Literatura

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Novela negra: Sólo ellos saben quién es el asesino

Novela negra: Sólo ellos saben quién es el asesino
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John Banville y Pierre Lemaitre, dos maestros del género policiaco, conversan en Kosmópolis, la fiesta de literatura amplificada de Barcelona, sobre sus formas de escribir novela, con pseudónimo el primero, y sin restricciones el segundo.

John Banville: «Mis libros son exclamaciones por la extrañeza del mundo»

De ojos claros y cuidados modales de gentleman, Benjamin Black, alter ego del escritor John Banville, ha ido describiendo en una serie policiaca las ambiciones del alma humana, que no son más que sus propias miserias: el ansia de la codicia, que son muchas y no una sola, las pasiones sin medida y los cenáculos que mueven los hilos del poder. Con «Las sombras de Quirke» (Alfaguara), indaga en las esquinas menos iluminadas de este personaje, a la vez que introduce en su vida la ecuación del amor, aunque, ya aventura él con ironía, «le durará poco».

–¿Cómo condiciona el pasado?

–Es donde vivimos. No sabemos cómo será el futuro y el presente no existe. Vivimos en el pasado en términos de conciencia, porque es el que nos informa de lo que hicimos y de lo que somos. Hay que añadir que no recordamos el pasado, sino que sólo lo intentamos, lo imaginamos. Los científicos dicen que no retenemos el pasado, sino un modelo de experiencia. Esto es lo que retenemos: no el pasado, sino un modelo.

–¿Y cómo define este pasado a su protagonista, Quirke?

–Está obsesionado con el pasado porque no sabe de dónde viene ni quiénes eran sus padres o su origen. Cuando mira su infancia es una hoja en blanco. Esto le atormenta. Su curiosidad por el mundo y los deseos y secretos de las personas procede de estos hechos.

–¿Qué le atormenta a Quirke de sus recuerdos?

–En una fiesta, hace 35 años, vi una mujer preciosa, de ojos azules. Nunca la he olvidado. Y ni siquiera hablé con ella. Sólo tengo una visión. Todos somos así. Todos llevamos fragmentos parecidos con nosotros. El pasado, las cosas que hicimos, nos tienen poseídos, encantados. Para Quirke, éste es un mundo de fantasmas. No puede escapar de él. Ahora se está enamorando de una mujer con un pasado doloroso que aún no conocemos, pero ya te digo que ha perdido un hijo. Quirke tiene una visión oscura de la realidad, pero quién no la tiene si la mira.

–¿Por qué funcionan tan bien los clichés en la novela negra?

–Una de las cosas interesantes de la novela negra es que trabajas con clichés. Descubrir las formas de desarrollarlos es lo interesante. La novela negra está plagada de hombres infelices, divorciados, con pasados horribles. Pero es que ninguno de nosotros es feliz o infeliz totalmente. Tenemos momentos de felicidad y de infelicidad. Luego cosas en el medio que no sabemos qué es. Es difícil escribir de gente feliz porque son irreales. Es más sencillo escribir sobre la infelicidad.

–¿El amor cambiará a Quirke?

–Durante un tiempo sí, mientras dure, pero no durará mucho. Este tipo de amor no dura. Hablábamos de la felicidad y la infelicidad. Las únicas personas que me imagino felices son los que han cambiado el amor por la admiración y tranquilidad. Imagínate estar constantemente enamorado. Sería insoportable... hay que decir que la pasión también es fuerte y que tampoco se puede sostener durante mucho tiempo. Todo el amor, en el fondo, es amor a sí mismo. Miramos un objeto de amor y nos vemos reflejados en él... Además, las parejas casadas son extrañas, ¿verdad?, Nadie las entiende. ¿Có-mo se soportan? Para mí es un gran misterio.

–Quirke se enamora de una psiquiatra. ¿Ha elegido que sea psiquiatra porque cura a través de palabras?

–No es exacto que la haya elegido. No sabía que iba a ser una psiquiatra. Los escritores cuando hablamos de los libros dejan la impresión de que supiéramos lo que estamos haciendo. Yo nunca tengo ni idea de lo que estoy haciendo cuando escribo un libro. Me sale a medida que avanzo. Sobre todo cuando escribo libros de Benjamin Black, porque quiero que tengan la inmediatez de la misma vida, de la experiencia en sí misma. Yo no escogí que fuera una psiquiatra pero me alegro que fuera sea así y que sea extranjera, porque me puedo recrear en la extrañeza de ciertas situaciones. Pero yo no escojo, voy de un sitio a otro. Nuestra vidas nos viven, nosotros vadeamos por ellas. Nunca decidimos nada. Es lo que hace que la vida sea interesante, que vayamos de un lado a otro, que nos enamoremos. La vida real es extraña en sí misma. Sólo porque nos hemos acostumbrado a las cosas. Hemos perdido la percepción de lo extraño que es todo. Nada es ordinario, todo es extraordinario. Mis libros son exclamaciones constantes por la extrañeza del mundo.

