Valencia

Major Lazer, el calentón del FIB

En Benicassim los tiempos están cambiando. El festival abrió su 22ª edición con la locomotora de Major Lazer, que impuso las leyes procedentes del suburbio con un repertorio que canta al hedonismo y la exuberancia, y con la clase que impartió en su directo Soulwax en una gran e inesperada noche que se convirtió en una fiesta

Negro sobre blanco. Lazer Major abrieron la jornada inaugural del Festival de Benicàssim con un show que hizo vibrar a los más de 30.000 asistentes al encuentro
Negro sobre blanco. Lazer Major abrieron la jornada inaugural del Festival de Benicàssim con un show que hizo vibrar a los más de 30.000 asistentes al encuentrolarazon

En Benicassim los tiempos están cambiando. El festival abrió su 22ª edición con la locomotora de Major Lazer, que impuso las leyes procedentes del suburbio

El Festival de Benicàssim siempre ha sido un laboratorio de ideas musicales. En sus más de 20 años de historia, por él han pasado nombres legendarios y cada año el cartel se recibe con sacudidas de cabeza: «Era mejor antes» o «ha perdido personalidad» son algunos de los lamentos más cenizos. Y, sin embargo, el FIB cumple una función: refleja a la perfección el signo de los tiempos. Y el de los actuales está muy bien representado por la actuación estelar de la noche del jueves, los estadounidenses Major Lazer, que convirtieron una jornada pensada como un mero prólogo en una fiesta mayor y una oportunidad para el análisis.

Para quien no conozca a Major Lazer son los reyes del suburbio. Su máxima es el hedonismo y la exuberancia, el salto y el descoyunte. Clase no es que tengan sus canciones, pero las casi 30.000 personas que asistieron sin aliento a su concierto podrían decir que eso qué importa. Porque lo que cuenta en son los bailes simiescos, la euforia conseguida con métodos estridentes y a conciencia. Y ese es un buen mensaje punk, el antivirtuosismo, hacer de lo chusco y alejado del buen gusto tu seña de identidad. Cuando al primer FIB llegaron The Jesus And Mary Chain, tenían una actitud y un estilo definido, un signo de los tiempos. Es obvio que el contexto ha cambiado y la música es el patio de recreo de la clase trabajadora, algo que, por otro lado, es fantástico, aunque haya sido a costa de cierta pérdida de contenido. Y no hay duda que los principios que movían a la generación del «indie» han sido digeridos o han perdido su sentido porque la sociedad de mercado también lo ha hecho: ya estamos ante una segunda generación de fibers. Poniendo unos términos en inglés a veces vemos las cosas más claras: en estos tiempos de «influencers» y «followers» corremos el tiempo de convertir a la música en una «commodity», una mercancía genérica y sin sustancia. Es imposible saber qué significado tiene para el público asistir a un concierto o a un festival, pero es evidente que ha cambiado en apenas 22 años de historia que tiene el FIB. ¿Sería presuntuoso decir que ha sido para peor?

