Rock

Loquillo: «Hasta los políticos quieren ser rock-stars»

Sabino Méndez entrevista a Loquillo / Cantante. Formaron una de las parejas más certeras del rock español hace más de tres décadas. Ahora, el Loco publica «Viento del este»

Hace más de tres décadas que Loquillo y Méndez se conocieron en el Clot
Hace más de tres décadas que Loquillo y Méndez se conocieron en el Clotlarazon

Sabino Méndez entrevista al cantante Loquillo. Formaron una de las parejas más certeras del rock español hace más de tres décadas. Ahora, el Loco publica «Viento del este»

Hace ahora 35 años que Loquillo y yo nos conocimos en la Plaza Universidad de Barcelona. Ambos queríamos montar una banda de rock y nos entendimos bien. Durante los años que caminamos juntos, creamos una conjunción tan estrecha, y casi tan perdurable y productiva, como la que se dio el día que los políticos españoles se tropezaron con la corrupción y la mentira. Hoy, siete lustros después nada menos (¡más de un tercio de siglo!) el viejo camarada saca un nuevo disco («Viento del Este».,Warner) y los dos estamos de acuerdo en que es una bella paradoja que sea yo quien le entreviste para La Razón.

–La portada del disco tiene el aire fantasmático de las fotos de Thomas Canet. ¿Es El Clot, verdad? Tu barrio natal en Barcelona, donde quedábamos de jóvenes.

–Sí. De aquel barrio no queda ya nada de lo que conocimos. El nuevo urbanismo ha arrasado con todo y cuando intentas explicarle a algún joven cómo era aquel lugar, descubres que ya no existe. Tienes la sensación de haber vivido un sueño.

Hoy es muy común oír el mensaje de que aquel tiempo de la Transición fue una pantomima, un pasteleo para que las cosas siguieran igual y mandaran los mismos. Según ese relato, no habría habido una verdadera transición democrática y estaríamos en un régimen casi franquista. A mí, todo eso me parece una cantinela. La España que veo ahora mismo ha cambiado muchísimas cosas. Ha eliminado muchos muros y sitios que no eran precisamente lo mejor del mundo. Entonces había una parte del país que parecía empeñada en inventar úteros de tapón irrellenable. Eso, afortunadamente, ha desaparecido. Me hace gracia que gente que no estuvo allí intente contarme a mí cómo fue.

–Tú, que estabas, ¿qué viste?

–El público quiere saber cómo hemos llegado hasta aquí y cómo hemos sobrevivido. Yo intento explicarles, a través de mis canciones, cómo precisamente gracias a que todos los españoles cambiamos entonces aquello, podemos denunciar hoy esto. Estamos llegando por fin al verdadero final del siglo XX, que será cuando la digitalización nos revele con claridad hacia dónde nos lleva. Y descubro, con sorpresa, que este momento en nuestro país tiene algunos paralelismos muy claros con la Transición. Vuelve el rollo progre, con las melenas y el cliché del tipo que para ligarse a una tía le tenía que comer la oreja con un rollo de sociología. ¿Te acuerdas que les llamábamos los aburrebragas? Vuelve también la importancia del centro, con Ciudadanos buscando el papel de una UCD. Es un momento muy estimulante e interesantísimo. Nosotros, que ya hemos visto algo parecido, no podemos evitar recordar que los progres pedían salir de la OTAN y legalizar el cannabis. Y, cuando gobernaron, nos metieron en la OTAN y prohibieron el cannabis. Más que una nueva Transición, lo que la gente parece desear es un nuevo contrato ciudadano.

–Hay diferencias. Entonces se daba por sentado que la amistad era más fuerte que las patrias. Uno estaba dispuesto a traicionar antes a la bandera que a un buen amigo.

–Nos empeñamos en llenar las banderas de significados. Pero para los significados, son mejores las palabras, que permiten explicar matices más complejos. Actualmente, yo lo único que pido es una cosa muy sencilla: una nueva ley electoral. Mientras el voto de un ciudadano valga el doble que el de otro, no existirá aquí democracia de verdad.

–¿Qué esperan si no, de nosotros? Nos han convertido en el paradigma público de sexo, drogas y rock’n’roll, así que no se puede aspirar a que no entremos en temas incómodos.

–Sí. Prácticamente nos han adjudicado ya el estereotipo del Pijoaparte de Juan Marsé: los incómodos de barrio que aspiran a hacer suya la ciudad y su burguesía. Pero lo cierto es que, en la novela de Marsé, el Pijoaparte no consigue nunca tirarse a Teresa Serrat, sino a la criada. En cambio, en nuestro caso, lo que nos pasó es que no sólo llegamos hasta la Teresa Serrat de nuestra época, sino que ésta además les pasó nuestro teléfono a sus amigas y por ahí desfiló toda su agenda. El hecho innegable es que el Pijoaparte de ficción terminaba en la cárcel y tú vives en Sitges, frente al mar, y yo en San Sebastián, las dos poblaciones con el metro cuadrado más caro de España.

–Cuidado al hablar de conductas sexuales. A ver si nos acusan de machismo.

