Crítica

Un «Otello» pobre y provinciano

A la derecha, el tenor Gregory Kunde, el Otello por excelencia, junto al barítono George Petean
A la derecha, el tenor Gregory Kunde, el Otello por excelencia, junto al barítono George Peteanlarazon

«Otello», de Verdi. Voces: Gregory Kunde, George Petean, Alexey Dolgov, Vicenç Esteve, Fernando Radó, Ermonela Jaho... Director escénico: Renato Palumbo. Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real: David Alden, Orquesta Sinfónica de Madrid. Madrid, 15-IX-2016.

Apabullante el despliegue de algún medio con este «Otello» con el que cuestionablemente abre su temporada el Teatro Real. Les explico lo de cuestionable.

Primero, y permítaseme ser desconfiado, porque se anuncia como nueva coproducción con la English National Opera y Estocolmo, pero en el primer sitio se estrenó en 2014 y en el segundo en 2015. Difícilmente pudo tener tiempo el actual director artístico, desde su nombramiento a finales de 2013, para negociar una coproducción con ambos teatros. Huele mucho más a una posterior incorporación en la que se pone dinero pero no ideas.

Segundo porque, conocida la producción, ésta resulta pequeña y pobre para un teatro como el Real, lo que también apunta a lo anterior. Está bien para la ENO, mucho más pequeña. Presenta un único escenario en una espacio público, un patio amurallado de pesante mampostería grisácea y ambiente lúgubre y claustrofóbico, en el que se desarrolla todo con cambios mínimos. Tan pocos que hasta en ese patio ha de morir Desdémona, sin cama obviamente y sin la menor emoción. No hay por tanto lugar para la intimidad y ésta existe en «Otello». Hay bastantes puntos discutibles, como la «blancura» del personaje, convertido en un musulmán converso al cristianismo sin que la escena revele el motivo. Yago, en el texto verdiano, lo califica como «moro», que es algo bien distinto, pero ya estamos habituado –también hartos– a que nos cambien las cosas. Que Yago y Otello se hagan hermanos de sangre, pase. Menos que se convierta a Roderigo en una especie de paseante en cortes. «El imperio musulmán yace sepultado en el mar», anuncia Otello en su primera aparición, pero la acción se desarrolla ahora entre las dos guerras del siglo pasado y lo que parece sepultado es el poderío veneciano. Escena pobre y provinciana. Dispuestos a inaugurar la temporada del supuesto –no tan real pero sí productivo– bicentenario, habría valido la pena otro tipo de producción.

Tercero, porque se promociona a bombo y platillo la actuación de Gregory Kunde, cuando para nada lo ha descubierto el Real y menos como Otello, papel que ya ha cantado en Valencia, Sevilla o Perelada. Nada nuevo por tanto. Cierto que es el Otello de nuestros días. Buen cantante, aceptable actor, poseedor de una voz eminentemente lírica que ha crecido y oscurecido. Sin embargo el papel precisa un metal del que carece Kunde y esto se puede ocultar si la orquesta le trata bien, lo que Palumbo no hace, sino que se lanza por vericuetos que le ayudan poco. Parece como si tuviese el complejo de no querer parecerse a nadie, de ser el más personal, y si en ocasiones va rapidísimo, en otras se ralentiza y, frecuentemente, abusando del volumen orquestal. Consecuencia: a Kunde y al resto se les escucha menos de lo que se le debería escuchar. Inteligentemente resuelto el «Esultate» y admirable «Dio mi potevi scagliar».

¿Y el dúo de amor? Es imposible que un tenor de la vocalidad de Kunde haga justicia a los graves de la frase «Già il mio cor fremebondo s’ammansa in quest’amplesso e si rinsensa. Tuoni la guerra e s’inabissi il mondo».

¡Qué duro fue Verdi al escribir seguidamente el lirismo de «Se dopo l’ira inmensa, vien quest’immenso amor!». Kunde canta un Otello de carácter entre belcantista y verdiano, lírico, nada estentóreo, seguro en las notas y de amplio fiato, sin altibajos y, sobre todo, inteligente en la administración de medios, canta y no berrea y todo ello se agradece, convence y casi hasta emociona.

Enorme pérdida la de Krassimira Stoyanova como Desdémona. Ermonela Jaho, anunciada inicialmente en el segundo reparto, la sustituye con voluntad y, al menos, conjuga en su también lirismo vocal con el de su pareja. También a ella le faltan los graves y se nota especialmente en el tercer acto. Yago es un papel de enorme sutilidad y ésta, en principio, no era la mejor cualidad de George Petean, pero matiza y posee una buena voz de barítono. Convence. Correcto el resto del reparto. Cinco minutos de aplausos con algunas discrepancias aisladas para Palumbo y más abundantes para Alden.

Ambiente especial en el teatro, con la presencia de los Reyes, la recomendación de asistir con esmoquin o traje oscuro, y la maravillosa música de Verdi que puede con todo. Por cierto, hay que apuntarlo, Coruña abrió la temporada de ópera española –no el Real como se nos anuncia- con «Falstaff», Madrid lo hace con «Otello» y Barcelona lo hará con «Macbeth». Tres títulos shakesperianos de Verdi. Una afortunada casualidad en el año del inglés.