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Rubén Blades: «La política sí puede cambiar un país»

Rubén Blades se despide de las giras de salsa para siempre con cinco fechas en España mientras medita presentarse a las elecciones presidenciales de su país

Rubén Blades, ayer, en la Casa de América de Madrid
Rubén Blades, ayer, en la Casa de América de Madridlarazon

Rubén Blades se despide de las giras de salsa para siempre con cinco fechas en España mientras medita presentarse a las elecciones presidenciales de su país.

No dijo que lo vaya a hacer, pero al panameño se le ha puesto cara y discurso de candidato. Rubén Blades (Panamá, 1948) mastica la duda acerca de si presentarse a las elecciones presidenciales de su país en 2019, pero todavía confía en que la política «sirve para cambiar las cosas». «Mi experiencia en el servicio público me sirvió para comprobar que se pueden resolver los problemas desde el Gobierno. Pero esta no es una decisión que tenga tomada, solo una posibilidad», comentó el cantante, que hoy comienza por el Festival de Jazz de Vitoria la gira de despedida de su repertorio salsero que después le lleva a Madrid (Noches del Botánico, lunes 17), Barcelona (19 de julio), Tenerife (21) y Las Palmas (22). «Oigan, que es en serio. Yo no soy de los que dicen que se van y a los pocos años van regresando. Esta gira es la última», comentó Blades, que comenzará un nuevo proyecto que no lleve su nombre.

Al panameño no le falta ocupación. Con varios discos en proyecto, diferentes propuestas cinematográficas rechazadas y, en especial, su papel en «Fear The Walking Dead», cuya tercera temporada acaba de grabar. «Disfruté de la amistad de García Márquez, que decía de mí que soy el desconocido más popular que conocía. Porque algunos saben mi nombre pero no mis canciones o conocen mi música pero no saben que actúo», bromeó Blades, que relató que ambos compartían una abuela excepcional y una vivienda con fastasma.

El autor de «Pedro Navaja» contemplaría presentarse a los comicios como independiente «siempre que viera que hay movimiento de masas suficiente para hacerlo». No es que le falte predicamento, ya que su intercambio de argumentos digital con el presidente venezolano Nicolás Maduro fue seguido por dos millones de personas. «Eso es más que la circulación de cualquier periódico de mi país», señalaba el llamado «poeta de la salsa» sobre su aceptación tardía de las redes sociales. «Creo que son necesarias y muy buenas para proponer ideas, porque los problemas que tenemos en todos los países de Latinoamérica son similares. Yo trato de usarlas para clarificar cosas, no de manera irresponsable para entrar en algún ‘‘dime que te diré’’». Blades señaló que la izquierda en el continente se simplifica: «No tiene nada que ver Uruguay o Chile con Venezuela». La convulsa política de su país fue la que decidió su destino, según confesaba ayer: «Sin Noriega –el dictador de Panamá entre 1983 y 89– yo no sería músico. Me habría convertido en abogado, como mi papá. Pero como Noriega le odiaba nos tuvimos que marchar. Y me convertí en músico, aunque yo más bien me considero un cronista, alguien que escribe de lo que sucede a su alrededor. Solo de lo que conoce. La clave es que mi abuela me enseñó a leer y yo pasé de la esquina a la ciudad, y luego al país y después al mundo».

También se refirió al paisaje musical del continente americano, dominado ahora por el reguetón. «Es cierto que es un género que ha conquistado la hegemonía y a eso hay que darle valor. Pero no es lo mismo lo que hace Residente que lo que hace Daddy Yankee. Está claro que siempre va a haber música de evasión, es necesaria. En todo caso, pienso que mi generación debe tener cuidado y no creer que lo sabemos todo. Cada generación sique su paradigma». En el negocio musical, las cosas también han cambiado: «Ante este explotaba la discográfica. Ahora sabes que no ganarás dinero cuando saques el disco porque quien te explota es todo el mundo. Hace 13 años que no tengo compañía y por eso no hay nadie que mantenga mi vigencia. Me escucha el que quiere si quiere y así es como debe ser». Por eso, igual que en sus conciertos, «no hay truco, ni fuegos artificiales. Hay músicos tocando en directo. Vengan a verlo, que será la última vez. No es broma».