–Pues a mí esa agenda de chicas que cae sobre nosotros me parece la mejor muestra de un feminismo real: el acceso de ellas al libre dominio de su sexualidad. Es una de las grandes diferencias entre 1956 (el año de «Últimas tardes con Teresa») y el 1982 de nuestra adolescencia. ¡Y luego nos dirán que la Transición no existió! ¡Je!

–Se oye hablar depresivamente de fracasos. El de tener que repetir elecciones, el fracaso de la vertebración de España... Me parecen falacias. Hay datos objetivos para probar que son éxitos, sólo que no se han querido leer así por conveniencia política. Es un éxito que el bipartidismo no se fosilice; es un éxito de cohesión social ver la normalidad que tiene la calle durante ese período en funciones; es un éxito cómo hemos seguido juntos apese a los sentimientos localistas de este país. Son éxitos de los votantes.

–Si Madrid fuera realmente la expresión centralista de un Estado, entonces, ¿por qué la Movida se llamó madrileña y no la movida española? Es lo que hubiera sucedido en París de haberse dado allí. Hubiera sido la movida francesa para todo el mundo, y no la parisina. Ese adjetivo de la movida, el «madrileña», es la mejor demostración de que la Hispania romana es una península de fuertes sentimientos localistas, que son positivos y expresiones de vitalidad. El gran éxito es que se ha conseguido algo dificilísimo: convivir prosperamente en perpetuo debate y razonable libertad.

–Sin embargo, sigue habiendo puntos negros: la desigualdad ha aumentado y todo lo que nos gusta, los libros, los discos, la prensa escrita, el cine de autor, los films clásicos,cada vez se consumen menos. ¿Cómo sobrevivirán los artistas jóvenes?

–Ahora es muy difícil crear un personaje, cocinarlo bien, porque todo se replica rápidamente en las redes. La única alternativa es ser gracioso y obtener primero notoriedad mediática al precio que sea, para luego poder dictar tus condiciones y hacer lo que quieras. Ser payaso puede estar muy bien, pero si la cultura consiste sólo en eso, se acaba. Eso sí, el agua siempre se filtra por los huecos del sistema. Lo que nos mantuvo en pie de guerra de jóvenes es que siempre nos decían no.

Hemos hablado ya de sexo, de drogas (la política es la droga más dura y la poltrona lo que más engancha), así que solo nos queda hablar de rock’n’roll. Lo digital no acaba de arrancar como estilo propio. El rap saturado de preocupación social sólo ha conseguido aflorar, salvo algunas honrosas excepciones, en letras de ramplona violencia estalinista. Y, en cambio, cuando llega el cambio a Cuba, a la hora de visualizar al mundo el giro hacia la libertad, escogen un concierto de los prohibidos Rolling Stones.

–¿Crees que la música popular hecha de una manera eléctrica tiene todavía sentido? ¿Te sorprende como a mí que el rock siga siendo aún, después de medio siglo, el símbolo de libertad por antonomasia?

–El control ahora es mayor que cuando éramos jóvenes. Existen las redes, los operadores, las teles por cable, las aplicaciones. Lo que son en principio herramientas de libertad también pueden funcionar como modos de control. ¿Quieres cambiar el mundo? Entérate primero de cómo funciona. La globalización llevará a que todo dependa del Banco Mundial. Y ahí, si no sale otra cosa, el rock con su componente ácrata siempre tendrá algo que decir sobre la libertad. Todo el mundo, Sabino, quiere ser estrella del rock, hasta los políticos en sus modos televisivos. ¿Quién nos iba a decir entonces, cuando éramos jóvenes, que a mí hoy me esperaría un verano con una gira de más de cincuenta actuaciones que acabará en Las Ventas? Estábamos convencidos de que vendrían nuevos modos musicales a jubilarnos y no han llegado. Empiezo a sospechar que no hay relevo, sino que la tecnología ha llegado a un punto tan sofisticado que todas las expresiones artísticas van a radicalizarse: existirá tan sólo o lo real o lo virtual. Y nada más real que unos tíos ejecutando rock en vivo. Por eso los políticos están adquiriendo modos de rock-stars en sus apariciones en los medios. Porque es ese plus de realidad lo que quieren gestionar. Que la gente crea que su voto va a modificar realmente algo.

«Viento del este» y otros tres millones de discos

Vuelve el Loco, fiel a su estajanovista ritmo de publicaciones discográficas. «Viento del este» es su nueva referencia, un álbum de rock donde reúne a los mejores compositores y que sucede al experimento rockabilly que despachó junto a Nu Niles. Ahora recupera a su banda y, bajo la producción de Josu García y Mario Cobo, presume de haber hecho de este repertorio uno de los mejores de su carrera. Además, para celebrar este lanzamiento, Loquillo recibió el disco conmemorativo por la venta de más de tres millones de copias de toda su discografía, un hito al alcance de pocos en este país. Un premio a su trayectoria, llena de éxitos pero no por ello transformada en pieza de museo. La prueba de su vigencia es su nuevo asalto a la Plaza de las Ventas en Madrid el 24 de septiembre, cuando promete un «concierto para la historia», una actuación especial de la que quedará reflejo en DVD.