–En la trama de su libro también pesa mucho la Iglesia.

–Irlanda y España tienen mucho en común: el peso de la Iglesia y una guerra civil que dividió el país por la mitad. En mi país, la Iglesia tenía todo el poder y nadie podía retarla. A los políticos les aterrorizaba enfrentarse a ella o ser criticado con un obispo. Lo peor que le podía suceder antes a una familia irlandesa es que su hija se quedara embarazada. Al hombre que dejara embarazada a la muchacha no le pasaba nada, pero a ella... La mayoría de estas jóvenes que han aparecido en estos conventos... las pusieron ahí sus familias. La Iglesia ha encubierto esto. Es muy indignante haber vivido con estos monstruos, aunque también hubo gente buena en la Iglesia. Cuando Irlanda era un país pobre, la Iglesia gestionaba un servicio de salud y educación. Cuando mi nieta fue bautizada, yo hablé con el cura. «Nos han traicionado –me decía–. Me avergüenza ser cura». Ya no se ven curas en la calle. Van vestidos como personas corrientes, aunque los reconoces por sus calcetines: siempre son blancos.

–¿Qué conclusión extrae de la autopsia de la Europa actual?

–Ahora estamos en un estado de «shock». El Brexit es un desastre. Ningún político lo quería. Ni siquiera Boris Johnson. Él sólo quería poder. El mundo nos recuerda a los años 30 y todos sabemos qué ocurrió al final de esa década. Esperamos que no ocurra. La Tercera Guerra Mundial es entre Occidente y los fundamentalistas islámicos. Quién lo hubiera dicho en 1989. Tuvimos años de paz, pero no conocíamos la cultura de estos países y las atrocidades que se cometían en ellos. Es culpa nuestra. Lo único que valoramos de esos países fue el petróleo. Pero yo no tengo más que mi opinión política. Un mensaje. La única función del arte reforzar la sensación de estar vivo. La idea de estar en esta tierra, que es lo extraordinario. Esto es lo que hace arte. El arte nos despierta del sueño de lo mundano. Siento pena por la gente que no aprecia el arte.

Pierre Lemaitre: «La gran literatura busca ponernos incómodos»

De Pierre Lemaitre se puede decir que es un escritor todoterreno. Con más de tres millones de lectores, con personajes icónicos como el inspector Verhoeven, y con un talento extraordinario para el suspense y el desasosiego, es la cabeza más visible del nuevo noir francés. Aunque, en realidad, muchas de sus novelas no son estrictamente negras, pero la intensidad y la intriga de su narrativa consiguen el truco de magia definitivo, serlo sin serlo. Éste es el caso de «Recursos inhumanos» (Alfaguara), su último libro traducido. «Parece que los legisladores hagan leyes para que se escriba novela negra. El género criminal es el que está mejor sincronizado con los problemas sociales. Por eso, en los momentos de crisis como el actual, el género gana adeptos y popularidad», asegura Lemaitre.

La nueva novela nos introduce, precisamente, en los estercoleros de la crisis económica, con un director de recursos humanos en paro dispuesto a lo que sea para volver al mercado de trabajo, incluso participar en el simulacro de un secuestro colectivo. «Escuché en la radio una noticia que informaba de que una empresa había impuesto a sus directivos un juego de rol en el que iban a participar en el simulacro de una toma de rehenes para ver cómo reaccionaban. Las empresas ya creen que tienen derecho a hacer lo que quieran con sus trabajadores y ahí vi que había una novela», afirma el autor de «Nos vemos allá arriba», quien asegura que «la gran literatura tiene como vocación ponernos incómodos».

El libro será convertido en una serie televisiva, y la productora ya tiene el titular, será «el Breaking Bad francés». «Cuando la escribí no era esa la intención, pero sí que se ha convertido en eso. Lo que a mí me gusta del libro está ejemplificado en una escena. El protagonista, en paro, va al metro y ve a un indigente pedir dinero. Entonces se pregunta por qué a veces daba limosnas y otras no y se da cuenta que hasta los pobres están afectados por el capitalismo, que hay unos que piden mejor que otros y tienen más éxito», concluye Lemaitre.