- Reciclando sonido

Major Lazer no luchan contra el sistema, sino contra el aburrimiento y a favor del calentón. Invitan al personal a quitarse la camiseta (y obedece el cincuenta por ciento) y a mover el trasero. Son los reyes del «twerking», otro término anglosajón: un baile que en el mundo latino conocemos como «perreo» y que consiste en un contoneo sugerente de interpretación libre. Electro, house, dancehall, reggae, y un inglés de orgulloso acento ajeno al normativo. Mucho mensaje no es que tenga, pero hay que reconocerle a Diplo, la cabeza pensante detrás del grupo –y nacido en la profunda América de Mississipi–, su valor como reciclador de sonoridades del mundo, como ese hombre blanco que roba sus ritmos de los negros (esta vez de los suburbios de Kingston o de Río de Janeiro) para convertirlos en marca registrada. Toda una lección de geografía global. Por cierto, que otra señal del desconcierto y de la eliminación de etiquetas en el ecosistema musical es que Major Lazer actuaron el año pasado en el Rototom, el festival de reggae más importante de Europa (que también se celebra en Benicàssim), y por qué no podrían hacerlo un año de estos en el Sónar, la meca de la electrónica. El que pueda que defina «Watch Out For This» uno de esos temas que suena en gimnasios y emisoras de «dance» y que hizo sudar en la noche del jueves a la multitud más numerosa que lo que suele ser habitual en la jornada de arranque. El estilo ya lo aplicó M.I.A en su momento, pero Major Lazer lo presentan en modo fiestón: sus tres miembros (Walshy Fire y Jillionaire junto a Diplo) son DJ’s y productores y se alternan tras los platos en un divertido carrusel en el que interpretaron hits como «Lean On»y «Light it Up», que suenan en forma me metralleta de beats. La prueba de que lo arrabalero no es más que una pose es que se permiten introducir samplers de «Heads Will Roll» de los Yeah Yeah Yeahs lanzando el mensaje subliminal de que son músicos con conocimiento. Los Major Lazer hasta posaron con las camisetas del Villareal, el club de fútbol de la localidad cercana, que ha colaborado con una tradición recuperada en el festival: el tradicional partido de fútbol de artistas contra prensa a favor de una causa solidaria y en el que participó Marcos Senna, campeón de Europa con la selección española.

- Percusión hipnótica

Fue una verdadera lástima ver a Soulwax a las diez de la noche. Los belgas son un grupo extraordinario, con una clase desbordante. Instalaron su set de tres baterías, nada menos, en torno de ese enorme y precioso sintetizador analógico que manejan los hermanos Stephen y David Dewaele como si se tratase de un fino Stradivarius operado por un técnico de laboratorio. Era temprano pero se entregaron a fondo con toda la clase de la que puedan adolecer los Major Lazer. No es que el FIB haya ignorado los finos estilistas en esta edición, ni mucho menos (Jaime XX, Kendrick Lamar son tipos sensibles) sino que la diversidad es la auténtica identidad de este festival. Soulwax son, junto a LCD Soundsystem, de lo mejor que se puede escuchar de electrónica tocada en directo aunque los belgas potencian más el concepto de sesión que en temas pop donde la voz tiene preponderancia. Cuando empezaron aún atardecía y sus percusiones hipnóticas terminaron como una introducción a la noche. Exquisitos.

Después de ir camino de ser uno de los artistas españoles con más proyección en el extranjero, Pablo Díaz Freixa, el Guincho, se ha «autosaboteado», como él mismo define el concepto de su complicado y «fesísta» nuevo disco, «Hiperasia». Tenía la difícil papeleta de actuar en un escenario principal con un tercio de entrada y una mínima escenografía. Y hablando de grupos nacionales que triunfan fuera, Hinds, que estaban anunciadas para el viernes salieron por sorpresa el jueves aprovechando un hueco en la programación. El público español y el inglés (que las han apadrinado) se las disputan, veremos quién las aclama más en su presentación «oficial».

Quince raperas islandesas

El segundo día del festival se planteaba como una coctelera de géneros, otra vez, y con equilibrio entre los nombres taquilleros y otros más «arty». Los reyes de la jornada iban a ser Chemical Brothers, que traen el irresistible tema «Go» entre los nuevos títulos de la última cosecha. El orgullo de la electrónica nacional es John Talabot, que tendrá el papelón de competir en horario con los británicos. El atracón de nombres incluye rockeros (Band Of Skulls, Biffy Clyro y The Vaccines), pop de melodías (Dorian, La Habitación Roja) y hasta dos maneras de ser punki a la española: Juventud Juché e Hidrogenesse. Que nadie piense que el FIB es taquillero y facilón, y si no, es que no se acercaron a ver a Reykjavíkurdaetur, un colectivo de nada menos que 15 raperas lanzando soflamas combativas a las ocho de la tarde. Más actitud punk. Aries, Kero Kero Bonito y Rat Boy son muestras de que el FIB programa artistas reales.