Conciertos

Nueva y positiva realidad

Crítica de clásica / Temporada de la Orcam. Obras de Brahms y Elgar. Orquesta de Extremadura. Violonchelo: Joaquín Fernández. Director: Álvaro Albiach. Auditorio Nacional, 8-II-206.

La Razón
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Afortunadamente pudo detenerse hace un par de años la anunciada desaparición de este conjunto extremeño, que renació bajo la batuta de Álvaro Albiach. La formación, de algo más de 50 músicos, posee hechuras, una cuerda afinada y casi siempre empastada, de trazo generalmente limpio, y unas maderas de buen tono. La sección de metal necesita de una mayor depuración en busca de un equilibrio, una redondez y un empaque que ahora faltan. Los «tutti» en fortísimo, los ataques plenos nos ofrecen una imagen sonora algo emborronada, de texturas gruesas. Y eso que su director actual trabaja con gran destreza la materia sonora gracias a un excelente criterio musical y a un gesto modelador y convincente.

Está dotado Albiach de tacto y de sentido del ritmo, que traduce a través de un elegante y elástico movimiento de brazos y muñecas. Sabe diferenciar los compases, «rubatea» con inteligencia y expresa con variedad de registros; comunica y se hace entender fácilmente. Nos gustó de su versión de las «Variaciones Haydn» de Brahms la ligereza que imprimió a la «nº. 5», el uso de los «sforzandi» en la «nº. 6», el encanto valsístico de la «nº. 7» y el impulso dado al «Finale». Como nos pareció atento y cuidadoso el acompañamiento al joven chelista extremeño Joaquín Fernández, reciente integrante de la Nacional y antiguo discípulo en Musikene de Asier Polo. Posee un sonido no grande pero hermoso, igual, terso, y una excelente afinación. Supo culminar en el «Concierto de Elgar» los numerosos y exigentes pasajes que se resuelven en el sobreagudo. Concentrado y lírico, exhibió un arco sólido y veloz. Brindó como bis un hermoso movimiento de la «Suite nº. 1» de Britten. Tuvieron colorido y matices las «Variaciones Enigma» de Elgar. Destacamos la precisión de las ágiles figuraciones de la Variación II, el claro contrapunto de la III, el magnífico arco dinámico de la IX, «Nimrod», algo difusa en el ápice, los estupendos chelos en la XII, la intervención del clarinete y las violas en la XIII y la magnificencia bien construida de la XIV y última, algo justa de claridad en los «tutti».