil butacas, pero su aforo supera las dos mil y su maravillosa arquitectura modernista, con las sorprendentes vidrieras, esculturas y pinturas, ayuda bien poco a la concentración. El recital ahora comentado proviene del anulado el pasado octubre, y de Schumann, Liszt y Wagner ha pasado a Mahler, Britten y Strauss. No creo que las «Canciones del camarada errante» sean, en su versión pianística, lo más adecuado para empezar un recital, ya que su poesía exige una imposible concentración inicial tanto al cantante como al público y, también en este caso, que los oídos se acostumbren al intimisimo que imprime Kaufmann. Por ello los dos primeros quedaron algo fríos, para tomar calor con el más temperamental «Ich hab’ ein Glühend Messer» y ya poderse disfrutar del nostálgico cuarto y último. El tenor alemán pasó muchos veranos con su familia en Italia y así aprendió una lengua que domina a la perfección. Los «Siete sonetos de Miguel Ángel» fueron la primera de las muchas obras que Britten dedicase y compusiera para Peter Pears, su pareja. Cosechó tal éxito en su estreno londinense de 1942 que, en el camerino, la Decca le propuso grabar un disco del que luego se vendieron miles de copias. Britten logró combinar en estas breves piezas su temperamento y expresividad de inglés con la mayor expansividad lírica del idioma italiano. Kaufmann demostró entender ambos aspectos, sorprendiendo la forma de contrastar el musitado XXXI con el más extrovertido XXIV, que incluye una larga frase «a capella». En Strauss se movió aún más a sus anchas, con los juveniles «Nueve lieder Op.10» seguidos de otros cinco, alternando las medias voces con un mayor uso del potenciómetro vocal para dejar totalmente entregado a un público que obtuvo aún más de lo mucho que ya esperaba cuando empezaron las propinas. Concedió cuatro Strauss más –«Morgen» incluido– muy entregado vocalmente y, como los vítores no paraban pasó a la opereta con el «Tuyo es todo mi corazón» de Lehar. Helmut Deutsch, que volvió a demostrar el estupendo acompañante que es y la gran compenetración que mantiene con aquel con quien colabora en todos sus recitales, le hizo retener la sorpresa hasta el último momento: la breve «Las locas de amor» de Turina con el exultante final «te amaré». El delirio. Ramos de flores, botellas de champán, paquetes... Dicho lo cual, yo me pensaría si abordar el mismo programa en el Teatro Real en noviembre.