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Una inquebrantable actitud

Digámoslo pronto: 32 canciones de infatigable disciplina y vieja escuela rockera dejaron sin aliento a un pabellón deportivo a rebosar de personal gozoso

Loquillo, anoche, en un momento de su actuación en Madrid
Loquillo, anoche, en un momento de su actuación en Madridlarazon

A Loquillo no le hace falta salir a ganar, tiene el partido ganado con una página de la historia en el bolsillo y una ciudad que no es la suya rendida a sus pies. Así sucede cuando simplemente señala con el dedo índice al infinito o se cruza de brazos y se sostiene el mentón y 15.000 personas deliran.

A Loquillo no le hace falta salir a ganar, tiene el partido ganado con una página de la historia en el bolsillo y una ciudad que no es la suya rendida a sus pies. Así sucede cuando simplemente señala con el dedo índice al infinito o se cruza de brazos y se sostiene el mentón y 15.000 personas deliran. Prueben a hacerlo ustedes, a ver qué pasa. Pero volvamos a lo de anoche en el WiZink Center de Madrid, porque el Loco no se afila el tupé y se calza una americana de cuero para buscar el empate en ningún campo. Digámoslo pronto: 32 canciones de infatigable disciplina y vieja escuela rockera dejaron sin aliento a un pabellón deportivo a rebosar de personal gozoso.

Al margen de las imprescindibles dijo cuatro palabras. «Salud y rock & roll» fueron las más contundentes, y luego «La ciudad de las mujeres», «Planeta rock» y «Sol» formaron un bloque antes de los homenajes: «Hombre de negro», para el ídolo Johnny Cash era la octava canción de la noche cuando por fin acertó a decir: «¡Madrid!» y fue más que suficiente. A continuación llegó el recuerdo a Johnny Halliday, fallecido esta semana, otro hombre que, como Loquillo, soñó con ser Elvis y lo consiguió, aunque uno un Francia y otro en el Clot. Para él era «Cruzando el paraíso», primera subida emocional de una noche que tendría varias. «Rompeolas», «Memoria de los jóvenes airados», «Carne para Linda» y «La mataré» hicieron sudar a todo rocker incluido el protagonista, que cambió el cuero por su traje de enterrador. Después llegò el karaoke total con «El ritmo del garage»: coros masivos y rendición a la elocuencia de Loquillo: “No sé qué coño decir», dijo abrumando y no es alguien con dificultad de palabra. Aunque, bien pensado, casi es mejor que cualquier alegato por la paz mundial. ¿Manifiesto a favor de rock? Mejor practicarlo con «Rey del glam».

Hay una actitud que parece no envejecer y que Loquillo venera cada noche. Dedicó «Mi calle» de los Sírex a sus origenes antes de que llegaran «Quiero un camión», «Feo, fuerte y formal», «Rock & Roll star», «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste?» (Burning) y «Cadillac Solitario», que fundieron varias baterías de móviles y demostraron que son ya clásicos de nuestra tradición. Pero prometimos más emoción y el final del concierto trajo un homenaje a esta ciudad y a su escuela rockera, a la más seria y totémica: «Calles de Madrid», con recuerdo a Pepe Risi es de esos temas que engrandecen al que los compuso, por sabiduría y actitud. Y no digamos noches como la de ayer.

Loquillo, voz; Josu García, guitarra; Igor Paskual, guitarra; Mario Cobo, guitarra; Alfonso Alcalá, bajo; Laurent Castagnet, batería; Lucas Albadalejo, teclados. 15-XII-2017. WiZink Center, 15.000 espectadores.