Salzburgo

Un festival sin rumbo

Ya son diez los años en los que una de las citas con más lustre de la ópera mundial vaga sin rumbo ni capitán

La Razón
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Ya son diez los años en los que una de las citas con más lustre de la ópera mundial vaga sin rumbo ni capitán

El festival de Salzburgo se encuentra sin rumbo desde la etapa de Peter Rucziska, que acabó su mandato en 2006, coincidiendo con el 250º aniversario del nacimiento de Mozart, y para despedirse festejó la efeméride por todo lo alto con la escenificación de las 22 óperas del compositor salzburgués, un hito que se lograba por vez primera en la historia del festival más importante del mundo. El compositor y gestor alemán sustituyó al polémico Gérard Mortier (1992-2001) y tuvo el acierto de estrenar, con estupendos, resultados algunas de las óperas más representativas del periodo de entreguerras, pertenecientes a la época nazi, que fue bautizado como «Entartete Musik» (Música degenerada). Mozart, fue otro de sus grandes de éxito, sobre todo con los títulos que dirigieron Martin Kusej (escena) y Nikolaus Harnoncourt, fallecido hace unos meses.

Pero de todo ésto hace ya una década y el barco mozartiano sigue encallado en el puerto menos apropiado, el de su ciudad natal. Desde entonces, ninguna de sus óperas ha conocido un éxito rotundo. Además los sucesivos directores artísticos que sucedieron a Rucziska entraron en una especie de competición absurda para ver quien lo hacía peor. El primero de ellos, el director de escena alemán, Jurgen Flimm, no tuvo suerte con Mozart –ni con la ciudad– y abandonó el barco un año antes de que cumpliera su contrato (2007-2011). Le sustituyó el austriaco Alexander Pereira en 2012, que también dejó la embarcación antes de llevarla a buen puerto. Su contrato se extendía hasta 2016, pero hace dos años, en 2014, dio la espantada por las fuertes tensiones con Helga Rabl-Stadler, presidenta de la Fundación Festival de Salzburgo y por el entonces alcalde de la ciudad: Heinz Schaden.

La luz se vislumbra al final del túnel. En 2017 parece que por fin terminará esta larga interinidad y Markus Hinterhauser, hasta ahora responsable musical de la Wiener Festswochen, tomará el relevo para pilotar un festival que se encuentra a la deriva. Estupendo pianista y eficaz gestor artístico, Hinterhauser conoce muy bien lo que aquí se cuece, pues ya estuvo cinco años al frente de la sección de los conciertos del festival en la etapa de Jürgen Flimm y mucho antes fue coordinador del magnífico ciclo contemporáneo Zeitfluss que fundó Mortier.

- Triple fracaso

En fin, sólo esta falta de liderazgo y ausencia de ideas explica el fracaso de la Trilogía Mozart-Da Ponte, uno de los iconos de este certamen, que ha dirigido escénicamente Sven-Eric Bechtolf (director provisional tras la marcha de Pereira) con el concurso de varios directores musicales, ninguno de ellos de fuste para estar en el foso de un festival con tanta gloria y con las entradas a 430 Euros por función.

El gran éxito de este verano, hasta el momento –con excepción de «El ángel exterminador de Adés», que está destinado a un tipo de público diferente del habitual de Salzburgo (aún quedan en taquilla entradas de todos los precios)–, ha sido el nuevo montaje de Alvis Hermanis de «Die Liebe der Danae» –«El amor de Dánae»–, de Richard Strauss, dirigido musicalmente por el sobrevalorado Franz Welser-Möst, un correcto Kapellmeister. Con esta espectacular producción visual (muy costosa), aunque vacía de contenidos, el público, que llenaba el Grosses Festspielhaus, se lo pasó en grande en las dos funciones precedentes, aplaudió a rabiar, y de paso aprovechó para lucir sus espectaculares y carísimos modelos con firma de modisto, en el caso de las señoras, acompañadas siempre de señores bien plantados con riguroso esmoquin. De pronto era como volver –a través del túnel del tiempo– a los años ochenta en la época dorada de Karajan (pero entonces sí que había «glamour»).

*Director del Centro Nacional de Difusión Musical