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Macaco: «Puede salirme la vena macarra con quien me trate de gilipollas»

Convierte sus canciones en armas de activismo social. Su nuevo single, «Semillas», pone el foco en los alimentos transgénicos destinados al consumo humano

Macaco
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Es de los que con la mano «levantá» al pasado le dicen adiós, de los que piensan que el futuro que vendrá pende de un hilo y de los que paladean el presente, buscando sitios para saltar que le den alas para volar. Cancionero y cronista de lo colectivo, Macaco lleva una gorra en la que se lee: «Soy Semilla», el título de su último single.

–De tocar en la Plaza de Cataluña ha pasado a petarlo sobre el escenario, pero ¿cuáles son sus semillas?

–Vengo de una familia de músicos y la he escuchado de todo tipo. Luego vas buscando tu camino. No pretendo ser el mejor, pero sí yo mismo.

–Pues lo ha conseguido.

–El proceso fue a fuego lento. Me puedes escuchar en un bar donde esté tocando un colega, pero también me encanta liarla en los festivales. He crecido con el boca-oído gracias a mi inquietud, ilusión, trabajo y persistencia. Nadie me ha regalado nada.

–¿Ha corrido por la vida sin frenos?

–A veces sí, y me he golpeado. Pero de las heridas se aprende. Creo que la vida se vive un momento. Si estamos siempre proyectando en el futuro y en el pasado vivir se convierte en un coñazo. Hay que amar la trama más que el desenlace.

–¿Qué semillas le gustaría plantar?

–Las del diálogo, que borren el prejuicio e impidan juzgar a nadie por sus pintas. Tengo la suerte de escribir, componer y hablar de lo que quiero. Todos somos semillas. Podemos plantar una idea, que crezca o no dependerá de cómo la riegues.

–Ésta es una de las canciones más impactantes de «Historias tatuadas», pero ¿qué historias se deben tatuar?

–Eso es muy personal. A cada uno nos pone una cosa.

–¿Y a usted?

–La personalidad, la gente que escoge un estilo de vida y está orgulloso de él. Pero lo que más me pone es la tranquilidad.

–Es hombre de tatuajes. ¿Cuántos tiene?

–Estéticamente me atraen, aunque los importantes son los que están en el corazón y en la cabeza. Intentar gustar a todo el mundo es la base del fracaso. Yo intento gustarme a mí mismo. Tengo cinco tatuajes.

–Combate a través de sus canciones...

–Me gusta ser cronista de lo colectivo. Soy fan de la gente que observa y escribe sobre ello, y de los que saben escuchar. Intento transformar cosas sociales en temas. De algunos asuntos es necesario debatir, como de la sanidad pública, de la alimentación, de la medicina... Hago estos discursos porque creo en ellos y he vivido en mis pieles lo que puede pasar. La música es una vibración. Las vibraciones se mueven y contagian.

–¿A qué suena Macaco?

–Soy cancionero. Aprendí tarde, porque he sido muy autodidacta. Estuve muchos años tocando en la calle y me producía yo con amigos. Mis primeros discos me dan un poco de vergüenza, aunque si no los hubiera hecho no habría aprendido.

–La luna duerme inquieta porque la tierra está siendo violada.

–Sí, nos estamos cargando el planeta.

–Pero seguimos con el vaso entre las piernas.

–Efectivamente. El que hablaba del cambio climático hace cinco años era un hippy loco, y ahora es más que evidente. La educación es súper importante, pero el problema viene de arriba.

–¿Canta en la ducha?

–Canto por todos los lados. Me enchufo con la alcachofa en la nuca para relajarme y hago con la voz «ahhggg», que es muy bueno para calentarla y sacar el estrés.

–¿Cuáles son los temas que más le inspiran?

–Me inspira todo. Apunto en el iPhone algunas palabras que dice la gente o que salen en una película. Una frase de una de mis canciones me encantaría enseñársela a Sabina, porque creo que le molaría: «Brindamos la despedida con la duda como bebida».

–¿Y las drogas?

–Defiendo la legalización de todas. Habría menos muertes, porque la gente se mete mierda. Cuando era más joven las probé, pero ya no me atraen. Ahora me fumo cuatro cigarros de liar al día, que eran los petas que me fumaba hace ocho años. Siempre he ido sobrado de imaginación. Llevo una vida saludable. Bebo muy poco e intento tomar las cosas a una temperatura templada, ya que si las entrañas están frías las emociones del cerebro se desbalancean. También tomo jengibre para la garganta como antiflamatorio.

–Tiene pinta de ser un poco canalla...

–No quiero ir de borde, pero puede salirme la vena macarra con el que me trate de gilipollas.

–¿Continúan existiendo sitios para saltar que nos den alas para volar?

–Sí, pero se puede volar sin alas. El miedo causa todos los desastres. Quieren que mueva el mundo, aunque hay que luchar contra él.

–¿Nunca es demasiado tarde para comernos la vidade un solo «bocao»?

–Jamás. Hoy es el primer día del resto de tu vida.

El LECTOR

Entre los periódicos que lee Macaco cuando viaja se encuentra LA RAZÓN. Siempre empieza por detrás, porque la contra es lo que más le gusta, y muy pocas veces llega hasta la portada. Su sección favorita es la de Cultura, aunque también le interesan bastante los temas sociales y medioambientales.